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Tensión kirchnerista, entre sapos y fulleros

Quizás el dato más novedoso de las próximas elecciones es que habrá un candidato presidencial que no solo ocupa el Ministerio de Economía, sino que hará campaña desde el propio Palacio de Ha...

Quizás el dato más novedoso de las próximas elecciones es que habrá un candidato presidencial que no solo ocupa el Ministerio de Economía, sino que hará campaña desde el propio Palacio de Hacienda, tratando de sacarle el jugo a su hiperactividad y de vendernos como éxitos lo que la mayoría de los argentinos juzga hoy como un gran fracaso. Audaz como pocos, Sergio Massa desarrollará su acción proselitista montado sobre una curiosa paradoja: pese a que, en los diez meses que lleva como ministro, la inflación interanual creció del 78% al 114% y sumamos 3.400.000 nuevos pobres, pretende convencernos de que solo él puede desempeñar hoy el rol de garante de la estabilidad y de que la economía no termine de estallar.

Tanto dirigentes como comunicadores afines al kirchnerismo más puro se vienen preguntando cómo “militar la campaña” de alguien en quien no confían y a quien consideran un exponente de la “nueva derecha”. Todos ellos ven a Massa como un potencial traidor que, de arribar a la Casa Rosada, no dudará en clavarle un puñal a Cristina Kirchner en la primera de cambio.

La frase “hay que tragarse el sapo” estuvo en auge en todos los despachos oficiales y en los bares donde se suele congregar la militancia kirchnerista. Se trata de una expresión popular que da cuenta de una circunstancia o acción desagradable, que provoca fastidio y rabia, pero ante la cual no queda otra alternativa que aceptarla. ¿Por qué se hace referencia a un anfibio y no a otra cosa u otro animal? Probablemente porque, durante la Edad Media, se extendió una visión que asociaba al sapo con las brujas y, al igual que la culebra, era considerado la representación animal del demonio. Tragarse un sapo significaba que Lucifer se introducía en nuestro cuerpo.

Claro que, siguiendo esa tradición, también existió la creencia de que si se besaba al sapo, se rompería el conjuro y este se convertiría en príncipe. Tal vez el lunes último, durante el acto realizado en la Aeroestación Militar Aeroparque, que encabezaron Massa y Cristina Kirchner, el flamante postulante presidencial de Unión por la Patria esperaba que la vicepresidenta lo besara para convertirlo en príncipe. Pero no fue así: la expresidenta lo ninguneó y hasta lo llamó “fullero”, término que hace referencia a quien comete trampa o engaño en el juego. Un adjetivo más duro que el apodo de “Ventajita” con el que tiempo atrás Mauricio Macri bautizó a Massa. Hay quienes quieren creer que Cristina no quiso, en realidad, decir “fullero”, sino “timbero”, ya que aludió a la afición del ministro por realizar permanentemente apuestas. Pero ni la propia vicepresidenta ni nadie de su entorno se preocuparon por aclararlo específicamente. Y si nada hay que rectificar, habrá que atenerse entonces al diccionario de la Real Academia Española.

Las señales de desconfianza hacia la figura de Massa se hicieron sentir desde Dady Brieva hasta Víctor Hugo Morales

Es probable, después de todo, que a Massa no le haya causado demasiado malestar el calificativo de fullero que le dirigió la expresidenta. No pocos dirigentes argentinos tomarían como un halago que se destaquen sus habilidades para sacar ventajas políticas a través de engaños o ardides. En la política vernácula, se asocia esa astucia con muñeca política.

Mucho más le habrá molestado a Massa el hecho de que la vicepresidenta pretendiera marcarle la cancha en materia económica. Aunque el candidato acusó el golpe y, en sus primeros mensajes de campaña, no hizo más que hablar a favor de la necesaria recuperación del salario y de la distribución del ingreso, y en contra de cualquier ajuste.

Aun así, las señales de desconfianza hacia su figura se hicieron sentir desde Dady Brieva hasta Víctor Hugo Morales, al tiempo que la positiva reacción de los mercados fue tomada en distintos círculos kirchneristas como el mejor indicador de que la elección de Massa no había sido la mejor decisión.

Nadie resiste los archivos cuando se trata de videos que nos muestran a Massa prometiendo “barrer a los ñoquis de La Cámpora”; a Cristina sugiriendo vinculaciones del exintendente de Tigre con redes del narcotráfico; a Jorge Taiana diciendo, en 2014, que “Massa no puede venir a hablarnos de inseguridad cuando tiene escondidos a los narcos en Nordelta”, o a Agustín Rossi expresando ocho años atrás que su actual compañero de fórmula encarnaba “la peor derecha” junto a Macri.

Pero la prescripción de agravios parece hoy un hecho y halla fundamentos en el mensaje que Juan Domingo Perón transmitió a miembros de la JP el 8 de septiembre de 1973: “En política todos tienen que tragar un poco el sapo, pero yo más. (...) La misión mía es la de aglutinar al mayor número, porque la política tiene una técnica, acumular la mayor cantidad de gente proclive o pensante hacia la finalidad y los objetivos que nosotros perseguimos.(...) Porque si quiero llevar solo los buenos, voy a quedar con muy poquitos, y en política, con muy poquitos no se puede hacer mucho”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/tension-kirchnerista-entre-sapos-y-fulleros-nid02072023/

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