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Que la góndola parezca llena

Sergio Massa llega a la última semana de la campaña electoral con dos urgencias. La más obvia es inherente a su condición de candidato y tiene táctica definida: mostrar las contradicciones en ...

Sergio Massa llega a la última semana de la campaña electoral con dos urgencias. La más obvia es inherente a su condición de candidato y tiene táctica definida: mostrar las contradicciones en el discurso de Milei y, si es posible, llevar a su adversario a un conflicto con Juntos por el Cambio. Su otra necesidad parece menos accesible: conseguir que el desastre económico gravite lo menos posible en el cuarto oscuro.

Massa es un profesional de la política, pero la destreza en el manejo del poder no siempre equivale a administrar con éxito, y menos cuando, como ahora, el balotaje lo obliga a obtenerlo en ocho días. La senda de lo eficaz está llena de trampas. Ayer, después de la difusión de varios operativos de la Aduana y la Policía Federal y haber deslizado en algunos medios incluso las siglas de posibles detenidos, el Gobierno consiguió paralizar las transacciones del dólar blue. “No abre nadie, hay rumores de allanamientos”, dijeron a este diario en una cueva. “Hablé con el corredor: está con miedo”, agregaron en otra. La incógnita es si tanto esmero no conseguirá finalmente lo contrario de lo que se propone: despertar la demanda la semana próxima.

El problema de Massa son casi todas las variables de la economía, pero principalmente la del tiempo. Por eso a casi ningún empresario le sorprende que esté tomando medidas cuyo plazo no excede el domingo 19. Varios de ellos hasta parecen haber aceptado el juego; a ningún ministro de Economía le han tenido tanta paciencia. Una curiosidad que se explica una vez más en el doble rol del líder del Frente Renovador: ¿quién querría importunar con una queja pública al candidato que, al mismo tiempo, controla la AFIP y la Aduana y de quien dependen también las autorizaciones para importar? “Falta una semana para el balotaje y todo se lee en modo campaña”, explicaron en la Unión Industrial Argentina. El otro motivo de tantas consideraciones es más de fondo: la mayoría prefiere a Massa antes que a Milei.

Es el único modo de entender, por ejemplo, la naturalidad con que las cadenas de supermercado toman desde hace meses las llamadas de Matías Tombolini. Esta semana, la obsesión del secretario de Comercio volvió a ser el aceite, y sus instrucciones, las de la primera vuelta: que hagan todos los esfuerzos posibles para mantener las góndolas llenas. Todo un desafío porque, como consecuencia de la brecha entre los valores del programa Precios Justos y los del mercado, el abastecimiento está en alrededor del 70% y no se disimula ni abarrotando estantes de paquetes repetidos. Basta con recorrer las sucursales para advertirlo. “¿Alguien me avisa si encuentra fideos Don Vicente en algún lado?”, preguntaba ayer la economista María Castiglioni. Hace un mes que no los encuentra en ninguna cadena.

Los faltantes son un asunto sensible porque parten de una promesa incumplida del Palacio de Hacienda, que convocó en su momento a las marcas a atenuar precios a cambio de darles acceso a dólares oficiales para importar. Justo lo más escaso desde hace varias semanas, y tema recurrente en desayunos que IDEA organiza para CEO en el Hotel Sheraton. Hay por lo menos dos autopartistas –una fabricante de piezas estructurales y otra de transmisión– que ya decidieron suspender personal en los próximos días. Y ante el silencio del Smata y la UOM, otro logro del ministro.

“Es que no hay dólares”, volvió a excusarse días atrás Lisandro Cleri, el referente de Massa en el Banco Central, ante un empresario que le planteó la cuestión. La última crisis de los combustibles fue para todos un anticipo y una advertencia: los quiebres de stock llegan sin avisar y tampoco discriminan entre el capital público y el privado. Consumado el faltante, al Gobierno solo le quedó la alternativa del control de daños. Llamó a las petroleras, prometió sanciones y las exhortó a explicarle al público las razones en un comunicado conjunto. Es interesante analizar el recorrido de ese documento que, después de pasar el control de YPF, sufrió una última corrección no bien llegó al Ministerio de Economía: el principal argumento para explicar los surtidores vacíos, que no había dólares para pagar barcos de combustible importado, fue directamente borrado. Y eso que los redactores se habían tomado el trabajo de incluirlo en el cuarto párrafo para no asustar. El massismo lee siempre con avidez y hasta la última línea.

La novedad de la falta de divisas es que nadie está haciendo nada por resolverla. Ante las consultas de los interesados, los funcionarios piden esperar a después de la segunda vuelta. La semana pasada, en un almuerzo, Massa le propuso a la conducción de la UIA hacerle el planteo directamente a Guillermo Michel, jefe de la Aduana. Se encontraron el miércoles pasado, pero no sirvió de mucho. Los industriales se fueron de ahí con una promesa difusa: las prioridades serán los combustibles, los insumos médicos, los fertilizantes y agroquímicos y, tal vez, en los próximos, la parte del sector manufacturero más necesitada.

El temor de los empresarios reside ahora en que estas postergaciones sigan durante varios meses, incluso con un triunfo de Massa en las elecciones. La discusión resultará en ese caso inevitable: ¿se deberá reprogramar el stock de deuda comercial por importaciones y atender solo el flujo mensual, o mejor intentar cumplir con ambos, como se pueda y si se puede, hasta que en algún momento se equilibren la entrada y la salida de dólares?

Dilemas para después del 19. Massa tiene metas cortas. Mañana, por ejemplo, espera exponer durante el debate las inconsistencias de Milei. El candidato de La Libertad Avanza lo sabe y también se prepara. Debe resolver, por ejemplo, cómo caminar en el momento en que se lo permitan, delante de un contrincante que seguramente buscará provocarlo. El lunes, en el Hotel Libertador, diputados y senadores electos del espacio se reunieron con él y parte del equipo y transmitieron varios desvelos. Entre ellos, la fiscalización. Revelaron casos de militantes que se habían ofrecido como voluntarios y que el domingo de la elección no fueron siquiera convocados. Se lo reprocharon directamente a Guillermo Ferraro, ministro de Infraestructura de un eventual gobierno y encargado del control durante la primera vuelta. Guillermo Francos, designado ahora para ese rol, prometió corregir esos errores y agregó que contarían con el aparato de Pro y algunos radicales, todos coordinados por el macrista José Torello.

Son desafíos de cortísimo plazo para Milei. El resto, lo más escabroso, lo tendrá si llega a ganar. Igual que Massa.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/que-la-gondola-parezca-llena-nid11112023/

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