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Massa, con la elipsis del desastre

Lo más significativo de los spots de Massa no es tanto lo que dicen como lo que evitan decir. El último, lanzado anteayer, es un video de 39 segundos con estética de terror e imágenes de Milei,...

Lo más significativo de los spots de Massa no es tanto lo que dicen como lo que evitan decir. El último, lanzado anteayer, es un video de 39 segundos con estética de terror e imágenes de Milei, Macri, Victoria Villarruel y Patricia Bullrich, a quienes acusa de ser “la verdadera casta”. Lo que llama la atención de la pieza, que termina convocando a la unión nacional con una foto de Raúl Alfonsín mientras advierte que “la democracia está en peligro”, son dos omisiones que la distinguen de otras de Unión por la Patria: no aparece en ningún momento Cristina Kirchner y no hay una sola palabra sobre el momento económico de la Argentina, ni siquiera como promesa ni como excusa de lo que no se pudo hacer. Desaparecieron la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía como argumentos.

El gran secreto del discurso de Massa son estas dos elipsis. El ocultamiento del kirchnerismo era más o menos previsible. El peronismo ya lo había hecho en parte con la estrategia de 2019, pero le agrega esta vez un candidato que supone más apto para la administración. La novedad parece estar más bien en haber llevado la discusión a los riesgos de un eventual gobierno de Milei.

Es el mejor modo de evitar una explicación sobre el desastre actual. Cada tanto, cuando se la piden, Massa vuelve sobre los 20.000 millones de dólares que se perdieron este año por la sequía. Al argumento, que el ministro repitió esta semana ante la Unión Industrial Argentina, le falta en realidad una parte: desde 2019 entraron en el país 120.000 millones, una cifra record, gracias al alza en los precios internacionales.

Hace casi un mes que el flujo de dólares para importar está paralizado. Las empresas hacen contorsiones para seguir trabajando, pero en algunos casos llegan a situaciones límite. Stellantis, el grupo que controla Fiat y Peugeot, decidió adelantar para el 11 de diciembre las vacaciones de parte del personal porque proyecta no tener insumos. Y hay varias autopartistas afectadas. Gerdau, proveedor brasileño de acero para forja, ya les comunicó a sus clientes argentinos que no está en condiciones de seguir entregando materiales. Ya la cámara de metales no ferrosos, que fabrica cables de cobre, había hecho la semana pasada una advertencia parecida, y ayer se sumó en el sector alimentos la de productores de chacinados: advirtió sobre un colapso operativo que estaba llevando a cortar líneas de producción. A los empresarios que preguntaron por el asunto en la Secretaría de Comercio se les explicó que no había mucho por hacer: esta semana la obligación fue pagarle al FMI; la próxima, normalizar la situación para insumos médicos y combustibles, y la otra, se verá. El horizonte cambiario argentino es corto.

La crisis de los combustibles fue para todos la constatación de que el quiebre de stock por falta de divisas no solo era factible, sino que podía caberle también a una compañía manejada por el Gobierno como YPF. Lo que esperan es ahora un agravamiento del problema, tal vez la semana posterior a la segunda vuelta, y una devaluación significativa. El propio ministro de Economía ha empezado a hablar públicamente del tema. ¿Irá todo a precios? Eso temen los empresarios. La palabra hiperinflación, un tabú, salió esta semana por primera vez en conversaciones con funcionarios de segunda y tercera línea del Palacio de Hacienda. Por ahora, la estrategia del Gobierno al respecto parecen ser las recriminaciones de Matías Tombolini, secretario de Comercio, a fabricantes y ejecutivos de supermercados. Esta semana volvió a tocarle el turno a una marca de bebidas que había aplicado aumentos del 14%. En el Instituto Patria no solo avalan la receta: la recomiendan para todo 2024 sobre las empresas de alimentos.

Pero Massa no habla todavía en esos términos con los empresarios. Al contrario. En el encuentro con la UIA, por ejemplo, el temario hasta pareció guionado por los equipos de campaña oficialista. Los propios anfitriones explicaban horas más tarde que habían invitado “al candidato, no al ministro”, porque se trataba en realidad de almuerzos que debían recibir por separado a ambos contendientes del balotaje y que Milei no había querido ir.

Así, casi sin objeciones, el ministro en su rol de candidato no ministro se explayó ahí en lo que supone será su primer año de gobierno. Proyecta, dijo, un superávit fiscal del 1%, que por la noche, en una entrevista con TN, atenuó a la categoría de “equilibrio fiscal”. Justifica ese optimismo en que no habrá sequía y en que, por la mejora en el transporte y la producción de gas, tampoco se gastará tanto en importaciones energéticas. Lo que él no dice lo completan en el Instituto Patria: habrá aumentos tributarios para los 500 mayores contribuyentes del país.

Pero a los industriales les cuesta soslayar que quien habla es además ministro. Y siguen preguntando, por ejemplo, de dónde vendrán los dólares para importaciones que ya acumulan una deuda comercial de 54.000 millones. En la UIA, Massa les dio una respuesta de carácter político: con su triunfo en las elecciones, dijo, el 10 de diciembre empieza para la Argentina otro ciclo, que atraerá capitales de organismos multilaterales y fondos de inversión. Tal vez sean los brotes verdes de Massa.

Tal vez sean plazos demasiado extensos para alguien tan concentrado en la segunda vuelta. Un orden de prioridades que Massa admitió sutilmente cuando, en ese encuentro, acusó a Guzmán de haberle dejado la mayor parte de los vencimientos para un año electoral. Se entiende la urgencia: la mayor parte de las encuestas, incluidas las que encarga el peronismo, proyectan un final ajustado. La noche del triunfo, en el búnker del ganador, el equipo de propagandistas brasileños decía que habría preferido un resultado menos holgado que el que se obtuvo, siete puntos sobre Milei. “Era mejor seguir corriéndola de atrás”, explicaron. Dicen incluso que la euforia posterior duró demasiado tiempo, cuando debió extenderse por no más de 12 horas, al cabo de las cuales habría que haber vuelto rápidamente a trabajar. Porque ahí está, dicen, el otro punto que deben reforzar: que toda la estructura del PJ trabaje con la misma energía que en la primera vuelta a pesar de que ahora solo se jugará el cargo de presidente. Una verdadera prueba de lealtad.

Lo primero que Massa necesita conservar ahora es una vez más el entusiasmo en la provincia de Buenos Aires, donde obtuvo el 44% de los votos. Es probable que, después del triunfo de Kicillof, tenga que reforzar los vínculos pensando también en una reconfiguración de liderazgos dentro del PJ. El gobernador se lo venía diciendo en privado antes de octubre. Hay, por ejemplo, dirigentes como Andrés Larroque, que se habían desdibujado con la llegada de Insaurralde y que ahora vuelven a cobrar relevancia. Más si, como suponen en algunos municipios que salieron fortalecidos de la elección, Máximo Kirchner pierde en el futuro la jefatura del PJ.

Las dos próximas semanas mostrarán un cambio cualitativo en la campaña, que el catalán Antonio Gutiérrez-Rubí dividió en tres etapas: la primaria, la primera vuelta y el balotaje. En el Instituto Patria dicen que es hora de mostrar cabalmente las contradicciones de Milei. Este último tramo, que empieza el miércoles con nuevos spots, tendrá un mensaje más agresivo. E incluye un objetivo ambicioso: hablarles a los 6 millones de personas que votaron a Patricia Bullrich. “Castigo a los delincuentes”, “orden”, “institucionalidad”: tópicos que le cabrían más a lo que el líder del Frente Renovador representó en las campañas de 2013 o 2015. No costará trabajo. Hay un Massa para cada elección.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/massa-con-la-elipsis-del-desastre-nid04112023/

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