Nadie se lo imaginaba. El lunes 20 por la noche, en el estadio Rogers Arena de Vancouver, justo antes de que comenzara el partido de hockey sobre hielo entre el Vancouver Canucks y los San Jose Sharks, el duque de Sussex sorprendió a todos al ingresar con una amplia sonrisa a la pista para realizar el saque de honor del encuentro. Tras dejar caer el disco ceremonial –su abuela, Isabel II, tuvo a su cargo ese mismo saque veintiún años atrás, cuando realizó una gira de once días por Canadá– y chocar los puños con los capitanes Quinn Hughes y Tomáš Hertl, Harry se unió a su mujer, Meghan, que lo esperaba en el palco VIP junto a Markus Anderson, uno de sus mejores amigos: cuando ella era actriz y vivía en Toronto (allí se filmó la serie Suits en la que trabajaba), Anderson fue quien les organizó, en 2016, su primera cita en Londres.

Los duques vieron el partido como dos espectadores más: alentaron, gritaron de pie y celebraron cada jugada con bailes. Una vez que terminó el partido (con la victoria de los Canucks sobre los San Jose Sharks), Harry y Meghan brindaron con el primer ministro de Canadá, David Eby, y líderes de grupos indígenas y personal de los Juegos Invictus, el torneo que Harry impulsa para veteranos de guerra y militares heridos.