Generales Escuchar artículo

Gerónimo Frigerio: “Es frustrante que no podamos innovar aun ante el fracaso más evidente”

Para Gerónimo Frigerio no hay más tiempo que perder. Es aquí y es ahora. Esta era desordenada y caótica es la que los argentinos, “expertos en desorden, pero también en resiliencia”, tiene...

Para Gerónimo Frigerio no hay más tiempo que perder. Es aquí y es ahora. Esta era desordenada y caótica es la que los argentinos, “expertos en desorden, pero también en resiliencia”, tienen que aprovechar para reaccionar y despertar.

“Ya nadie está discutiendo el diagnóstico. No reformamos cuando teníamos pobreza en el 30%. No reformamos cuando tenemos pobreza en el 40%. ¿Cuándo vamos a reformar?”, se pregunta Frigerio, abogado experto en temas de desarrollo económico para América Latina. El estímulo para hacer cambios estructurales que coloquen a la Argentina en un camino de desarrollo sostenido es evidente: “El modelo chocó y estamos en agonía”.

La Argentina necesita un diálogo público-privado orientado a reformas para el desarrollo con una visión compartida

Si en su primer libro, Simple, Frigerio proponía ideas para el progreso y la transformación de América Latina; ahora, en Desarrollo. Una visión innovadora (Sudamericana), se propone inspirar, conmover y convencer con un tema que para algunos puede carecer de épica, interés y entusiasmo. No es el caso de Frigerio, cuyo linaje familiar se inscribe en los orígenes del desarrollismo en la Argentina de la mano de su fundador Rogelio Frigerio. Para su sobrino nieto Gerónimo –cuyo abuelo, Oscar, era hermano del referente desarrollista–, el desarrollo es un tema urgente, importante y apasionante.

“Yo planteo el desarrollo como un fin. Este tema, que quedó relegado a la política y a la macroeconomía, es un tema que hace a la vida de todos, en todos los planos, en todas las disciplinas. Es la macro y la micro. Es la política y son las instituciones y son las reglas. Y va directamente al desarrollo personal”, explica Frigerio, convencido de que las trabas que hoy atenazan al país se pueden convertir en oportunidades y el desánimo en esperanza.

Con una larga experiencia en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, Frigerio trabajó en distintos países de América Latina. Conoce el territorio, sus desafíos y dificultades. Y está convencido de que el continente puede y debe reapropiarse de una idea de futuro, un horizonte compartido, una visión conjunta que lo coloque en un camino de crecimiento e innovación. No lo hace con un paper académico ni con un escrito teórico: Frigerio propone intervenciones concretas y prácticas que combina una visión individual, nacional y regional.

–La Argentina pasó de ser un país en vías de desarrollo con un futuro promisorio a ser un país subdesarrollado con índices económicos y sociales alarmantes que, además, no dejan de empeorar. ¿Por qué?

–La Argentina es subdesarrollada porque no logró comprender que para ser un país desarrollado es necesario desatar el potencial de su sector privado con toda la fuerza. En otro tiempo, cuando el sector privado era pujante y el sector público era eficiente, era posible tener una coyuntura de crecimiento. Luego, el sector público fue aplastando el progreso del sector privado y las únicas que pudieron subsistir a esa regulación del Estado fueron las grandes empresas. Pero el sector privado está integrado mayoritariamente por empresas chicas que no pueden subsistir los tiempos, los costos y las complejidades que impone el Estado en cada trámite. Y como ese sector no logra generar riqueza ni crear empleo, hace la transición a la informalidad. No solamente tenemos un país subdesarrollado, sino también un país subdesarrollado que tiene que afrontar el desafío de hacer la transición de lo informal a lo formal.

La única manera de poder acelerar el desarrollo es entender que tenemos que impulsar a las microempresas y dejar que hagan negocios en todos los sectores de la economía

–¿Cómo sería el camino al desarrollo?

–La llave al desarrollo son las microempresas, ni siquiera las pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs). Las micro son la extraordinaria mayoría en nuestro sector privado. Es el emprendimiento familiar de dos personas, son los dos amigos, es el cuentapropista. Es el que emprende por vocación o por necesidad. Es el negocio chico. El negocio chico somos casi todos. Y con esta estructura del Estado el desarrollo es inviable. La única manera de poder acelerar el desarrollo es entender que tenemos que impulsar a las microempresas y dejar que hagan negocios en todos los sectores de la economía.

–En el libro usted plantea una serie de reformas en el sector público que incluyen reducir la cantidad de ministerios y reorganizar funciones. Además, plantea la necesidad de una visión conjunta e innovadora. ¿Qué estímulos habría para cambiar un estado de cosas sobre el que hay intereses consolidados e inercias muy difíciles de revertir?

–El estímulo es que chocó el modelo y estamos en agonía. En este momento hay una inflación por arriba del 100%, niveles de pobreza por arriba del 40% y un desinterés por toda la agenda que propone la política. Ahora hay un cambio de era que ofrece la posibilidad de reinventarse. Las grandes empresas, que representan el 1 %, aportan y después se redistribuye en forma de planes sociales y beneficios previsionales. Y ese modelo chocó.

–Y lo que usted propone hacia adelante es integrar al 99%.

–Exacto, porque ese 99% restante es el que va a generar riqueza en un cambio de era que no terminamos de visualizar y que es una revolución digital que se acelera cada vez más. Antes hablar de inteligencia artificial era abstracto, ahora ya podemos dialogar con ChatGPT, por ejemplo. La revolución digital no va a esperar. Los gobiernos pueden no adaptarse. Los privados nos vamos a adaptar todos. Nuestros Estados tienen la oportunidad de reinventarse a la luz de esta transformación inevitable y de un cambio que va a ser desordenado. Lo más interesante que tiene esta era, tan desordenada, es que nosotros somos expertos en desorden. Es el momento justo para entender que es nuestro tiempo y es el momento para hacer reformas estructurales. Mi frustración más profunda es que no podamos innovar aun ante el fracaso más evidente. Ya nadie está discutiendo diagnóstico. No reformamos cuando teníamos pobreza en el 30%. No reformamos cuando tenemos pobreza en el 40%. ¿Cuándo vamos a reformar?

–Esas reformas requieren de algunos consensos y treguas políticas y una colaboración entre el sector público y privado que destierre miradas anacrónicas y prejuiciosas. Y eso parece complicado.

–La Argentina necesita un diálogo público-privado orientado a reformas para el desarrollo. Para eso es necesario tener una visión compartida de desarrollo, y aunque parezca mentira, es en el peor momento en donde hay que elevar la mirada y decir “pongámonos como meta ser un país desarrollado”. Es con todos. Es buscar el mínimo punto de consenso y pensar, no en las reformas que podrían ser más eficientes sino en cuáles serían las más aceptables por más que tengamos distintas ideologías; cuáles serían las más implementables, entendiendo que el mundo está cambiando y que vamos hacia algo digital.

Planteo el desarrollo como una referencia que puede ser compartida por cualquier ideología

–Usted habla “una visión” y específicamente, “una visión conjunta”. Pero ese parece ser precisamente el problema: la ausencia de un rumbo sostenido y una hoja de ruta compartida. ¿Por qué hay más trincheras que puentes?

–Esta pregunta es la pregunta. Nosotros nos acostumbramos a discutir ideología y en el mundo de la ideología ni yo te voy a convencer a vos ni vos me vas a convencer a mí. Y así llevamos décadas y décadas. Y yo planteo el desarrollo como una referencia que puede ser compartida por cualquier ideología. Yo no dudo de que las personas de distintas ideologías y posicionamientos quieren para sus hijos y nietos que la Argentina sea un país desarrollado. Estoy seguro de que como meta podemos estar de acuerdo en eso. Ahora, para transitar el puente de la pobreza a la riqueza, tenemos que innovar. Es difícil innovar desde la discusión ideológica, pero no es difícil innovar si hacemos foco en la eficiencia, porque la eficiencia no es de izquierda ni de derecha, es eficiencia. Entonces, yo planteo cómo rediseñar el Estado para que sea más eficiente una vez que lo digitalices. ¿Querés un Estado presente? Perfecto. Mirando hacia futuro, el Estado presente es Estado digital, pero necesitás reorganizarlo para poder uniformarlo para que a nivel nación, provincia y municipios tenga la misma estructura; para que cuando lo digitalices sea más fácil que se vincule uno con otro. Si no tiene metodología de trabajo, démosle una metodología de trabajo para que sea más eficiente. Y pensemos en hacerlo de una manera que se pueda alinear con los otros estados de América Latina y se puedan hacer negocios en un ecosistema de 700 millones de personas. Insisto con la visión, porque sin visión ninguna empresa privada puede avanzar. No hay organización que no tenga una visión. Y nosotros no la tenemos. Ahora, ser un país desarrollado es una visión ambiciosa. Diría más, tuvimos nuestra última visión 200 años atrás, con la Independencia. Y para llevar esa empresa a cabo en los países de América Latina lo hicimos en cooperación. San Martín y Bolívar pensaron en algo más grande que ellos mismos. Perdimos eso. “Desarrollo” es una palabra que es medio y que es fin, porque el desarrollo es el proceso de reforma continua para progresar, para generar un escenario de mayores libertades individuales.

–Que esto haya sido así tanto tiempo es porque hay, también, negocios e intereses. ¿Qué se hace con eso?

–Lo primero es aceptar que los negocios e intereses van a estar siempre. Es ingenuo pensar que vas a erradicar la relación que hay entre gobierno e intereses. Eso fue, es y probablemente será. El punto es: las sociedades colapsan a lo largo de la historia cuando la redistribución falla o cuando el gobierno abusa demasiado; y estamos llegando a ese punto. Entonces, más que tratar de cambiar algo que es inmodificable, la cuestión es cómo cambiar lo que es modificable. Y lo que es modificable es integrar a la mayoría de la sociedad que está pagando impuestos altísimos y no puede generar riqueza. Hay un proverbio japonés que dice: “El que quiere subir inventa la escalera”. Emprender es inventar la escalera. Todo lo que estamos viviendo en revolución digital es emprender. Somos un país que tiene todo para ser un país desarrollado. Ahora, no esperemos que la digitalización nos lleve, porque podemos ser pobres y digitalizados. Para ser un país desarrollado tenemos que ser creativos, inteligentes y cooperar entre nosotros, no solo para tener la visión sino también para poder implementarla.

–Somos expertos en desorden, pero también somos expertos en autodestrucción.

–Sí, pero también somos grandes expertos en resiliencia. Somos resilientes. Si hay un país que puede romper con toda lógica es este. Lo lógico sería que nos vaya muy mal. Sin embargo, si hay un país que tiene la genialidad de romper con la predictibilidad de esa lógica es éste. ¿En qué momento nos vamos a poner el objetivo de ser un país desarrollado? ¿En qué momento Tato Bores va a perder vigencia? ¿En qué momento nuestros hijos o nuestros nietos van a hablar de temas distintos? ¿En qué momento vamos a dejar de tener una política que viva de la politiquería en lugar de contribuir a una mirada de desarrollo? El paso del tiempo no necesariamente cambia la agenda; entonces, algo tenemos que aprender. Cada crisis es más grande. Y como si fuera un espejo, cada crisis nos está diciendo algo y ahora nos está diciendo basta: basta de este Estado ineficiente, basta de hacer política de esta manera, basta de seguir oprimiendo al sector privado, basta de no ver que las microempresas somos casi todos.

–En la tapa del libro la palabra desarrollo está dentro de un círculo que tiene uno de sus tramos inconclusos. ¿Por qué?

–El círculo de desarrollo pone la palabra como si fuera en una especie de ojo, de zoom, de objetivo. Pero yo te diría: no se termina de ver y no se termina de hacer, por eso está inconcluso. Algo que tendría que ser casi intuitivo, el desarrollo, no se termina de ver. Algo que es más necesario que nunca porque no hay más tiempo, no se termina de entender. Te voy a contar algo que me pasó a mí hace veinte años. Yo trabajaba en el Banco Mundial y fui a una conferencia en la que estaba Lawrence Summers, que fue secretario del Tesoro y fue rector de Harvard. Nunca me voy a olvidar. Yo estaba en la fila uno escuchándolo, eran mis primeros días en el Banco Mundial y él dijo: “El problema con los temas de desarrollo es que no conmueven a nadie”.

–El desarrollo no tiene ninguna épica.

–Tal cual, el desarrollo no tiene ninguna épica. Dijo Summers: “Mi hija de 16 años donaría toda su plata para un pingüino empetrolado en algún lugar del mundo que no conoce, pero no pondría nada para tratar de ayudar a gente pobre que desconoce”. Decía él, “el desafío del desarrollo no emociona, no contagia”. Casi como si no interesara. Y, sin embargo, esto, que quedó relegado a la política y a la macroeconomía es un tema que hace a la vida de todos, en todos los planos, en todas las disciplinas. Es la macro y la micro. Es la política y son las instituciones y son las reglas. Y va directamente al desarrollo personal. Por eso utilicé la palabra desarrollo sin poner desarrollo económico. Cuando las personas masivamente entiendan que el desarrollo personal, en toda su plenitud, es fundamental para el desarrollo económico de todo el país, ahí encontraremos la llave. Cuando entendamos que el desarrollo personal genera mucho más que el progreso individual, que puede contribuir al desarrollo colectivo, eso hará que como comunidad podamos comprometernos mucho más con proyectos colectivos y cooperativos, que son los que normalmente se dan en las sociedades que admiramos. Es ese sentido de pertenencia y ese sentido de aporte. Es cómo actuar para poder, en el fondo, incidir en un proceso de mejora continua que es infinito. Nunca llegás, es infinito, pero es el único camino.

EXPERTO EN PROCESOS DE REFORMAS

■ Gerónimo Frigerio es abogado, especializado en desarrollo económico para América Latina; director general de la consultora gf Consulting Group.

■ Fue abogado del Banco Interamericano de Desarrollo (2003-2012) y funcionario del Banco Mundial.

■ Abogado por la UBA, tiene una maestría en Leyes –LLM en Finanzas– de Queen Mary, University of London, y estudios especializados en Harvard Business School.

■ En 2020 publicó Simple. Una idea para transformar el futuro de América Latina, reconocido con el Community Impact Award por el Queen Mary College, University of London.

■ Acaba de publicar Desarrollo. Una visión innovadora (Sudamericana), donde plantea convertir las trabas de los países de la región en una oportunidad para el cambio.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/geronimo-frigerio-es-frustrante-que-no-podamos-innovar-aun-ante-el-fracaso-mas-evidente-nid20052023/

Comentarios
Volver arriba