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El sello del kirchnerismo está dañado

Los peronistas atentos repararon en el detalle. La carta con que Cristina Kirchner insistió esta semana en su decisión de no ser candidata no tiene membrete del Frente de Todos, sino de Unidad Ci...

Los peronistas atentos repararon en el detalle. La carta con que Cristina Kirchner insistió esta semana en su decisión de no ser candidata no tiene membrete del Frente de Todos, sino de Unidad Ciudadana, la fuerza fundada en 2017 durante el gobierno de Macri. El nombre de los malos tiempos, cuando ella integraba la oposición. Ya lo había usado el 16 de septiembre de 2021, días después de la derrota en las primarias legislativas y casi en simultáneo con la renuncia presentada por De Pedro, en aquella epístola pródiga en reproches a Alberto Fernández. ¿El sello del kirchnerismo en su fase de repliegue, cuando se siente en minoría o inferioridad de condiciones?

Es como si la vicepresidenta estuviera últimamente queriendo volver a una identidad más definida. En el Frente de Todos han empezado a intuirlo. A diferencia de lo que pasó en 2021, con la derrota puesta, el acto reflejo aparece ahora en medio de la campaña. Pero las fricciones que desencadena son las mismas. Y volvieron a sentirse el martes, en el microestadio de Ferro, antes de que ella publicara la carta y durante el congreso nacional del Partido Justicialista. Dicen que los gritos de la mesa principal se oían desde lejos en la platea. Las divergencias afloraron de entrada, cuando Agustín Rossi, Santiago Cafiero y Victoria Tolosa Paz, los más afines a Alberto Fernández, advirtieron que el kirchnerismo no estaba dispuesto a cumplir lo pactado. Lo convenido, insistían, había sido designar ahí como apoderados para firmar las alianzas electorales al jefe del Estado y a Gildo Insfrán en sus respectivas condiciones de presidente del PJ y del congreso nacional del partido. Pero Alberto Fernández no estaba y, sobre el inicio del acto, Eduardo de Pedro sorprendió con una pretensión del Instituto Patria: que en la nómina de apoderados se incluyera a un tercero, Axel Kicillof.

Discutían entonces el fondo y la forma. ¿Cómo decidiría en adelante ese triunvirato? ¿Por unanimidad? ¿Por mayoría? “El que lo pudrió fue Wado”, se quejó después a este diario uno de los ministros. Como no se ponían de acuerdo, la salida fue elegir a Insfrán como único apoderado. Un gobernador leal a Cristina Kirchner. Micrófono en mano, Gustavo Menéndez levantó entonces la voz para comunicárselo a un auditorio que cantaba “Cristina presidenta”. ¿Un anticipo de lo que viene? Difícil imaginar una candidatura por consenso o una primaria controlada.

Lo que pase hasta agosto dependerá seguramente de la situación cambiaria. Hay por ahora algo constatable: indiscutido en su rol de candidato hasta hace tres semanas, Massa empieza a ser objetado incluso entre los kirchneristas. “Estamos a la espera de que aparezca alguna solución económica”, advirtió con dudosa inocencia un ministro de Alberto Fernández.

La falta de un ungido retrasa también la discusión en las listas. Hasta anteayer, cuando la vicepresidenta ratificó su renunciamiento en la entrevista con Pablo Duggan, algunos dirigentes del PJ todavía anhelaban convencerla. El miércoles, en la sede del Smata, Menéndez había insistido en la idea de crear la condiciones para que ella se lanzara: “Hay que garantizarle que, si salta, en la pileta hay agua”, dijo. Desde anteanoche, ese grupo de optimistas entra en una Pelopincho: ella parece más ocupada en trabajar el modo en que le gustaría ser recordada. Aunque eso la obligue a veces a forzar algo los hechos. Como el cepo durante su gobierno, al que restó importancia porque, dijo, permitía a cada ahorrista comprar hasta “2500 dólares” mensuales. ¿Olvidó que entre el 5 de julio de 2012 y el 24 de enero de 2014, cuando finalmente Kicillof devaluó, la compra de divisas para ahorro personal estuvo totalmente prohibida y que desde entonces el tope quedó en 2000 dólares?

Para los dirigentes que pretenden acompañarla es indistinto porque la vida sigue. El problema es la campaña, y la crisis se llevó puesto hasta el argumento de la proscripción. En el peronismo hablan primero de las dificultades que tendría la vicepresidenta para ganar. La verdadera razón del renunciamiento.

Lo que viene sería en realidad difícil para cualquiera; faltan seis meses para octubre y eso repercute en el ánimo del electorado. Hacía por lo menos 20 años que no se combinaban en esta magnitud desequilibrio cambiario e incertidumbre política. En apenas 27 ruedas salieron del sistema bancario unos 1000 millones de dólares. Es cierto que hubo momentos peores (en 2019 llegó a registrarse esa cifra en un día), pero no existía entonces tanta dispersión en la oferta electoral. “La vicepresidenta habla de lawfare, el Presidente inaugura un baño y el otro se siente Superman”, describió el máximo ejecutivo de un banco. La esperanza del establishment es que un adelanto del FMI atenúe el efecto de la kriptonita. Hasta ahora los depósitos aguantan, dicen en el sistema financiero, pero más que nada por la propia conformación de las carteras: hay un 65% que pertenece a personas físicas, no empresas, y la mitad de ese universo es inferior a los 100.000 dólares. Son pequeños ahorristas que no se sienten seguros llevando billetes a la casa.

Massa confía en que el Fondo acepte finalmente adelantar parte de los giros de este año, pero no está claro a cambio de qué y, lo más relevante, en qué contexto político. La tranquilidad cambiaria depende también del resultado de las primarias. “Acá la pregunta no es cuántos dólares quedan, sino quién viene en octubre”, dijeron en un banco.

La ansiedad impide planificar y contamina el presente. “Preguntémosle lo que va a hacer si gana, no le pidamos cosas que dependen del Gobierno”, corrigió a sus pares el metalúrgico Carlos Garrera el martes, durante un almuerzo que la Unión Industrial Argentina tuvo con Horacio Rodríguez Larreta. La entidad fabril debe renovar autoridades antes de las primarias; imposible intuir hacia dónde irá el viento para elegir el perfil del sucesor de Daniel Funes de Rioja. Las cámaras empresariales suelen adaptar sus estilos al de la administración con que deben convivir.

Es entendible también que parezcan cada vez menos dispuestos a financiar campañas. Quedó claro en las últimas elecciones en Tierra del Fuego, cluster habitualmente generoso para colaborar, y donde acaban de imponerse fácilmente todos los oficialismos de la isla: el provincial, a cargo de Gustavo Melella, que fue reelegido gobernador, y las intendencias de Ushuaia, Río Grande y Tolhuin.

En estas condiciones, lo mejor que les puede pasar a los empresarios es que Massa no abandone el Palacio de Hacienda. Pero cualquier decisión del Frente de Todos que no involucre al ministro en una candidatura tampoco será inocua. ¿Cómo reaccionaría Massa si, por ejemplo, la vicepresidenta se decidiera por De Pedro o Kicillof? Es otra lectura del teorema de Malena Galmarini: si, como ella retuiteó, el Gobierno se acabará cuando el líder del Frente Renovador se vaya del ministerio, ¿qué ocurrirá en el ministerio si el proyecto lo descarta? De estas cuestiones dependen también la relación con el Fondo y, como consecuencia, la disponibilidad de dólares.

Los empresarios esperan que parte del acuerdo esté cerrado: suponen que ningún ministro de un gobierno kirchnerista se arriesgaría a tomar en un año electoral medidas tan impopulares como la aceleración del crawling peg, los aumentos tarifarios y el alza en las tasas de interés sin tener al menos una señal. Mientras tanto, deberán resignarse a importar con cuentagotas como hasta ahora y sorprenderse cada día con alguna nueva restricción. La última, contemplada en una resolución que el Banco Central difundió anteayer: deberán tramitar aparte los dólares para el flete de cada importación.

Por eso tampoco da lo mismo Kicillof, Massa o De Pedro. Aunque el oficialismo, casi sin excepciones, espere una derrota en octubre. Hasta ahora, la vicepresidenta ha dado pocos indicios. Tal vez uno solo: le pidió días atrás a Cristina Álvarez Rodríguez, ministra de Gobierno bonaerense, que prepare un proyecto para separar la elección provincial. Porque la prioridad sigue siendo resguardarse en ese territorio en el próximo período. Si eso ocurre, el regreso de un kirchnerismo más parecido a sí mismo es altamente probable. Como Frente de Todos o Unidad Ciudadana, tampoco está claro, pero acaso con menos fervor que en aquellas resistencias de 2015 o 2017: lo que está dañado no es tanto el sello como un modo de gobernar que fracasó.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-sello-del-kirchnerismo-esta-danado-nid20052023/

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