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El hijo zurdo: una serie que, con altibajos, se atreve a mirar más allá de los tópicos habituales de la maternidad

El hijo zurdo (España/2023). Creador: Rafael Cobos. Elenco: María León, Hugo Welzel, Tamara Casellas, Alberto Ruano, Numa Paredes, Germán Rueda, Laura Toledo. Disponible en: HBO Max. Nuestra op...

El hijo zurdo (España/2023). Creador: Rafael Cobos. Elenco: María León, Hugo Welzel, Tamara Casellas, Alberto Ruano, Numa Paredes, Germán Rueda, Laura Toledo. Disponible en: HBO Max. Nuestra opinión: buena.

La maternidad se ha convertido en un tema recurrente de la ficción en este siglo XXI. Deseada o no, concentrada en los deberes o en los deseos, en la adolescencia o la madurez, es abordada a contrapelo de los mandatos de armonía y realización que dominaron en tiempos pasados. “Ser madre no es tarea fácil”, o “no hay una única forma de maternidad” son algunos de los tópicos habituales que disparan historias de diversos cuños genéricos: desde la autoficción al thriller, desde la comedia absurda a la insistente deconstrucción del melodrama. El hijo zurdo no es una excepción y su tarea es loable, aún encorsetada en algunos clisés y trampas para atraer a los espectadores. En ese sentido, uno de los disparadores que vincula al hijo del título con una agrupación neofascista como los “cabeza rapada” es apenas una excusa argumental para cristalizar la rebeldía adolescente que toma ese rumbo más como escapatoria que como convicción ideológica.

Pero vayamos al inicio. Lola (una excelente María León, habitúe de la comedia de su hermano Paco que aquí se luce con un personaje hecho de contención antes que de histrionismo) es una mujer de clase acomodada que vive en un barrio coqueto de la ciudad de Sevilla. Rodrigo (Alberto Ruano), su marido, es un político enredado en los asuntos del Ayuntamiento, algo frío y calculador en su escalada al poder. Con Lola tienen dos hijos, Inés (Numa Paredes), la obediente y responsable, y Lorenzo (Hugo Welzel), el rebelde. Allá lejos y hace tiempo, Lola tenía ambiciones de convertirse en escritora, pero su vida profesional parece haberse ahogado en sus responsabilidades domésticas y presiones familiares, impulsadas sobre todo por su madre, una de las fuerzas vivas y rectoras de la comunidad sevillana. La frustración y la infelicidad, suponemos, precipitaron a Lola a la bebida, escape que esconde con pocas artes y que en realidad utiliza como instrumento de tardía subversión. Eso es quizás lo que más la une a su hijo, la condición de rebeldes, y de zurdos, que antes que símbolo en el espectro ideológico funciona como anclaje de su desajuste social.

La historia comienza una noche cuando Lola recibe un llamado: Lorenzo está detenido. En la comisaría le informan la acusación: el ataque a un marroquí en una pelea callejera. “Ah, viene a ver al pelón”, le espeta el primer oficial que la atiende, haciendo referencia a la rapada de Lorenzo como identificación de su pertenencia sectaria. Quien lo acompaña en el calabozo es el Loco (Germán Rueda), un joven de las barriadas más humildes de Sevilla, también dedicado a las grescas callejeras de cuño xenófobo. En los pasillos de la comisaría, Lola descubre a Maru (Tamara Casellas), madre del Loco y mujer de trabajo que debe afrontar los pesares que le trae su hijo con el mayor estoicismo posible y sin muchos hombros en los que llorar. Es ese el vínculo más interesante de la miniserie porque enfrenta a Lola a una perspectiva más allá de ese círculo de dependencia del que no puede salir.

Creada por Rafael Cobos (guionista de aquella pequeña sensación que fue el thriller La isla mínima) y basada en la novela de Rosario Izquierdo, El hijo zurdo –de apenas seis episodios de 25 minutos- explora menos las raíces coyunturales del coqueteo fascista de Lorenzo y el estado de la juventud en el presente, que el vínculo entre una madre y un hijo que se parecen demasiado. A medida que avanza el derrotero de Lorenzo en la violencia y la autodestrucción, la escritura resulta para Lola un espectro posible de análisis de lo que sucede. Su hijo zurdo, al que refiere como “su vida, su todo” es el espejo de sus propios sentimientos contradictorios, sus intentos de sostener una familia que se desmorona en tensión con los manotazos para salvarse a sí misma. Si bien el relato se concentra en un presente que no se extiende más allá de algunas semanas, el pasado asoma en recuerdos dispersos, imágenes que podrían haber sido filmadas con un celular (en parte por el tamaño del encuadre), y que expresan una idea de felicidad manufacturada que en el hoy resulta inalcanzable. El libro que Lola escribe en sintonía con lo que vive es el verdadero intento de hacerse dueña de su historia.

Si la miniserie sale ilesa de esos falsos rumbos que suponen la política, los skinheads o la lectura social de la España contemporánea y se concentra en el complejo vínculo que une y desune a Lola y Lorenzo es porque tanto María León como Hugo Welzel construyen esa relación sin dar nada por supuesto, por naturalizado. Sus posiciones se alternan, se discuten, y ambos son capaces de expresar el dolor y el desconcierto con humanidad y sin manierismos. El hijo zurdo cree en la aceptación de ese vínculo aún herido y en la resistente capacidad de recuperarlo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/series-de-tv/el-hijo-zurdo-una-serie-que-con-altibajos-se-atreve-a-mirar-mas-alla-de-los-topicos-habituales-de-la-nid07072023/

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