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Anticipo. El país marginal al que le damos la espalda

Extracto de cinco de las historias que se relatan en Conurbano salvaje, el libro de los periodistas Carlos M. Reymundo Roberts y Daniel BilottaLa república de los FalconTerritorio fe...

Extracto de cinco de las historias que se relatan en Conurbano salvaje, el libro de los periodistas Carlos M. Reymundo Roberts y Daniel Bilotta

La república de los Falcon

Territorio feroz, interminable, el megapartido de La Matanza es una expresión cabal –acaso la más dramática– del conurbano profundo, la vasta región donde el país se queda sin niveles mínimamente razonables de vivienda, salud, educación, trabajo, asfalto, agua, cloacas, electricidad, gas… A esa lista infinita de déficits estructurales hay que sumarle uno: el transporte. Aun en zonas densamente pobladas, como Laferrere, la falta de colectivos deja a barrios enteros prácticamente desconectados. Miles de personas están en un virtual aislamiento y se ven obligadas a traslados a pie que duran horas. Fruto de esa realidad nació en Laferrere, hace 20 años, un sistema de transporte ilegal probablemente único en el país: los “0,50″ (cuando empezaron cobraban 50 centavos el viaje). Se trata de autos viejísimos, destartalados, sin luces, bocina, paragolpes, cinturones de seguridad…, en su mayoría Ford Falcon con 40 y 50 años en la calle, para viajes cortos que en general son compartidos. A comienzos de 2023 cobraban 60 pesos, y tienen distintos recorridos, circuitos y precio fijos. Es decir, autos en estado de descomposición y que están fuera del mercado automotor oficial (no pagan patente ni seguro) andan por las calles transportando a muchos miles de personas.

El espectáculo de verlos desfilar es dantesco para quien no tiene el ojo habituado: en su clamorosa precariedad, remite a Cuba, Haití o un país africano. Solo ese conurbano irredento, marginal, entrega una postal así: decenas de autos chocados, desvencijados, que parecen volver de una guerra, se suceden en una caravana incesante, a veces con pasajeros que se sientan en las faldas de otros para que quepan más. (Del Capítulo 1)

Un intendente de película

Gustavo el Tano Menéndez estuvo a un tris de alcanzar lo que tanto había esperado: la reivindicación pública de su carrera política con el estreno de Los bastardos, una versión cinematográfica de su biografía, basada en el guión que él mismo escribió en colaboración con su director, Pablo Yotich. El 12 de mayo de 2022 podría ser recordado como el día en que casi lo logra. Era la fecha prevista para el estreno en el complejo de salas que Cinépolis tiene en San Antonio de Padua, partido de Merlo. El municipio donde Menéndez es intendente desde 2015. Así lo había anunciado una campaña en la vía pública que cubrió las principales rutas y accesos a esa localidad. Sin embargo, surgió un contratiempo inesperado en la promoción en redes sociales que provocó el efecto contrario al deseado. Esas imágenes que adelantaban su contenido captaron la atención de Odisea Argentina. El ciclo que conduce Carlos Pagni en LN+ reveló el 25 de abril detalles poco conocidos de lo que debió haber tenido lugar diecisiete días más tarde. Fue suficiente para que el acontecimiento quedase atrapado en un misterioso y, en apariencias, interminable suspenso. Ninguna comunicación oficial informó las razones por las cuales los responsables de la producción resolvieron cancelar la exhibición pese al avant-première que había tenido lugar el 31 de marzo en el cine Gaumont, con una gala de invitados que incluyó a la mayoría de sus protagonistas y a otras figuras del espectáculo.

No existen antecedentes de un intendente del conurbano que pretenda laudar a su favor el paso accidentado que registró en la función pública con una expresión artística que lo revisa y corrige. El elenco de Los bastardos tenía a Gerardo Romano como uno de los protagonistas principales, con participaciones especiales de Nacha Guevara, Virginia Lago, Pablo Rago y Rodolfo Ranni, más un destacado casting de estrellas. (Del Capítulo 2)

La pequeña Bolivia

Para un porteño, Bolivia puede quedar muy lejos o muy cerca: son 2600 kilómetros hasta La Paz…, o apenas veinte minutos en auto hasta Ciudad Celina (antes, Villa Celina), uno de los mayores enclaves de bolivianos en la Argentina. Es llamada “la pequeña Bolivia”. Hacia el sur del cruce de General Paz y la Autopista Riccheri, la patria de Evo Morales ha sentado sus reales. Como probablemente no ocurre en ningún otro lugar del país, vecinos, comerciantes y transeúntes son de ese origen. Los locales tienen nombres tipo “Sucre” o “Cochabamba”, y no es extraño oír hablar en lengua quechua o aymara. Un paseo por la calle Olavarría, epicentro comercial, es como estar caminando por La Paz. “Olavarría trabaja más que el Once”, dice Edwin Sánchez (41 años, oriundo de Potosí), reconocido periodista de la comunidad. “Incluso locales de Once cerraron y se vinieron acá. En textiles y alimentos se están moviendo volúmenes enormes”. La fiebre económica que vive el barrio se asienta en esos dos sectores y en la construcción, que no para de crecer.

La llegada de oleadas de bolivianos a Ciudad Celina (hoy serían unos 100.000) provocó resistencias en los vecinos del llamado “casco histórico”, que de pronto se sintieron invadidos. Hubo incluso enfrentamientos, y se llegó a hablar de “guerra de barrios”. (Del Capítulo 3)

La feria del robado

En el conurbano proliferan los mercados callejeros, donde se vende de todo. Pero uno rompió el molde, basado en un cambio de modelo: la Feria de Solano. Para entender el suceso de esa monumental concentración a cielo abierto, que se extiende a lo largo de unas 30 cuadras en el límite de Quilmes y Almirante Brown, conviene reparar en el nombre con que ha ganado fama entre la gente: “la feria del robado”. Buena parte de lo que está a la venta proviene del delito. Nacida hace unos 50 años, fue creciendo y hoy es la mayor del país y una de las más grandes de Sudamérica. El origen más que dudoso de su mercadería (ropa, alimentos, herramientas, muebles, motos, celulares…) salta a la vista; también al oído: “Es obvio que muchas cosas son robadas: eso explica los precios que se ven”, admiten Elsa y Oscar, que venden gaseosas en la entrada de un baldío sobre San Martín.

Precaria, altar de la informalidad y atracción para muchos miles de personas, la feria abre los miércoles y los sábados. “Esto es una especie de Mercado Libre: se consigue todo lo que uno busque”, cuenta Susana, que atiende un pequeño puesto de ropa para chicos. Aunque expresión patente de ilegalidad, también es fuente de recursos en un territorio con creciente desocupación y 40% de pobreza. Roberto, de 46 años, ofrece objetos caseros que parecen el descarte de una mudanza, eso que ya nadie quiere. “Cosas que la gente me regala o que voy consiguiendo en la calle”, cuenta. Vecino de una villa cercana, dice que destina lo que recauda a “parar la olla de los pibes”. (Del Capítulo 7)

La vecindad del cartón

Cité a N. T. durante mucho tiempo. Sin saber quién era, conté con frecuencia una anécdota que lo involucraba porque me parecía un ejemplo apropiado para explicar por qué el peronismo conserva un significativo ascendiente electoral en la población de la periferia del conurbano. Lo hice la mayoría de las veces que fui convocado a exponer durante la campaña del 2021 sobre el eventual resultado de los comicios de ese año.

A ese efecto, sus datos personales carecían de relevancia. Cuando finalmente los tuve, resolví protegerlos. Si aparecieran, él podría sufrir una pérdida significativa en sus ingresos. O, tal vez, su trabajo. Lo que sigue es la reconstrucción de la forma en que me enteré de ese acontecimiento por Guillermo Viñuales, con quien conversé regularmente durante los diez años que fue jefe de Gabinete del entonces intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde.

Viñuales renunció a ese cargo el 10 de noviembre de 2020 y nuestras reuniones pasaron a ser más esporádicas. En la que mantuvimos antes de fin de año tuve la primera noticia de N. T. Un mes después de abandonar la función pública, Viñuales fue visitado en su domicilio por unos vecinos de Villa Fiorito que trataban de resolver el problema por el que atravesaba N. T., al que le había fallecido un sobrino.

Ni él ni su familia tenían el dinero suficiente para adquirir un féretro. Las novedades suelen llegar tarde a los barrios alejados de los centros urbanos. Se enteraron de que Viñuales había dejado de ser funcionario recién cuando fueron a verlo. Mientras lo fue, era el de mayor jerarquía del municipio con la responsabilidad de visitar las zonas más alejadas y de atender sus requerimientos. Por eso habían recurrido a él.

Por lo general, los presupuestos municipales tienen partidas específicas de subsidios para resolver emergencias de este tipo. La sorpresa de quienes intentaban asistir a N. T. fue mayúscula: la solución que habían imaginado se les esfumaba. Viñuales percibió la desesperación de quienes se habían presentado en su casa un sábado a la tarde. Aunque ya no pertenecía al gobierno municipal, contribuyó para que N. T. consiguiera el cajón.

Hasta allí podría ser apenas la crónica de una de las penurias que a diario padecen quienes forman parte del bolsón de pobreza más grande que tiene la Argentina. Pero lo que atrapó mi interés fue lo que ocurrió después de aquel funeral. Viñuales visitó a N. T., que vive de recolectar materiales en la vía pública. Especialmente cartón.

Para eso ingresó al barrio “8 de Diciembre”, de Villa Fiorito, que creía conocer muy bien. La había recorrido durante una década. La noche que se acercó hasta la vivienda de N. T. lo hizo reconsiderar esa creencia. El barrio comienza luego del 700 de Azamor, la calle que ganó notoriedad porque en el número 523 vivió Diego Maradona. Un poco más adelante, la calle desaparece como tal y se transforma en un pasillo. Viñuales lo transitó desorientado. Carecía de cualquier punto de referencia: la zona comenzó a resultarle un territorio de incógnitas. Algunas las despejaría con el diálogo que mantuvo con él en el patio de una casa sencilla pero prolija, donde su familia servía comida para gente aun más necesitada. Una luz cálida en esa noche oscura.

AQUELLA TIERRA PROMETIDA Por Carlos Reymundo Roberts

El conurbano bonaerense es un territorio enorme, superpoblado, pobre, desigual, feroz y, además, irredento: lleva más de 40 años de declinación, de sistemáticas penurias, sin que nadie atisbe a rescatarlo.

Podría decirse que todo allí lleva el signo de la desmesura. Su vigorosa industrialización, a comienzos del siglo pasado, lo convirtió en el gran imán, en tierra prometida para multitudes de personas del interior y del exterior; fue un crecimiento caótico, sin previsión ni límites, que hacía temer por su futuro. Después, en los años 80, el proceso inverso: decenas de plantas cerraron sus puertas; al volar por los aires la matriz productiva que había gestado aquel desarrollo, sin otro modelo que la reemplazara, millones de trabajadores y sus familias se vieron, casi de un día para otro, abandonados a su suerte.

En buena parte, hija de esa catástrofe económica y social es también la degradación de la política en el Gran Buenos Aires, un proceso que tan bien nos describe, en las estremecedoras historias que relata en este libro, Daniel Bilotta. Clientelismo, barones, punteros, compra de votos, trampas electorales, contubernios, mafias. La política allí suele discurrir por caminos sinuosos, oscuros, inconfesables.

Cualquiera que se acerque al conurbano verá que su otro sello indeleble es la desigualdad: barrios miserables conviven –en ocasiones, pared de por medio– con exclusivos countries; de un lado, apretujados ranchos o casillas a merced del clima, de desahuciados y de narcos; del otro, enormes chalets con parques, pileta, laguna, instalaciones deportivas y seguridad privada. El contraste es tan brutal que estremece.

Por mi trabajo en LA NACION, recorrí extensamente el conurbano. Lo que más me llamó la atención fue descubrir historias increíbles, fenómenos sorprendentes, cosas que, puede decirse, solo ocurren allí. Un ejemplo: la escuela de General Pacheco invadida durante años por sus vecinos para jugar al fútbol, hacer asados, refrescarse en el tanque de agua y poner a pastar caballos. Otro: en Laferrere, los “0,50″, sistema ilegal de traslado de pasajeros en autos viejos y destartalados, no autorizados para circular, que es el rey del transporte en el distrito, defendido incluso por las autoridades municipales. O el caso de Gustavo Menéndez: exintendente de Merlo de exuberante biografía personal, en busca de una reivindicación de su polémica carrera política se hizo filmar su propia película, pero nunca la pudo estrenar.

Conurbano salvaje relata esas y otras historias, que llevan el rasgo común de lo inaudito. Es un texto vivencial, testimonial, no académico. No es un ensayo ni una investigación, sí un fresco o una sucesión de imágenes que conforman, creemos, un retrato fiel. Nos encantó hacerlo. Esta tierra merece ser conocida.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/anticipo-el-pais-marginal-al-que-le-damos-la-espalda-nid01072023/

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