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Un discurso de despedida, un “pesar” y un último encuentro que hubiera preferido evitar

En el ocaso del pasado miércoles 6, en un clima inusualmente frío para diciembre, Alberto Fernández pareció dejar la Casa Rosada por última vez. Él mismo había adelantado que así sería. Si...

En el ocaso del pasado miércoles 6, en un clima inusualmente frío para diciembre, Alberto Fernández pareció dejar la Casa Rosada por última vez. Él mismo había adelantado que así sería. Sin embargo terminaría volviendo dos veces más antes de, finalmente, dejar el poder. Una en la mañana de este viernes, para grabar en el Patio de las Palmeras el mensaje con el balance de gestión que se transmitió horas más tarde por cadena nacional. Y la segunda vez está prevista para este sábado, cuando reciba a familiares de rehenes argentinos en Gaza y a autoridades extranjeras que llegaron para la asunción de Javier Milei.

Entre una y otra actividad, Fernández pasó sus últimas horas como presidente ordenando sus pertenencias en el departamento de Puerto Madero que habitó hasta su ingreso al poder y al que volvió para encarar junto a su fiel perro Dylan como única compañía, la vuelta al llano. Un escenario de contraste con los cuatro años de su gobierno, caracterizado por las internas del propio oficialismo, con las embestidas de Cristina Kirchner a la cabeza, y por una economía devastada con un 140% de inflación. También, con un demoledor 40 % de pobreza. Casi una ironía cuando el país celebra sus 40 años de democracia.

“Tengo un enorme pesar por no haber podido resolver el tema de la pobreza”, dijo el mandatario saliente en el último brindis con los trabajadores de Balcarce 50.

Fernández soñaba para sí otro final de su mandato. En sus planes estaba pasarle la banda a Sergio Massa, el hombre que desde que se encargó del Palacio de Hacienda, 16 meses atrás, no hizo otra cosa que no fuera tomar distancia de él, con el objetivo de alcanzar su propio sueño de llegar a Casa Rosada.

Quienes vieron a Fernández en los últimos días cuentan que está “tranquilo y aliviado”. También, que luce cansado, visiblemente avejentado, pero que se entusiasma al hablar de geopolítica y de los vínculos que trazó con diferentes líderes internacionales: el español Pedro Sánchez; el francés Emmanuel Macron, y el alemán, Olaf Scholz, con quienes habló en los últimos días en modo despedida. En su círculo cercano creen que Fernández es “más valorado afuera que dentro del país”.

Hacia el exterior orienta sus primeros pasos lejos de la presidencia y la hostilidad de los propios. Partirá en las vísperas del 18 rumbo a Turín, Italia, invitado por Macron y su par italiano, Sergio Mattarella, para participar como expositor en un encuentro sobre cambio climático. Luego recalará en Madrid donde ya está instalada Fabiola Yáñez y el pequeño hijo de ambos, Francisco.

En el futuro inmediato, Fernández planea “ir y venir” entre España y la Argentina. Al menos los próximos meses, en los que comenzará a dar clases en universidades locales, como una suerte de profesor consultor, mientras sueña cómo se reformulará el PJ, del que por ahora seguirá al frente. Un plan no compartido por esas filas, en las que le acumulan un talonario de facturas y apuntan a que estire su “exilio voluntario”.

En las últimas semanas, Fernández, blanco de la mayoría de las críticas de propios y ajenos, buscó transmitir su propia visión de lo que fue su gobierno, y apuró numerosas entrevistas con medios locales e internacionales, casi siempre en la soledad de Olivos. Allí, y en esa misma línea, trabajó en lo que fue su discurso de despedida, en el que se elogió a sí mismo y buscó “pintar” un balance positivo del “estado del Estado”. Está convencido de que hay variables y logros para resaltar. También, errores por reconocer.

Lo preparó junto a su portavoz, Gabriela Cerruti; su amigo personal y quien fue su secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, y el exvicejefe de Gabinete y flamante titular de la Auditoría General de la Nación (AGN), Juan Manuel Olmos. “El trío los panchos”, dicen internamente entre risas. La “mesa chica” de Fernández se achicó de forma brutal a través del tiempo y ellos fueron quienes lo acompañaron hasta el final.

La preparación tuvo un paréntesis con su último viaje oficial también con el sello de la nostalgia por lo que ya no será. Fue este jueves a Río de Janeiro, para su última Cumbre del Mercosur en la que Fernández se abrazó con su amigo “Lula” Da Silva y volvió a Buenos Aires para completar la retirada. En los vuelos de ida y de vuelta se dieron los últimos toques al discurso y Fernández encaró la partida de esa obra arquitectónica exquisita que es la Residencia de Olivos con unos jardines cuyo tinte apacible y bucólico contrasta con la realidad local.

En el ocaso de su gestión Fernández eligió emitir esas palabras a modo de despedida. Fue menos de 48 horas antes de que Milei dé a conocer su discurso y su propia visión del “estado del Estado” que recibe y se anticipa diametralmente opuesto. Entre uno y otro habrá un último momento incómodo para Fernández. Será cuando este domingo, en el Congreso de la Nación, se salude con Cristina Kirchner. Será, apenas, la tercera vez que lo hagan en el año y porque no les queda otra alternativa.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/un-discurso-de-despedida-un-pesar-y-un-ultimo-encuentro-que-hubiera-preferido-evitar-nid09122023/

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