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Tuvo varios negocios que fracasaron y perdió toda su plata, pero encontró un producto codiciado en el mundo

“No hay una receta del éxito. No creo que a todo el mundo le sirva lo mismo”, le dice a LA NACION Martín Frascaroli. Habla del éxito de su empresa, ...

“No hay una receta del éxito. No creo que a todo el mundo le sirva lo mismo”, le dice a LA NACION Martín Frascaroli. Habla del éxito de su empresa, Aivo, una compañía dedicada al desarrollo de Inteligencia Artificial conversacional, que fue vendida a un gigante, al líder del sector en Estados Unidos Engageware. Pero la frase también puede aplicarse a su trayectoria como emprendedor, y a cómo llegó a encontrar un producto codiciado en el mundo.

Frascaroli tuvo varios emprendimientos antes de Aivo. “Yo arranqué a emprender a los 15. Siempre digo que esa fue mi mejor época, porque vivía en un pueblo de 10.000 habitantes que se llama Leones, que está en la provincia de Córdoba, que es un pueblo agrícola. Y en esos primeros dos años hacía de todo. Instalaba dial up, armaba computadoras, fui camarógrafo del canal de tele. Digo, varias cosas que me permitían... Bueno, aprendí mucho de tecnología, pero a la vez era net income. No tenía gasto, así que imaginate que me iba bastante bien. Aparte era el único que lo hacía en el pueblo, así que me iba muy bien”, cuenta.

Y también algunos intentos fracasados de estudio, intercalados con negocios que no duraron. “Fui a estudiar a Córdoba, ingeniería en sistemas, lo cual nunca terminé. A los 18 puse un cibercafé con unos amigos que tenían plata y podían un poco ayudarlo a financiar. Lo tuvimos tres años. Lo vendí, en el medio me fui a estudiar marketing. Tampoco lo terminé, me di cuenta de que soy un mal estudiante. Pero vendí eso, puse una compañía de desarrollo de software para móviles. Lo cual me adelanté al mercado y perdí toda la plata que había ganado. Después armé una compañía de software que hacía una mezcla entre marketing y tecnología, que la tuve como ocho años y me di cuenta que no podía escalar. Decidí cerrarla para abrir a Aivo”.

En 2012, finalmente, crea Aivo. “Desde el día cero nosotros dijimos vamos a hacer tecnología para devolverle el tiempo a la gente, y elegimos el Customer Service, y fue desde el día ese que venimos con el mismo discurso. No es que lo fuimos cambiando, que lo fuimos adaptando según las cosas que sucedían en el mercado. Fuimos muy consistentes”, cuenta Frascaroli.

¿Qué es lo que hace Aivo? Usando IA generativa, automatiza modelos de conversación, crea chatbots que resuelven las consultas de clientes en diferentes canales de contacto. Trabaja con más de 200 empresas, como Sony, BBVA, Movistar y Tigo. Además de ser partner de Meta.

“Abrimos sin capital, de hecho la abrimos con una deuda. Después levantamos una ronda de inversión en 2012, fuimos creciendo. Levantamos otra ronda en el 2016. Nos fue muy bien, pero entre medio pasaron miles de cosas. De hecho la primera ronda la tengo a Marcos Galperin de inversor. Fue muy difícil, porque en esa época no había venture capital, no era hipergrowing. La gente no entendía qué era inteligencia artificial. Lo que era automatizar, no existía la palabra chatbot. También nos adelantamos un poquito al mercado. El proceso fue bastante complejo”, dice sobre los primeros años de la empresa.

Y el 24 de agosto pasado, Aivo anunció la venta a Engageware. La adquisición significa una aceleración muy fuerte para la empresa de Frascaroli. “Está muy alineado con el plan de expansión mundial que teníamos. Por otro lado, es una oportunidad muy grande para todo el equipo de Aivo en toda Latinoamérica, no solo trabajar para los clientes que ya teníamos, sino para empezar a generar propiedad intelectual y desafíos para casos globales”, destacó Frascaroli, que además es un emprendedor seleccionado por Endeavor, la organización que selecciona emprendedores “de alto potencial” y los apoya a través de una red de mentores de nivel global.

-No hay una receta del éxito, pero en el caso puntual de Aivo, ¿cuál pensás que fue la clave?

-Creo que a nosotros lo que nos sirvió es tener una visión global desde el día cero. Estar convencidos con que el modelo iba a ser por uso y no iba a ser otro. Y tener una visión, más allá de la visión global, ser consistentes con lo que queríamos hacer. Cometimos muchos errores, pero eso nos ayudó a mantener o invertir siempre en una tecnología grande. Trabajamos mucho tiempo también con compañías grandes, también cometimos algunos errores de querer ir a compañías pequeñas, pero siempre nos mantuvimos con el mismo segmento, con ganas de crecer, y eso fue lo que hicimos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/tecnologia/tuvo-varios-negocios-que-fracasaron-y-perdio-toda-su-plata-pero-encontro-un-producto-codiciado-en-el-nid06092023/

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