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Tras enamorarse de un hombre en Berlín, tuvo que decidir entre volver o quedarse: “La felicidad extrema provoca miedo”

¿Me quedo o me voy? La duda se instaló en la mente y el corazón de Sofía, dándole inicio a una batalla feroz. Su mente le decía que debía irse, seguir con su plan de vida y bajo ningún conc...

¿Me quedo o me voy? La duda se instaló en la mente y el corazón de Sofía, dándole inicio a una batalla feroz. Su mente le decía que debía irse, seguir con su plan de vida y bajo ningún concepto poner en riesgo su estabilidad, todo por un amor que había conocido apenas dos semanas atrás. Pero su corazón… su corazón no quería oír, le decía que estaba enamorada, ¡que despertara!, que la vida dura un suspiro y hay que vivirla con pasión.

Había llegado a Berlín para visitar a una amiga de la infancia que perseguía el sueño del artista en la capital alemana, donde las expresiones creativas parecían brotar de cada esquina y las calles inspiraban a cada segundo: “Debo admitir que no era solo el hombre que había conocido quien me había conquistado”, rememora Sofía. “La ciudad me pareció fascinante, jamás había visto tanta diversidad y libertad”.

Me quedo o me voy se transformó en un dilema que parecía no tener solución. La posibilidad de que Mark se fuera a vivir a la Argentina le parecía una locura total, que ella dejara Argentina, una locura mediana, y volver a su realidad porteña, una locura encubierta. Allí, en las calles de Buenos Aires, estaba su trabajo como abogada que hasta entonces le había regalado éxitos y comodidades gracias a sus padres, que contaban con un estudio; y después estaban sus tíos y abuelos tan queridos, sus sobrinos adorados, sus amigos de la vida y aquellos otros amigos emergentes, esos que a sus veintiséis parecían brotar por doquier: en el trabajo, en Pilates, en el curso de pintura en acuarela y en el posgrado que estaba culminando: “Dejar Argentina por amor era una locura, volver a mi país, en apariencia, no”.

Un hombre cautivante: “Nada era necesario, ni las máscaras, ni estrategias”

Mark atravesó la puerta de ese 14 de agosto de 2014 y nada volvió a ser igual. No fue su imponente altura, ni sus ojos transparentes, tampoco esa sonrisa -que más bien parecía media sonrisa- ni su vestimenta minimalista de impecable corte, con esos jeans oscuros y esa remera al cuerpo negra, con cuello en v. Fue su mirada, que al posarse en ella, la desnudó de cuerpo y alma. Sofía sintió que aquel hombre podía leerle los pensamientos y su vida entera sin necesidad de que ella le contara nada.

“Fue lo más extraño que me pasó en la vida. ¿Alguna vez te pasó cruzar la mirada con alguien y sentir una conexión inexplicable? Tuve parejas que duraron años y nunca lo había vivido. A él lo acababa de conocer y parecía que nada era necesario, ni las máscaras, ni estrategias”, asegura Sofi.

Todo se dio en el marco de una reunión de amigos, en una Berlín que la embriagaba. Sofía y Mark se acercaron con naturalidad, como si fuera obvio que debían transcurrir las próximas horas juntos. Él le contó que era periodista cultural para un diario importante y ella quiso saber todo acerca de una vida que a sus oídos sonaba fascinante, entre viajes, eventos, obras, libros, pinturas y conciertos. Después de una conversación en la que Sofi se perdió en sus palabras y sus ojos, él se interrumpió, le pidió disculpas y la invitó a que hablara de ella.

“Fue extraño, nada de mi trabajo me resultaba fascinante”, cuenta Sofi. “Me encontré diciendo que tengo amigos hermosos, una familia divina y hasta ahí llegué. Intenté contarle de mi trabajo de abogada, de mis días de traje y tribunales, de las confrontaciones entre personas en Argentina, pero me descubrí sin pasión”.

Dos semanas idílicas: “Con el tiempo aprendí que la felicidad extrema nos provoca miedo…”

Sofía recuerda las dos semanas que siguieron como el paréntesis más maravilloso que haya vivido jamás. El Tiergarten le pareció un paraíso y las huellas del muro, un testimonio conmovedor de la lucha del ser humano por lo justo, por su libertad. ¿Acaso no eran esas sus causas como abogada? ¿La justicia y la libertad? No halló una respuesta positiva sincera para su interrogante. Muchas veces en su profesión no había nada de justo y, sin dudas, allí en Berlín, junto a ese hombre maravilloso, sintió que hasta entonces jamás se había sentido realmente libre.

En alguno de los paseos inolvidables, Mark se detuvo, le dijo que nunca se había sentido tan cómodo, tan en su piel con una mujer, avanzó hacia ella despacio, pero sin timidez, y la besó.

“No sé si era la atmósfera de lo nuevo y diferente, pero nunca me habían besado así, ni jamás había sentido lo que sentí: como un mareo y una sensación entre miedo y felicidad extrema”, describe Sofía. “Con el tiempo aprendí que la felicidad extrema nos provoca miedo…”

Al beso le siguió la pasión, y a la pasión conversaciones más profundas, intensas, de aquellas que podían prolongarse hasta la madrugada: “A Mark no le importaba dormir pocas horas y decía que su trabajo había cobrado nuevos matices, que yo disparaba su creatividad”, continúa.

Pero entonces llegó ese momento previo al día de la partida, ese que está compuesto por los tres días previos, cuando la persona comienza a desdoblarse al saber que pronto llegará el adiós.

“Te amo”

Ni Mark ni Sofía habían mencionado la posibilidad de cambiar el curso de sus historias y compartir sus vidas. Pero sus comportamientos cambiaron, las conversaciones parecían más tensas, e incluso, dos días antes de la partida, tuvieron una pelea, nada grave, pero sí extraña para dos personas que hacía poco se habían visto por primera vez.

Aquel día, Sofía se fue de lo de Mark enojada y antes de lo planeado. Es mejor así, pensó, evidentemente no somos el uno para el otro y de esta manera será menos dura la despedida.

Un día antes, Sofía estaba preparando su valija en lo de su amiga, cuando oyó que ella atendía un llamado a la puerta. Apenas unos segundos pasaron, cuando Mark se paró ante Sofi, y con mirada rendida e inundada de amor, le dijo: “Te amo, no quiero que te vayas, quiero que probemos un futuro juntos”.

Sofi caminó hacia él, lo abrazó con fuerza y le susurró: yo también te amo.

¿Me quedo o me voy?

Tras respirar profundo, Sofi volvió a hablar: “Sí, te amo”, le dijo. “Pero, ¿no es una locura? ¿Cómo haríamos? No creo que las relaciones a distancia. Necesito las horas que quedan del día para pensar en claro.

¿Me quedo o me voy? Aquella pregunta tuvo su respuesta. Sofía decidió tomar el camino de la locura mediana, en contra de todas las predicciones personales y familiares. Escuchó a su corazón, pero aplacó su mente mediante razonamientos lógicos, como una lista de los pro y los contra y una pregunta que sentía que iba a pesar mucho más si se quedaba en Buenos Aires: ¿qué hubiera pasado si…?

Tras arreglar su mudanza, Sofía vivió tres años de romance intenso con Mark. No duraron “para siempre”, pero Sofía nunca se arrepintió de su decisión: “Hoy sigo viviendo en Berlín, me dedico a la cocina orgánica y saludable, tengo mi local boutique especializado y recorro el mundo buscando nuevos sabores. Se podría decir que el amor no funcionó, pero en realidad yo creo todo lo contrario. A Mark lo voy a amar siempre por lo que fuimos y por lo que logró despertar en mí: la búsqueda de mis pasiones y mi libertad. Y, sin dudas, me despertó un amor eterno: el que siento por Berlín”, concluye.

Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar con todos los datos que te pedimos aquí.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/tras-enamorarse-de-un-hombre-en-berlin-tuvo-que-decidir-entre-volver-o-quedarse-la-felicidad-extrema-nid20102023/

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