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¿Revolución o reforma?, la duda crucial

La sorpresa que hace una semana produjo el triunfo y, sobre todo, la magnitud porcentual de esa victoria de Javier Milei se prolongó y acentuó a lo largo de los días a ...

La sorpresa que hace una semana produjo el triunfo y, sobre todo, la magnitud porcentual de esa victoria de Javier Milei se prolongó y acentuó a lo largo de los días a extremos no previstos, aunque por nuevas razones.

Una singular paradoja envolvió al líder libertario inmediatamente después de su domingo triunfal y hoy resulta el gran enigma del gobierno entrante. Contra lo que podía preverse, la enorme (y no pronosticada) diferencia de más de 11 puntos que logró sobre Sergio Massa no reafirmó ni aceleró los tiempos y la radicalidad de la propuesta con la que el libertario llegó a la política, hizo campaña y se consagró electoralmente.

Todo lo contrario. El paso del tiempo, las designaciones de futuros ministros y altos funcionarios, las marchas y contramarchas, la inclusión y el borrado de nombres de la lista de su primer gabinete alteraron el rumbo, las percepciones y las expectativas. La incertidumbre que el resultado había despejado volvió recargada. La última baja del segundo nominado para dinamitar o dirigir el Banco Central, Demian Reidel, solo sumó interrogantes. Al final del domingo, lo compensó con la foto junto a Luis Caputo en viaje hacia los Estados Unidos, aunque sin definir su cargo. Una imagen no vale más que mil palabras.

La desordenada metamorfosis de Milei y otra sorpresa en Economía

La excepcionalidad absoluta de la llegada de Milei al Gobierno radica en un elemento mucho más potente que en la extravagancia de su persona, en la cortísima historia de su carrera política o en la ausencia de una construcción partidaria. El triunfo del libertario sobresale e impacta tanto o más porque es la victoria electoral de una propuesta revolucionaria, que impulsa, como reza la definición clásica, un cambio profundo de estructuras, económicas, políticas, sociales y culturales. No es solo la economía.

Milei promete y encarna un auténtico intento de poner patas para arriba casi todo lo establecido y lo políticamente correcto. Impugna y propone reemplazar el sentido común imperante. Nada que se hubiera conocido en la Argentina en los últimos 70 años por la vía de las urnas, sin fuerzas armadas atrás, ni el pueblo en las calles. Solo el lábil y heterogéneo, pero mayoritario voto popular. Esa fue la oferta que se impuso y que su núcleo duro de votantes abrazó.

El devenir de los acontecimientos desde la noche del domingo 19, sin embargo, parece empezar a enmendar, al menos de arranque, ese furor revolucionario, para darle más bien un tono reformista.

Las transformaciones radicales y rápidas, empezando por la dinamitación del Banco Central y la eliminación del peso para reemplazarlo por el dólar, entraron a boxes para ser postergados por la adopción de cambios graduales, que creen nuevas condiciones. Tal vez, con la esperanza de algún día concretar aquellos cambios disruptivos. Si entonces son necesarios o posibles. La realidad que se fue imponiendo en los primeros siete días al Presidente electo no la determinaron solo los factores estructurales y exógenos, como son la desastrosa situación económica, financiera y social vigente. O la comprensión de que la realidad es más compleja y menos dicotómica que lo que creía. Tampoco la modeló el poder remanente de los derrotados en las urnas y de los casi seguros afectados por el proyecto victorioso, que amenaza con tocar intereses y terminar con privilegios.

La casta, para decirlo en el lenguaje del ganador, está aún golpeada por la derrota y la sorpresa del 55,69% obtenido por Milei y solo el 44,30% que sumó el peronismo unificado, asistido por votantes de izquierda y centroizquierda. El clima de opinión quedó paralizado por el aturdimiento que sucedió a la explosión. Aunque en las redes sociales y en episodios callejeros, por ahora aislados, hayan avanzado, inquietantemente, algunos vengadores libertarios para atacar a quienes se identifican con valores y opiniones opuestos a los suyos.

En la primera semana, la mayoría de las limitaciones provino de factores endógenos del espacio triunfante, que están modificando, antes de asumir el Gobierno, la fisonomía y amenazando con reconfigurar la identidad construida desde que el libertario se asomó a la vida política, hace apenas tres años.

La dinámica de los acontecimientos, el sistema de toma de decisiones y la forma en la que se eligen y descartan tanto proyectos como candidatos a ocupar cargos sumó sorpresa y zozobra al entusiasmo de muchos de los propios y desconcierto a los futuros opositores.

El vertiginoso tránsito que fue del ingreso en la política a la campaña y el triunfo electoral resultó mucho más expeditivo y sencillo que lo que está mostrando ser la gestión de la victoria, la construcción del equipo de Gobierno y la llegada al poder.

Las tribulaciones y los problemas que emergen son el resultado de algo más profundo que no se reduce a la ruleta de nombres que salen y entran, que arrojan ganancias temporarias para unos y pérdidas definitivas para otros.

Frente a la mirada expectante de la mayoría de los tomadores de decisiones y formadores de opinión, solo los mercados reaccionaron mayoritariamente en sentido favorable en la primera semana del pradial libertario. Aunque no fue el caso de los bancos, afectados por el peso de la montaña movediza de Leliqs que atiborra sus carteras.

La suba de acciones de empresas argentinas asoma como un acto de fe o una apuesta basada en la convicción de que los activos argentinos están demasiado baratos y que tienen un gran potencial de alza. “Alto riesgo y alta rentabilidad en potencia”, como lo definió un inversor. Habrá que ver cómo reaccionan los jugadores del mercado ante las últimas novedades, la falta de definiciones y algunos tropiezos.

Cuatro pasos cruciales

Lo que ha quedado demostrado hasta ahora es que, más allá de la muy genérica propuesta radical, hay muchos déficits puntuales. Y se sabe que Dios y el Diablo están en los detalles. Son muchos los pasos que aún le quedan por dar a Milei para llevar a cabo su proyecto, sea revolucionario o reformista.

Primero, faltan aún el programa y los nombres de los ejecutantes principales de una partitura que tiene solo definido el estilo, pero que se escribe sobre la marcha y en función de las características personales de cada intérprete.

Luego, el Presidente electo y su equipo deberán definir y diseñar las políticas públicas concretas por llevar a cabo. Como ya se advirtió, los proyectos y los tiempos de ejecución prevista cambian al ritmo en que se modifican nombres y equipos y se exploran alianzas políticas. Conflictos y tensiones están a la orden del día. El armado de un Gobierno y, más aún, la construcción del poder son dificultades mayores.

En tercer lugar, Milei deberá asegurarse la viabilidad de sus proyectos, como mínimo, en el plano burocrático, legislativo y legal. El siguiente paso será contar con el soporte político para llevarlos a la práctica y exponerlos a la prueba de la realidad. Y, por último, tendrá que hacer que funcionen y tengan éxito. El decisionismo es solo voluntarismo si no se cuenta con el poder para pasar de la idea a la transformación de la realidad.

“Todavía hay muchos cabos sueltos”, reconocía ayer al fin de la tarde uno de los integrantes de la mesa más que chica del Presidente electo. Demasiados para la magnitud de la transformación que se propone, la crisis existente con la que asumirá el Gobierno y los desafíos que enfrentará dentro de solo 14 días.

Por ahora, lo acompañan y lo ayudan el aturdimiento de los derrotados, la sorpresa social y la expectativa que todo cambio de sentido genera. La reconfiguración del mapa político todavía ni siquiera empezó y la amenaza de reestructuración profunda de la maquinaria estatal mantiene en estado de parálisis a la mayoría de los actores.

Los que salieron preventivamente a amenazar con la resistencia se replegaron rápido, como el sindicalista aeronáutico Pablo Biró. No es que hayan revisado sus posiciones, sino que fueron advertidos de la extemporaneidad de su reacción. Apenas repliegues tácticos.

“Ya habrá tiempo de salir cuando lleguen al Gobierno y avancen con sus proyectos que seguro van a tener consecuencias negativas para muchos. Todavía no hay cosas concretas y hace nada que más de la mitad de la gente se manifestó en contra de lo que somos y representamos”, dice un oficialista que mira la realidad con un cronómetro político y un termómetro social. Tiene la ilusión de que el paso del tiempo y las medidas de ajuste y estabilización les devuelvan algún favor popular, aunque sin certezas de que vaya a ocurrir. El silencio manda.

El reordenamiento político partidario, además, está en etapa germinal. A la crisis de liderazgo, al fin de ciclo de estructuras que dominaron las últimas dos décadas y a la crisis de representación que atraviesa casi todo el establishment se le suma la fuerza de gravedad que empieza a ejercer Milei tras su consagración.

Si el libertario fue para muchos un significante vacío al que cada votante le daba su significado, a pesar de la nitidez de su propuesta y su ubicación en el espectro ideológico, la informalidad e inorganicidad de su espacio, sumados a la escasez de representación parlamentaria y poco anclaje territorial formal son una oportunidad para muchos actores en busca de su nuevo destino.

Esa condición objetiva es una ventaja que está intentando aprovechar Milei con la incorporación de dirigentes y técnicos, cuya coincidencia es la pertenencia a una centroderecha liberal o republicana, pero con diferentes orígenes partidarios. Macristas, peronistas cordobeses y federales están en la primera fila para cubrir vacantes. Pero entran y salen del organigrama del gobierno naciente sin certezas, mientras sus principales dirigentes presionan por mejores lugares con la promesa de darle a Milei sustento político. Sobran los managers y representantes de jugadores que buscan oportunidades y revancha en el campeonato que está por empezar.

La resolución de esa puja de mercado puede ser determinante para el destino del Gobierno que está por debutar y es una ventana de oportunidad bastante estrecha. Milei deberá evitar chocarse con el marco o romper el vidrio. Será la primera prueba para una cintura política que no ha sido ejercitada.

Por ahora, el libertario se ha movido entre el intento de no quedar preso de ningún aliado de último momento (aunque el macrismo pareció sacar alguna ventaja inicial), y las restricciones que ha encontrado. La selección de recursos ha chocado demasiadas veces y demasiado rápido con incompatibilidades, conflictos o rechazos generados por algunos de los seleccionados. El caso de los economistas Reidel y Emilio Ocampo es paradigmático.

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Una de las personas que conoce Milei desde hace más tiempo lo califica de “estratega intuitivo”, una categoría que agrega originalidad a su peculiar currículum. Los movimientos de la primera semana como presidente electo, por lo pronto, han desconcertado a aliados y adversarios.Tal vez sea por aquella condición.

La duda de muchos de ellos es si está confundido o aprovechando la confusión de los demás, mientras define la estrategia y el signo de su gestión.

¿Revolución o reforma? La incertidumbre es la única certeza. Y esa es la cuestión.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/revolucion-o-reforma-la-duda-crucial-nid27112023/

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