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¿Qué veo? La vida no es color de rosa para Greta Gerwig, pero sí es un juego

Hola, soy Dolores Graña, editora jefe de Espectáculos de LA NACION y te invito a suscribirte a este newsletter con las mejores producciones, entrevistas, críticas e historias de la semana....

Hola, soy Dolores Graña, editora jefe de Espectáculos de LA NACION y te invito a suscribirte a este newsletter con las mejores producciones, entrevistas, críticas e historias de la semana.

¿Quién hubiese pensado que la trivia acumulada durante años de consumir (u odiar) a Barbie de pronto serviría de algo? Pues sí, adultos pertenecientes a la generación X (como quien esto escribe, mayormente inclinados hacia la violencia contra el juguete creado en 1959) y el tercio senior de los millennials (seguramente más plácidos) se encuentran por estos días en la impensada posición de repartir miradas socarronas ante el fenómeno de marketing conocido como Barbenheimer, mientras secretamente adquieren entradas para descubrir si la película de Greta Gerwig consigue el raro mérito de equilibrar el amor por el juego creativo que propiciaba la muñeca con el comentario político acerca de los peligros de confundir la fantasía que creamos con la realidad en la que debemos vivir como adultos. La respuesta, contra todo pronóstico, parece ser que Barbie es todo lo que esperábamos que fuera, tanto para quienes la aman como para quienes la odian ¿Una película a la altura de su campaña publicitaria? Increíble. ¿Dos películas de estéticas y narrativas disímiles que provocan la necesidad de ir al cine? Un verdadero milagro.

De Christopher Nolan, el director de la biopic sobre “el padre de la bomba atómica”, mucho se ha escrito y teorizado desde su meteórico debut con Memento en 2000. Pueden leer mucho más sobre él en esta nota de Pablo Planovsky y en la crítica de Oppenheimer de Marcelo Stiletano. Pero es la directora de Barbie, Greta Gerwig, que el próximo 4 de agosto cumplirá 40 años, quien nos ocupa hoy: además de una creadora para descubrir, es una bandera para muchas cinéfilas por la infrecuente naturaleza de su talento. A lo largo de su treintena de películas como intérprete, luego como actriz y guionista (Maggie’s Plan, Frances Ha y Mujeres del siglo XX, en particular, son muy recomendables para observar el desarrollo de su estilo) y luego como directora y guionista –en solitario y junto con su pareja Noah Baumbach, como es el caso de Barbie– siempre está presente un tono agridulce, nunca ñoño ni sentimental. El corazón siempre está en el lugar correcto en el cine de Greta Gerwig, aunque su protagonista no sepa ni siquiera que tiene su corazón en juego. “Estoy muy interesada en los deseos que no entran en ninguna categoría determinada”, dijo alguna vez esta licenciada en filosofía. Sus películas son fácilmente categorizables –es un chiste, por supuesto– como la historia de cómo una joven se entiende como fenómeno único e irrepetible y luego aprende, contra su voluntad, que las personas que la rodean también lo son. Si la histriónica Ladybird (Saoirse Ronan), de su debut como directora bordeaba pero nunca llegaba a la caricatura –con sus veleidades de expresión artística, su desdén por su madre “convencional” y su nula disciplina para llevar a cabo las acciones que la alejarían de su lado– era porque la cámara era un sustituto de su autora, munida de la comprensión de quién había sido y la sabiduría de todo lo que le faltaba para llegar a la primera parada de su camino. Ladybird está disponible en Amazon Prime Video.

Mujercitas era otro paso, uno enorme: meterse con Jo March (Ronan nuevamente) no es para corazones débiles. La protagonista de la novela de Louisa May Alcott es un santo y seña para cualquier niña y luego mujer que sienta la necesidad de expresarse artísticamente y se rebele contra el inevitable costo personal y social de abocarse a ese ejercicio en sus propios términos. Gerwig deja en claro su postura a lo largo de la película, uno especialmente valioso en boca de Florence Pugh acerca de la importancia relativa del amor y del dinero en el contrato matrimonial, y por el camino también hace las paces con los costados menos “potables” de su heroína –que lo es y con todas las letras–, como sus claudicaciones ante la “respetabilidad” que le permitió a Alcott escribir por dinero, una preocupación que naturalmente comparte Jo y la acerca al execrable y aburridísimo profesor Bhaer (apenas un Ken “académico”), y suscribe las pragmáticas decisiones que cada una de sus hermanas sobrevivientes toman en pos de labrarse la mejor vida que permiten sus circunstancias. Lo dicho: Jo es única y lo sabe. Pero todas las March son únicas y lo saben. No escriben, dice Gerwig, y eso no las hace deficientes en el campo de la introspección, la ambición o el autoconocimiento: saben estar en el mundo y descubrir su belleza (Amy) y dar amor y ayudar a los demás a crecer (Meg), habilidades que la escritora de la familia solo conocerá a través de su ficción. Mujercitas está disponible en Netflix.

The New Yorker afirma que el próximo proyecto de Greta Gerwig es una nueva adaptación de Las crónicas de Narnia, de CS Lewis, para Netflix, un proyecto inusual para una cineasta tan centrada en la experiencia individual, sobre todo por los términos colectivos en los que siempre se ha planteado la historia de los hermanos Pevensie y su lucha por salvar a esta comarca mágica de las garras de la Bruja Blanca con la ayuda de Aslan, el león en el que muchos estudiosos ven cualidades cristológicas. Sea cual sea el atractivo de esta nueva excursión a un “país de la infancia” –claramente sigue sosteniendo la atención de la directora– la fantástica Barbie ojalá sea el punto de partida para que muchos espectadores se pregunten de dónde ha salido esta chica y cómo pueden seguirla.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/newsletters/que-veo/que-veo-la-vida-color-de-rosa-de-barbie-nid21072023/

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