Muchas personas expresan malestar y cansancio frente al hecho de que se sienten usadas y descartadas por los demás. Te invito a considerar estas dos ideas al respecto.

En primer lugar, imaginate que te encontrás en un ascensor. Cuando subís, ya hay cuatro personas en su interior. Las observás, pero no marcás el piso al que te dirigís. ¿Qué sucederá? Irás al piso que los otros marcaron antes. Uno marcó el 6, otro marcó el 9, otro marcó el 15, etc. Quiere decir que los demás te llevarán por su camino. Esta primera situación, nos recuerda que: “Tenemos que marcar nuestro piso”.

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¿Qué significa esto? Que debemos preguntarnos a diario: “¿Qué es lo que yo quiero?”, en lugar de estar todo el tiempo pendiente de lo que los otros quieren, de lo que a los otros les gusta o les disgusta, de si los otros se sienten bien al estar con nosotros.

Dicha actitud consiste en pararnos en el deseo personal. Es fundamental, para no sentirnos manejados por los demás, tomar nuestras propias decisiones porque, si yo no decido por mí mismo, los demás lo harán por mí.

Y, en segundo lugar: “Debemos tener el pasaporte siempre con nosotros”. ¿Qué sucedería si este documento tan valioso cayera en manos de la persona equivocada? Muy probablemente, haría mal uso de algo que nos pertenece y solo debemos usar nosotros.

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Recordá: nuestra identidad debe estar siempre con nosotros. No podemos entregarles a los demás el sentido de nuestra estima. El pasaporte para vivir en plenitud es el permiso que tenemos para disfrutar, para ser felices, para valorarnos en su justa medida. Dicho pasaporte tiene nuestro nombre y nunca debería estar en las manos de nadie más.