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Puertas Adentro. Visitamos a Ronnie Arias para mostrarles el colorido costado deco de este entretenedor profesional

“Amo la ciudad. Desde que me fui de mi casa, siempre viví de la Avenida 9 de Julio para el bajo, entre Retiro y Constitución. A este departamento lo compré en 2002 porque fue una excelente opo...

“Amo la ciudad. Desde que me fui de mi casa, siempre viví de la Avenida 9 de Julio para el bajo, entre Retiro y Constitución. A este departamento lo compré en 2002 porque fue una excelente oportunidad, pero, la verdad, nunca me imaginé que me iba a instalar aca”, nos cuenta Ronnie Arias. Por aquel entonces, vivía en San Telmo, en uno de los tantos lugares con carácter que reformó personalmente, una tarea a la que se dedicó, durante algún tiempo, incluso para terceros.

-¿Seguís con el trabajo de reformar casas?

-No, ahora no tengo tiempo. Volví a trabajar a full y ese costado lo canalizo en la casa de Uruguay, la única en mi vida que hice de cero.

Ronnie se refiere a la chacra cerca de Colonia que compró hace unos años, esa misma donde lo encontró la pandemia, de la que va y viene semanalmente, y cuya rutina de sol, perros, río, cocina y huerta da a conocer en sus posteos.

Entramos

Por centenario que fuera, lo único que dábamos por seguro es que la decoración de este departamento no sería clásica. Nos encontramos con mucha luz, mucho color y muchos muebles de diseño de las firmas Kartell (italiana) y Vitra (suiza) que Ronnie empezó a coleccionar en los 90.

“Un día fui a ver a Diego Guebel a su oficina de la productora Cuatro Cabezas y le digo: ‘¡Qué lindas sillas!’. ‘Te la regalo’, me contestó. Me dijo te LA regalo, pero yo me cargué las dos en un taxi”, se ríe Ronnie recordando la procedencia de las sillas negras del hall.

Amor, amor

“Nos mudamos hace un año y medio y estamos felices”, dice Ronnie. Juan, su sobrino, asiente, y nos cuenta que, aunque pasó casi toda su vida en Vicente López, le gusta el barrio. También, entre risas, las visitas guiadas de su tío. “Vamos por la calle y me repite: ‘Acá viví; acá tenía un novio, acá vine a buscar una silla... ese estilo’”. Juan eligió mudarse acá cuando su mamá, hermana de Ronnie, falleció súbitamente a principios de 2021. Tiene 22 años, estudia publicidad y trabajó un buen tiempo en el restaurante de Fernando Trocca.

-Contanos qué hay alrededor de la chimenea.

-El cuadro rosa es de un artista norteamericano que empecé a seguir en Instagram. Yo le daba like a algunas publicaciones nomás y un día, de la nada, me escribe: ‘Dame tu dirección, que te quiero mandar algo’. Las obras, en general, me llegan como regalo.

-¿Tenés la fantasía de comprarte alguna ahora?

-Cero. Después de mi crisis laboral , perdí la pulsión de comprar. Es más, lo que hice en ese momento fue vender un montón de cosas en Tienda Nube. Una de las pocas que quedaron fue esta Barbie de colección, que es un homenaje a la película “Los Pájaros”, de Hitchcock.

-¿Y dónde se trasladó esa pulsión?

-A la casa de Uruguay, sin dudas.

“Al niño vintage me lo regaló Gasalla cuando escribía sus guiones porque me dijo que soy yo cuando era chico, que tiene mi picardía”.

Ni un imán en la heladera

“No vas a encontrar un solo imán de comida: acá y en Uruguay, se cocina. Lo único que hay pegado a la heladera son fotos de gente querida”, dice Ronnie con orgullo.

-¿Cuándo aprendiste a cocinar?

-En la vida. Además, tuve un marido turco sefaradí ortodoxo que cocinaba muy bien, así que aprendí.

-¿En serio, Ronnie? ¿Ortodoxo?

-¡Eran los 80! . Acá cocina mi sobrino; yo no puedo tocar la cocina: es un pacto. Yo cocino en el campo. ¡Hasta las recetas para el Instagram tengo que hacer allá!

-Por lo menos, ¿te participa del menú?

-Nada. Todo surprise. Incluso cuando vienen amigos a comer.

-¿Cómo te gusta recibirlos?

-Es todo es muy informal. Tengo un grupo de amigos de siempre con los que nos juntamos una vez por semana, y lo único que importa es que la comida sea rica. Cuando viene Pablo del campo, vamos a comer afuera. Si estamos fusilados, comemos acá y cocina Juan. Pero es siempre familia.

-¿Antes tampoco hacías despliegue?

-En alguna época me estresé atendiendo invitados, pero ya no más. Pablo me carga cuando digo que trabajo con mi energía, pero es real. Soy periodista, pero hoy, más que nada, soy un entretenedor que lo que hace es tirarte una bola de energía, llueva o truene. Entonces, a la noche necesito que la gente que viene no demande mucho, porque cuando cruzo la puerta, me convierto en un puré de zapallo.

“Cuando conocí al artista y grafitero Nase Pop, le dije: ‘Vení y hacé lo que quieras’, y adapté la casa al resultado. Me tiré a la pileta porque me gustaba su estética, su mezcla de muralismo y diseño gráfico. No me mostró nada antes”.

-Viajaste muchísimo. ¿Te traías cosas para la casa?

-¡Siempre! Sobre todo, vajilla. Tengo todo el servicio de mesa de Charley Harper, que compré en la tienda Fish Eddy’s de Nueva York, sobre Broadway. Otro local que me encantaba era Vinçon, de Barcelona. Una pena que cerró. ¡Me gustaban hasta las bolsas!

-¿No vas al gimnasio?

-¡Ni loco! Entreno acá cuatro veces por semana. Corrí muchos años, pero me duelen las rodillas, así que desistí. Entonces, me dedico a hacer elongación y ejercicios de fuerza… Y campo, cuando se puede. Cortar leña… esas cosas.

-Cambiaste las puertas-ventana.

-Estaban en mal estado, más allá de la recuperación. Y, además, en una avenida así, poner doble vidrio se impone. Ahora, no escuchamos ni los piquetes. En España está todo así…

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-living/puertas-adentro-visitamos-a-ronnie-arias-para-mostrarles-el-colorido-costado-deco-de-este-nid06122023/

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