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Paula “Peque” Pareto: “Sin familia no hay logro deportivo”

Paula Belén Pareto (37) es campeona olímpica y mundial de judo, medalla de bronce en Beijing 2008 y oro en Río 2016. La primera deportista argentina condecorada en disciplinas individuales y la ...

Paula Belén Pareto (37) es campeona olímpica y mundial de judo, medalla de bronce en Beijing 2008 y oro en Río 2016. La primera deportista argentina condecorada en disciplinas individuales y la primera argentina en portar la bandera olímpica en la ceremonia de apertura de Tokio 2020; los mismos Juegos Olímpicos que fueron testigos de su despedida profesional. Hoy, abocada a la medicina, la ‘Peque’ también divide su tiempo despuntando la pasión por la cocina en la cafetería familiar. Asegura no extrañar ni un poquito las competencias, pero se emociona con los recuerdos del apoyo incondicional de su familia, amigos, colegas y los fanáticos argentinos. Orgullosa de sus logros, busca devolverle al judo un poco de todo eso que le dio a través de los años, aportando su granito de arena para impulsar la carrera de una nueva generación de campeones, como entrenadora del seleccionado sub-18.

–¿Qué tiene Paula Pareto en el corazón?

–¡Qué difícil! Te pusiste profunda… A mí me hace feliz mi familia. Tengo una familia muy hermosa… mi vieja, mi viejo, mis hermanos, mi sobrina, que para mí son todo. Es lo que me hace feliz. No tengo mucho más que pedirle a la vida. Los logros deportivos o logros de trabajo, esto que uno tiene en el día a día, son cosas que se dan y que, obviamente, a uno lo hacen feliz. Pero creo que sin mi familia, que son los cimientos de cualquier estructura que hacen fuerte a una persona, no hubiese llegado a nada. Hoy me sigue haciendo feliz mi familia, mucho más feliz que cualquier otra cosa.

–¿Qué distinto hubiese sido tener todos esos logros sin esta tribuna detrás?

–No hubiese sido posible, estoy convencidísima. Hace poquito veía una nota que me hicieron ni bien terminé la final de Río. Cuando vuelvo de abrazar a toda la tribuna, toda la emoción, me preguntaron: “¿Cómo creés que llegaste a esto? ¿Cuál creés que fue la clave?”. Ellos fueron la clave. Que estén ahí generó toda una esfera de energía, que es medio creer o reventar, pero yo creo que fue gracias a eso. Mi familia, mis amigos, el cuerpo técnico, los médicos, la gente de Argentina que fue a alentar… Yo siento que se dio por eso. Sin familia no hay logro deportivo.

–¿Tuviste que ceder muchas cosas por tu carrera?

–Lo que más me costó deportivamente, por competencias o por los viajes, fue perderme alguna reunión familiar, los cumpleaños familiares… Esas son las cosas que, a la hora de salir a competir, es cuando digo “es por esto”. Eso es lo que también me da fuerza y polenta, esas ganas de salir a matar a morir, en el buen sentido de la palabra.

–Lo que me desespera de los Juegos Olímpicos son los atletas que se preparan toda la vida para unos minutos de competencia…

–Y sí, en el judo podés perder a los dos segundos de lucha. Todas esas cosas se me cruzaron, pero yo dormía tranquila porque, como les digo a los chicos que ahora entreno, el resultado de las competencias es anecdótico. Si vos hiciste las cosas bien todos los días, el resultado está ahí. O sea, en la competencia no vas a hacer magia, vas a hacer lo que hiciste durante todo el proceso del día a día. Si en tu día a día hacés bien las cosas, los resultados decantan.

–¿Qué medalla creés que te cambió más la vida, la medalla de bronce en Beijing o la de oro en Río?

–Qué pregunta difícil. Yo creo que Beijing porque mi idea era competir y después dedicarme 100% a la parte médica. O sea, clasifiqué, entrené lo mejor posible, fue una experiencia barbará, pero no esperaba ni estar cerca de una medalla. Mi objetivo era ganar una lucha. Gané cinco. Ahí me di cuenta que se podía, que no era un imposible, y empecé a hacer las dos cosas a la par: la medicina y el judo.

–¿Extrañás la adrenalina de la competencia y la preparación para un Juego Olímpico?

–No, cero. Lo que si me agarra es esto de rememorarlo. Tal vez veo a alguien festejando o cayéndose, se me viene mi imagen y digo “¡Qué lindo!”. Tengo un muy buen recuerdo, pero no volvería bajo ningún aspecto. No lo veo como algo malo, pero no lo volvería a hacer. Lo disfruté y me trae un hermoso recuerdo, tanto lo que festejé como lo que no festejé.

–Cerraste un buen ciclo, lo hiciste de una manera súper sana.

–Yo hago judo porque me gusta, no por la medalla. Seguí haciendo lo que me gustaba y lo que disfrutaba. Siempre dije: no me va a retirar mi cuerpo, pero sí me voy a retirar cuando sienta que ya es suficiente. El alto rendimiento no es salud, esa es la realidad. El deporte es salud, el alto rendimiento te lleva a extremos que no son los más recomendables. Yo tengo una cirugía de columnas cervical con 37 años, no es lo mejor que te puede pasar. Pero bueno, son elecciones que también uno hace.

Fue triste, pero yo, la verdad, me fui feliz. Tanto por haber llegado, como el logro deportivo. Logré un diploma olímpico que en judo es un montón, y obviamente me hubiese gustado un poquito más, pero me fui feliz. Ganar o perder es parte del juego, yo siempre lo digo, y en Tokio gané un montón. Cuando volví me estaba esperando toda la delegación para felicitarme, de la misma manera que me esperaron después de Beijing con la medalla.

–Va más allá del resultado porque lo que aplaudían no era un diploma.

–No, era por mi última competencia. Yo creo que aplaudían la carrera deportiva. De esa competencia me fui feliz, como si hubiese vuelto con una medalla. De hecho, estoy agradecida de no haber vuelto con una medalla, porque no hubiese sentido lo que hoy siento cuando recuerdo que toda esa gente me vino a saludar. Gané dos medallas en otros juegos y en Tokio gané alegría, felicidad, amigos.

–¿Te acordás de ese viaje de vuelta, sabiendo que ya se terminaba tu carrera deportiva?

–Paz total. Quería volver, quería llegar y ver qué me esperaba.

–¿Cuál es el motor, qué te impulsa?

–El motor es cumplir con el objetivo. Y el objetivo era estar lo mejor posible para la competencia.

–Tenés que tener cuidado con lo qué te proponés porque una vez que te lo proponés, no parás.

–No. Soy medio cabeza dura. Tiene sus pros y sus contras.

–¿Cuál es la apuesta de tu vida?

–Poder devolverle al judo un poco de todo lo que me dio, que es en lo que estoy ahora, la parte técnica. Estuve ahí adentro, ahora estoy desde afuera, pero aportando al mismo equipo. Así que la apuesta es meter algún medallista, no te digo un mundial olímpico, pero sí medallas importantes para el país. Estoy como técnica de la selección, como formadora en la parte de desarrollo sub-18.

–¿Qué es la analogía de la rama y la nieve?

–Judo significa camino de la suavidad. La idea es aprovechar la fuerza del otro. Lo creó un japonés y en invierno veía por la ventana de su habitación cómo la nieve caía sobre los árboles. Las ramas más gruesas sostenían la nieve, pero las más finitas se doblaban dejándola caer. Cuando llegada la primavera, las ramas más gruesas aparecían en el piso, pero las ramas más finitas, que dejaban caer la nieve, permanecían. Por eso es el camino de la flexibilidad, de la suavidad. Cómo hay que ser flexible para perdurar. Eso es del judo, pero es también para la vida. Para qué vas a aguantar y aguantar, si te vas a terminar cayendo. Entonces, hay que ser un poco más flexible para tener perdurabilidad.

–¿Alguna vez competiste por plata?

–No, de hecho las becas siempre fueron medio paupérrimas, porque son becas deportivas. No hago esto por la beca, lo hago porque me gusta. Vuelvo un poco a la familia y la suerte de que siempre me apoyaron en lo que quise hacer. Si vos hacés las cosas por plata vas por mal camino. Es así en todo, me parece. Yo siempre hice las cosas por pasión. Siempre me moví por eso que me gustó y tuve la suerte de que me apoyaron.

–“El judoca no se perfecciona para luchar, lucha para perfeccionarse”. ¿Habías escuchado esta frase?

–La había escuchado. Yo creo que todos, cualquier deportista o cualquier persona en lo que hace, en la profesión que tenga, cuanto más haga más se va a profesionalizar. Es como esa frase de “el más exitoso lo es porque fracasó 200 millones de veces”, si no, no llegás nunca al éxito. Esto es lo mismo. El mejor judoca va a ser ese que más veces luchó y el que más veces perdió, porque de ahí aprendés.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/videos/paula-peque-pareto-sin-familia-no-hay-logro-deportivo-nid16112023/

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