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Música y cuentos de la Alhambra

De chico, el instrumento musical que más me gustaba era el piano. Era inevitable que cayera bajo la fascinación de la música de Isaac Albéniz; por esa razón, en cuanto me enteré del curso “...

De chico, el instrumento musical que más me gustaba era el piano. Era inevitable que cayera bajo la fascinación de la música de Isaac Albéniz; por esa razón, en cuanto me enteré del curso “España de exportación”, dictado por la licenciada Claudia Guzmán, musicógrafa del Mozarteum Argentino y del Teatro Colón, y catedrática de la UCA, me inscribí. Las clases, hasta ahora solo se dio una, se desarrollan en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, los miércoles, a las 18, organizadas por la Asociación de Amigos de la institución.

La España “de exportación” del título es la musical, la representada por Isaac Albéniz, Enrique Granados, Manuel de Falla, y sus “importadores” franceses, Claude Debussy y Maurice Ravel, sin olvidar a los argentinos de principios del siglo XX. Las exposiciones de Guzmán se ilustran con grabaciones y videos de las obras de los músicos citados. Por medio de ellas, se ejemplifica de qué manera los compositores conjugaron ritmos, instrumentos y recursos técnicos como el arabesco y el modo dórico, para crear el “sonido español”.

Guzmán comenzó por denunciar los “mitos” acerca de Albéniz, que él mismo se encargó de difundir para hacerse famoso. Algunas de esas fake news aparecen en Albéniz, película argentina de 1947 dirigida por Luis Amadori, con Pedro López Lagar como Don Isaac y Sabina Olmos, como su mujer. Albéniz nunca viajó a la Argentina, tampoco mató a nadie. Esos aspectos biográficos inventados por el supuesto protagonista e incorporados a su Diario fueron puestos de manifiesto por la entrevista que la crítica Helena Brillembourg le hizo por Zoom al Dr. Walter Aaron Clark, a la que los alumnos tienen acceso por correo electrónico. Clark, especialista en folclore hispano, es autor de Isaac Albéniz. Retrato de un romántico.

En clases posteriores, también se verá y se escuchará al artista Alfonso Alzamora, bisnieto de Albéniz, que, tras hacer un mural de cuatro metros de altura sobre su ancestro en el Museo Albéniz de Camprodón, escribió una biografía del músico a través de testimonios familiares: Suite Albéniz. Brillembourg –que es colaboradora de LA NACION– también entrevistará al historiador de arquitectura Juan Calatrava sobre la historia de la Alhambra.

Precisamente la Alhambra de Granada tiene un papel importantísimo en este capítulo de historia. El primero que volvió a dar brillo a las ruinas de ese conjunto de palacios monumentales fue el norteamericano Washington Irving (1783-1859), que vivió un mes, en 1829, en el centro de ese palaciego laberinto. El resultado de esa estada fue uno de los libros de más éxito de la época: Cuentos de la Alhambra. De esas páginas, surgió el interés de las otras regiones españolas, de Estados Unidos y de toda Europa por Granada y su fortaleza, fuente de exotismo literario. Los nacionalistas españoles consideraban que la música más representativa de la nación era la andaluza y el flamenco. Sin darse cuenta traicionaban su nacionalismo porque lo más “hispano” de la península provenía de la música africana y asiática introducida por los moros. La cerrazón nacionalista abrió España al mundo.

En la primera clase, Guzmán hizo escuchar una jota aragonesa. Le presté mucha atención porque la asocié con algo parecido y muy distinto: la tarantela italiana, en compás de seis por ocho: el mismo compás de la llamada “jota agitada”. Busqué en Google el parentesco, si es que lo había, entre una y otra. Lo encontré en los videos de la bailarina e investigadora de folclore Manuela Adamo y el bailarín y coreógrafo Miguel Ángel Berna. Jotas y tarantelas habían tenido una función terapéutica contra la picadura de la tarántula; además, las dos tienen como antepasado común la Grecia de la Antigüedad.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/musica-y-cuentos-de-la-alhambra-nid13062023/

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