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Messi súperstar: la selección argentina volvió a empezar con un nuevo mantra y la película de siempre

¿Cuántas veces puede pasar que ver la misma película le genere al espectador emociones nuevas, como si las anteriores no hubieran existido? Cada cual tendrá la suya entre las preferidas, esa qu...

¿Cuántas veces puede pasar que ver la misma película le genere al espectador emociones nuevas, como si las anteriores no hubieran existido? Cada cual tendrá la suya entre las preferidas, esa que se puede mirar una y otra vez, y que el sentimiento reviva. Ahora bien, el pueblo futbolero argentino tiene una que lo identifica: adora ver a Messi hacer el truco tantas veces como sea posible, aunque el protagonista ya haya pasado los 36 años y recorra el tramo final de su extraordinaria carrera. Y volver a gritar con él y por él. Y que de pronto, por un instante, todos sean uno detrás de la causa. La suya, que es la del nene que lo ve en vivo por primera vez y también la del papá, que lo vio decenas y lo disfruta como si fuera la única.

Hubo un momento en el estadio de River, ese momento, que transformó en barato el valor de las entradas y en anécdota el esfuerzo de quienes viajaron desde lejos para estar aquí. Fue esa caricia de zurda a la pelota, el gol, los brazos abiertos del héroe, el abrazo multiplicado. El fútbol en su estado más primitivo. Messi es eso: el amateur metido en el cuerpo de un súper profesional. El que quiere seguir estando porque sí, sin necesidad de inventar nuevos argumentos. Juega como si fuera amnésico: qué importa si ya tiene todo, por qué no volver a empezar. Será que su película es esa comedia de Adam Sandler y Drew Barrymore: “Como si fuera la primera vez”. Así vive su vida el hombre. En Argentina, en Europa, en Qatar, ahora en Miami. No importa. Todo empieza de nuevo cada día.

El mantra de Scaloni podría adoptar frases motivacionales e ilustrar las paredes de las habitaciones de los jugadores. “Aquí no ha pasado nada”, porque ya pasó todo. Pero él sabe que pide un imposible: no puede pretenderse que este grupo olvide que nueve meses atrás alcanzó el cielo del fútbol mundial. Y vivirá para siempre allí. Por eso la tarea del entrenador es tan diferente a la que debió tejer hasta llegar a Qatar: ahora trabaja para que los campeones se estimulen con la necesidad de construir todo de nuevo. No es fácil, por supuesto, dar con la tecla que reactive el espíritu competitivo. Incluso para el público: por momentos, pese a que 86 mil personas colmaron el Monumental, hubo instantes en que se escuchaban desde la tribuna los gritos de los jugadores. Una imagen que contrasta con los fotogramas de euforia que empapelan miles de hogares en el país. Volver a empezar nunca es sencillo.

El técnico decidió, en el comienzo de la ruta eliminatoria hacia el Mundial 2026, repetir 9 de los que fueron titulares en la final ante Francia: solo Lautaro Martínez (por Julián Álvarez) y Nicolás González (por Di María) fueron novedad. Y al comienzo, mientras Ecuador amagaba tímidamente con disputar el partido sin acodarse contra su arquero, la selección tuvo algo del movimiento que la llevó al título en diciembre. Se involucraba De Paul, el más activo; manejaba la pelota Enzo Fernández, se asociaba Mac Allister. Y Messi flotaba en la “zona Messi”, como toda la vida, esperando el resquicio que le permitiera enhebrar un buen ataque. Delante de ellos, Lautaro volvía a ser ese delantero que se faja con los defensores y busca su premio: podría haber llegado en la última jugada del primer tiempo, pero el palo se lo negó luego de que finalizara con un toque un centro de De Paul…

Ese instante mereció un mejor epílogo: fue el tramo de la noche en que el público se había parado de sus asientos para volver a entonar “Muchachos”, el himno mundialista, generando un contagio de afuera hacia adentro. Contrastó con la película de los 20 minutos anteriores, cuando el frío llevó las manos a los bolsillos, a la par que Argentina se enredaba entre cierta lentitud en los pases y algunos errores en defensa que la tibieza del rival no tradujo en peligro.

El salto de los jugadores para arrancar el segundo tiempo vino con energías renovadas. La selección decidió dar una marcha más, llevar las líneas hacia adelante y presionar en cada pelota suelta. Ya no estaba tan cómodo Arboleda, el jerarca de la defensa de cinco hombres que dispuso el español Sánchez Bas, ante la aparición de jugadores que llegaban desde atrás. Como Cuti Romero (el mejor del partido, imperial ante Enner Valencia, valiente para marcar y mandarse), que inició una jugada desde el fondo, llegó hasta el final de la cancha y mandó el centro atrás que terminó con un remate de Tagliafico en la parte alta del travesaño. Argentina hostigaba, movía el árbol, pero la fruta no caía.

Scaloni activó la rueda de los cambios con el ingreso de Di María (el segundo en el ranking de más aplaudidos durante toda la noche) por un insípido González. Después, Lautaro se fue sin el premio que mereció e ingresó Álvarez, al tiempo que Mac Allister le cedía el lugar a Paredes. En eso andaba el partido cuando llegó el momento Messi, que decidió ponerle su sello al comienzo de su ¡sexta! eliminatoria con un gol de autor. Si hasta pareció que Galíndez (rosarino como él, nacionalizado ecuatoriano) se plegaba al homenaje, dejando su rodilla sobre el pasto para hacer más poético el vuelo de la pelota. Entonces sí, el fervor qatarí volvió a posarse sobre el estadio. Y todos, adentro y afuera, volvieron a sentirse campeones. No hizo falta más.

Compacto de Argentina 1 vs. Ecuador 0

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/messi-superstar-la-seleccion-argentina-volvio-a-empezar-con-un-nuevo-mantra-y-la-pelicula-de-siempre-nid07092023/

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