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Maria Ressa: “En la batalla por los hechos debe intervenir la sociedad civil”

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Maria Ressa habla con una sonrisa envidiable del posible fin de la democracia y de cómo las empresas tecnológicas experimentan con nuestras emociones para cambiar lo que pensamos. La periodista y escritora filipina, símbolo de la prensa independiente y galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2021, sigue firme al frente de Rappler, medio que fundó en 2012, pese a que aún lidia con los escollos de la persecución por su combate contra el autoritarismo y su defensa de la libertad de expresión.

Tiene tiempo para todo, menos para pesimismos. Del otro lado de la pantalla, en su oficina en Manila, Ressa, de 59 años, nos cuenta sobre su último libro, ¿Cómo luchar contra un dictador?, en el que critica al expresidente filipino Rodrigo Duterte y al CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, al que llama “el mayor dictador del mundo”.

Sin perder el tono calmo, advierte que los periodistas se enfrentan a la vez al autoritarismo y a las mentes detrás de la inteligencia artificial (IA) que permiten el uso de la información como munición. Dice que el periodismo hoy es una profesión de resistencia. “Especialmente ahora que la tecnología se ha convertido en la guardiana del ecosistema de la información pública y ha hecho que los hechos sean discutibles –señala–. En la batalla por los hechos, el periodismo tiene que intervenir. Se nos encomendó la tarea de determinar los hechos en el ecosistema informativo y somos legalmente responsables de eso si nos equivocamos”.

La política en todo el mundo se ha convertido en una batalla de gladiadores a muerte. Y nunca fue así, porque, al final, la democracia consiste más en escuchar y llegar a acuerdos que en la libertad de expresión

Cuando Maria Ressa ganó el Nobel, junto a Dmitry Muratov, el comité noruego destacó que el galardón premiaba sus esfuerzos por salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición para la democracia. Nacida en Manila y criada y formada en Estados Unidos, Ressa, que durante una trayectoria de casi cuarenta años pasó por cadenas como la CNN, dice que el Nobel que recibió en 2021 fue un reconocimiento de que los periodistas han tenido que sacrificarse mucho durante los últimos años. “No pensé que fuera solo para nosotros, sino para todos los periodistas del mundo –dice–. Este es un momento crucial, el periodismo y la democracia están en peligro. A medida que los periodistas enfrentamos más amenazas, nos volvemos más débiles, nos convertimos en objetivos, porque si puedes cambiar la realidad, entonces es fácil controlar a la gente, que es lo que quiere un líder autoritario. Hoy, un 70% del mundo está bajo un régimen autoritario. Estamos eligiendo democráticamente a líderes antiliberales, y esos líderes están desmoronando las instituciones desde dentro y luego se están aliando para trabajar juntos a nivel global”.

–La línea para diferenciar una democracia de un gobierno autoritario es cada vez más difusa. ¿Cuándo deja un país de ser una democracia en el mundo actual?

–Qué gran pregunta. Creo que ocurre cuando se tiene miedo a hablar. Y los primeros ataques, en realidad, son propiciados por las empresas tecnológicas que ahora controlan la esfera pública. El hecho es que las mentiras diseñadas se propagan más rápido que los hechos. Los periodistas tenemos las manos atadas. Por estos días, si quieres una mayor difusión, incitas al miedo, la ira y el odio, y eso juega a favor de los populistas. ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo un país deja de ser una democracia? Cuando no existe el Estado de derecho, cuando no existen los hechos, cuando no hay integridad en las elecciones. Así que la pregunta es: ¿qué vamos a hacer al respecto?

–¿Se anima a dar una respuesta?

–Creo que parte de eso es que todos nosotros, y América Latina tiene también una coyuntura crítica, vamos a tener que dejar de ser usuarios de estas empresas de medios sociales y convertirnos en ciudadanos y exigir algo mejor. De lo contrario, estamos en un ecosistema de información donde nos están alimentando las mentiras. Este es el reto al que nos enfrentamos: las vías de información que nos conectan están literalmente pesando del lado de los dictadores.

–¿Por qué les resulta tan fácil a dictadores y populistas convencer a la gente?

–En parte es nuestra biología. También es nuestra sociología, el principio de “el grupo de dentro contra el grupo de fuera”. El “nosotros contra ellos”. La política en todo el mundo se ha convertido en una batalla de gladiadores a muerte. Y nunca fue así, porque, al final, la democracia consiste más en escuchar y llegar a acuerdos que en la libertad de expresión. Parte de la razón por la que esto ocurre es el diseño de las plataformas de las redes sociales, que han permitido a las operaciones de información de países como Rusia, China y, en realidad, a los actores políticos en cada uno de nuestros países, usar lo que antes eran métodos de venta y herramientas de marketing para sus operaciones de información. Un biólogo llamado Edward Osborne Wilson, que estudió el comportamiento emergente y las hormigas, dijo que la mayor crisis que enfrentamos hoy son nuestras emociones paleolíticas, nuestras instituciones medievales y nuestra visión de la tecnología como un dios. No hay barandillas en la tecnología, no hay leyes para protegernos, para evitar que seamos utilizados como perros de Pavlov. Estamos siendo experimentados en tiempo real a través de nuestras emociones para cambiar lo que pensamos.

–¿Qué tan responsable es el usuario, el lector?

–Las empresas tecnológicas siempre dirán: “Bueno, solo estamos reflejando cómo es la humanidad. Así que en realidad es culpa suya”. Eso es un error. Es como si los fabricantes de medicamentos culparan a los usuarios si alguien muere porque su medicamento lo mató. El problema es que esta tecnología es la industria menos regulada a escala mundial y es perjudicial. Recién ahora los efectos nocivos ya no son discutibles. Lo hemos visto, y el ascenso de estos líderes autoritarios, el impacto de los daños sociales en las mujeres de color, en las comunidades marginadas. Por eso, parte de nuestra lucha consiste en exigir justicia a la tecnología que se ha desatado.

–Ha dicho que las operaciones de la información ya no buscan hacer creer en algo, sino hacer desconfiar de todo. ¿Cómo ha evolucionado la desinformación en los últimos años?

–Voy a poner tres ejemplos. El primero, que conozco personalmente, es que cuando eres el objetivo de operaciones de información no es un ataque de personas reales. Están coordinados para atacarte. En 2016, nos preguntamos cómo afectaban los algoritmos de Facebook a la democracia y lo que ocurrió fue que me bombardearon con una media de 9908 mensajes por hora. El objetivo final es golpearte hasta silenciarte. El segundo punto es que todos los demás están viendo esto. Se llama astroturfing. El objetivo es hacerles creer la propaganda contra ti. Y, finalmente, si repites una mentira un millón de veces, se convierte en un hecho. Esto es lo que han hecho las redes sociales. Hay filipinos que creen que soy una criminal. Ese tipo de manipulación insidiosa, que hemos rastreado hasta las redes de desinformación pro Duterte y pro Marcos, debería ser ilegal y debería generar una rendición de cuentas. Eso es parte de lo que le pedimos a un organismo mundial. Todo esto es parte de la razón por la que las democracias están muriendo.

Los periodistas son los únicos lo suficientemente insensatos como para seguir exigiendo respuestas a preguntas molestas que hagan rendir cuentas a los dirigentes

–Entonces, ¿los periodistas estamos haciendo mal nuestro trabajo o simplemente esto es demasiado?

–Claro que es demasiado. No deberías pedir a los periodistas que hicieran esto. Pero aquí es donde estamos y no tenemos más remedio que lidiar con ello. Es como lo que pasa con la contaminación ambiental. Filipinas es ahora el país más propenso a las catástrofes de todo el mundo y no podremos solucionar eso hasta que arreglemos el problema de nuestro ecosistema de información.

–A pesar de la crisis que afecta a los medios y del auge de la desinformación, muchos gobernantes autoritarios siguen atacando y buscando desprestigiar a la prensa. ¿Por qué?

–Poder. Poder y dinero. Porque los periodistas son los únicos lo suficientemente insensatos como para seguir exigiendo respuestas a preguntas molestas que hagan rendir cuentas a los dirigentes. Esa es nuestra tarea en nuestras democracias, y sacrificamos mucho para hacerlo. Sin unos medios de comunicación vibrantes, una prensa vibrante, no se puede tener una democracia sana.

–Ha criticado a Mark Zuckerberg. ¿Qué piensa de la figura de Sam Altman, CEO de OpenAI, y de la popularidad y el avance de la IA? ¿Qué tan preocupada está por todo esto?

–Extremadamente preocupada, y creo que Altman no es sincero y está haciendo exactamente lo mismo que Zuckerberg. Altman lanzó una tecnología que representa un gran peligro y que él mismo afirma que es existencial, y lo señala cuando los daños están ocurriendo ahora mismo. Y luego, cuando la Unión Europea anuncia una regulación, él afirma que no quiere ser parte. Es algo así como “queremos regulaciones, pero no queremos regulaciones. Queremos regulaciones, pero trabajaremos entre bastidores para evitar las regulaciones para que podamos seguir haciendo dinero”. Parte del problema actual es que las empresas tecnológicas no deben ser quienes determinen las medidas de seguridad. Y hasta que no puedan demostrar que su tecnología es segura para los seres humanos, no se les debería permitir que la pongan en marcha impunemente.

–Usted es una experta en desenmascarar estrategias políticas para desinformar en las redes sociales. ¿Ve algo que le preocupe de esto en América Latina?

–Sí, lo mismo que me preocupa en todo el mundo. Hablemos de tecnología e IA. El primer contacto de la inteligencia artificial lo llamamos la primera generación. Esto es aprendizaje automático y algoritmos, algo mucho menos sofisticadas que la IA generativa. ¿Qué pasó? Los daños del aprendizaje automático y del contacto con el algoritmo siguen ahí. No se han solucionado. Nuestras democracias están en peligro. Nuestras emociones y nuestra forma de pensar, nuestros sesgos cognitivos, todo esto sigue estando en peligro. Lo que se convirtió en arma en la primera generación fue nuestro miedo, ira y odio. Lo que podría convertirse en arma en la segunda generación es nuestra soledad. Esta IA generativa pretende ser un ser humano, pero no lo es. No tiene valores, no tiene moral, no puede distinguir el bien del mal. Y, sin embargo, puede sonar como un ser humano. Hay startups ahora, miles de startups, utilizando IA generativa que dan a esta máquina cualidades antropomórficas. Hay una startup que pretende darte un compañero para toda la vida. Este es un momento extremadamente peligroso.

–¿Por algo en particular?

–A finales de 2024, llegaremos a un punto de inflexión con elecciones críticas que inclinarán el mundo. Podría ser el fin de la democracia, dependiendo de los resultados. Acabo de llegar de Taiwán, donde habrá elecciones. Indonesia, la mayor población musulmana del mundo, tendrá elecciones. América Latina también. Estados Unidos tendrá elecciones críticas. India, la mayor democracia del mundo, también. Hay mucho en juego. Y lo que hagamos hoy, la forma en que exijamos reformas a las empresas tecnológicas, determinará si nuestra democracia sobrevive.

–Más allá de lo obvio, ¿cuál es la diferencia trascendental entre los periodistas y todo lo que produce la IA?

– Al final, toda esa tecnología se alimenta de lo que ya ha sucedido, incluyendo todo lo que su organización de noticias ha creado en español, todo lo que Rappler ha creado, incluyendo todos los medios de comunicación llenos de ira y odio. ¿Deberían esos modelos de lenguaje ser alimentados con todo el contenido que nos cuesta dinero crear? Ese es el primer punto. Y lo segundo es que ese gran modelo de lenguaje puede buscar patrones, pero no puede predecir, porque no es real. No está reaccionando a nuevos eventos, está tomando todas las experiencias del pasado y luego extrapolando hacia adelante. Es extremadamente peligroso y esa es parte de la razón por la que gente como Sam Altman y los CEO de estas empresas están advirtiendo que podría ser un momento existencial, ya que también se está codificando. Entonces, si es tan peligroso, ¿por qué deberíamos permitirles experimentar en tiempo real, en la vida real?

–El periodismo enfrenta amenazas precisamente cuando más necesitamos de los lectores para seguir haciendo nuestro trabajo. ¿Cómo ve los próximos años para la prensa?

–Tenemos que trabajar mucho más juntos. Tenemos que dejar de pensar en las organizaciones de noticias como competidores, porque estamos en el mismo bando en la batalla por los hechos. Tenemos que adoptar un enfoque que abarque a toda la sociedad. No pueden ser solo los periodistas. Tiene que intervenir la sociedad civil. Aquí es donde hay que ejercer la ciudadanía, porque se nos acaba el tiempo.

–¿Seguirá usted en esta batalla?

–Tenemos que hacerlo, ¿verdad? Yo siempre digo que voy a seguir corriendo hasta finales de 2024 y después dormiré.

–¿Cuáles son sus razones para ser optimista?

–Porque no podemos ser pesimistas. Porque creo en la bondad de la naturaleza humana y porque creo en la democracia, creo en la misión del periodismo. Tú lo has dicho, la misión del periodismo es hoy más crítica, más importante que nunca. Cuando fundamos Rappler la gente nos decía que estábamos locos, que no podíamos sobrevivir. Y lo hemos hecho. Y no estábamos locos. Así que seguimos adelante.

–¿Qué clase de profesión es el periodismo en una situación así?

–Una muy peligrosa, en la que tienes que preguntarte qué estás dispuesto a sacrificar. A medida que la democracia retrocede, y llevamos 50 años de retroceso, hemos visto más ataques y periodistas asesinados o encarcelados. Si eres periodista, estás en las trincheras y a menudo sufres ataques si un gobierno quiere reclamar el poder, porque la primera instancia para que lo hagan es la batalla por la información, la batalla por los hechos.

LUCHADORA POR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

PERFIL: Maria Ressa

■ Maria Ressa nació en Manila, Fillipinas, en octubre de 1963. Es fundadora y directora del portal informativo Rappler. Ha sido periodista de investigación y corresponsal de CNN en el sudeste asiático durante dos décadas. Trabajó además para otros medios y cadenas.

■ Por sus investigaciones, ha sido objeto de persecuciones judiciales por parte del expresidente filipino Rodrigo Duterte. Se le hicieron diez cargos criminales a ella y a su medio, cuatro por evasión de impuestos, pero este año fueron desestimados.

■ Emigró con su familia a los Estados Unidos a los diez años. Allí estudió en Princeton y luego obtuvo una beca Fulbright para cursar un máster de periodismo en la Universidad de Filipinas.

■ En 2021 obtuvo el Premio Mundial de la Libertad de Prensa de la Unesco y el Premio Nobel de la Paz, por “salvaguardar la libertad de expresión”. Fue elegida persona del año por la revista Time en 2018.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/maria-ressa-en-la-batalla-por-los-hechos-debe-intervenir-la-sociedad-civil-nid15072023/

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