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Máquinas para volar y raros instrumentos nuevos en una experiencia fuera de tiempo

Podría ser un laboratorio como el que imaginó Mary Shelley para Frankenstein, con boyas ...

Podría ser un laboratorio como el que imaginó Mary Shelley para Frankenstein, con boyas de hierro sumergidas en líquidos que se ven densos detrás del vidrio. O podría ser el taller de inventos de un tal Leonardo, donde palancas y poleas accionen, por ejemplo, mecanismos para volar. En cualquier caso, las salas de exposición de Arthaus no podrían ser, son, aquí y ahora, y exudan una creatividad que parece fuera de época: aparatos más bien artesanales, mecánicas ajenas a cualquier idea de tecnología digital, obras creadas por artistas o músicos o alquimistas o arqueólogos o científicos. Este es el quid de la cuestión, La memoria de los materiales, una muestra colectiva que pone al espectador literalmente en un lugar inquietante: no es posible mantenerse al margen de estas curiosas piezas manipulables.

La revancha de lo obsoleto tiene aquí seis protagonistas: Sergio Lamanna, Donjo León, Diego Dubatti y Hernán Soriano comparten la planta baja mientras que Juan Sorrentino y Andrés Aizicovich se ubican con sus aparatos en el nivel superior. Desde sus solitarios talleres llegan a reunirse “como en un coro donde cantan todos juntos” y “constituyen un relato”, le gusta decir a María Teresa Constantín, mientras se humedece las yemas de los dedos para hacer sonar los tubitos de vidrio de un instrumento atípico. Con Gabriela Vicente Irrazabal, la otra curadora de esta exposición, ponen el acento en la capacidad del colectivo para recuperar “saberes transmitidos o redescubiertos, por asalto, en zonas descuidadas del conocimiento-escriben-. Hacen suyos y adoptan coletazos emergentes de lo viejo, lo raro, como escape de la norma. La rugosidad áspera o la caricia pulida del material están en las obras señalando la presencia constructiva de la mano. La curiosidad científica puede devenir en poéticos objetos inservibles”.

Claro, la curiosidad es el sentimiento imperante: curiosidad de probar cómo se accionan dos inmensas alas que reciben al espectador en el hall del edificio del microcentro; curiosidad de comprender la generación de una sinfonía de gotas en lo que podría ser la proa de un barco abandonado; curiosidad de usar el viejo pedal de una máquina de coser para hacer que el jabón pegue toda la vuelta por los vericuetos de una tubería hasta soltar una burbuja por la boca de una trompeta. Redunda decirlo, pero cierto carácter lúdico se pone en juego en eje cartesiano con leyes de la física.

En feliz conjunción la música se encuentra con las artes visuales. Se provocan sinestesias: los sentidos están de fiesta en el rincón donde despliega su conjunto Hernán Soriano. Bases de madera con desechos y piezas metálicas para percutir; la partitura de un “Preludio” hecha con trozos de semillas de palta y lápiz sobre papel; y un cordófono de muro que se puede rasgar. A propósito, el artista ganó en noviembre pasado el premio Azcuy por un proyecto con instrumentos que activarán los habitantes de un edificio de Caballito. Eminentemente sonora, también, es la instalación de mancuspias, llamadas así ya no solo las criaturas de Cortázar sino las esculturas de Sorrentino, en el primer piso.

Como en el Titanic: una historia de amor y naufragio en las aguas heladas del Beagle

“El arte sigue siendo el mejor campo de práctica y experimentación de la vieja inteligencia, la que se imponía el objetivo de saber cómo funcionaban las cosas, y cómo funcionaba el mundo”, apunta el escritor César Aira desde un cita impresa en una pared.

Vidrio soplado, metales, maderas, plásticos, cuerdas, roldanas, resortes. Mangueras, válvulas, nylon, imanes, clavijas. Tachos y piedras. Una escafandra y el reloj de arena. Cosas que parecen de otro tiempo, hoy. Todo eso y mucho más cabe en La memoria de los materiales.

Para agendar

La exposición curada por María Teresa Constantín y Gabriela Vicente Irrazabal, se puede visitar en Arthaus, Bartolomé Mitre 434, con entrada libre y gratuita. De martes a domingos, de 14 a 22; los miércoles, sábados y domingos, a las 17.30, hay encuentros de los artistas y curadores con el público.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/maquinas-para-volar-y-raros-instrumentos-nuevos-en-una-experiencia-fuera-de-tiempo-nid13092023/

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