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Los últimos veinte años del diseño gráfico argentino, en un libro de colección

¿Qué tienen en común ferias de comida, empresas vitivinícolas y festivales de música, teatros, museos y canales de televisión, discos, libros, revistas y catálogos? El diseño gráfico. En D...

¿Qué tienen en común ferias de comida, empresas vitivinícolas y festivales de música, teatros, museos y canales de televisión, discos, libros, revistas y catálogos? El diseño gráfico. En Diseño gráfico argentino. 2000-2020, a cargo del diseñador Fabián Muggeri (Buenos Aires, 1969) y con prólogos del diseñador gráfico y profesor Carlos Venancio (decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, FADU, de la Universidad de Buenos Aires) y el artista Eduardo Stupía, se agrupan imágenes y testimonios de diseñadores contemporáneos. El final está reservado al estimulante trabajo de Juan Gatti con el dúo español Fangoria. “Lo más gracioso es que cuando haces una labor con continuidad con un grupo, te llegas a sentir parte del grupo, como si fuera el tercer Fangoria”, cuenta el diseñador argentino residente en España.

“Surgió como una necesidad -dice Muggeri a LA NACION-. No hay libros publicados con trabajos de diseño gráfico argentino contemporáneo. Desde mis años de estudiante, cada vez que quería ver algún impreso solo encontraba lo que venía de afuera, con muy buenos trabajos pero no realizados por colegas del país. Si bien hace años la idea daba vueltas a mi cabeza, en 2018 decidí encararlo y así fue como empecé a estudiar un poco más enfocado el entorno. Desde siempre estoy atento a lo que hacen mis colegas, pero en ese momento lo hice con el objetivo del libro”. Diseño gráfico argentino se concretó con el apoyo de Mecenazgo porteño y Aikan Gráfica, y fue declarado de interés cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación. Cuesta $ 18.000.

Participan más de cincuenta diseñadores y estudios. “Reúne a los que hicieron trabajos que a través del tiempo, por su resolución o por la temática, van a ser recordados cuando se piense en los primeros veinte años del siglo XXI. Quizás haya un corte generacional también: la mayoría de los diseñadores seleccionados tiene entre 30 y 55 años”. Entre otros, figuran Agustín Ceretti, la Cooperativa de Diseño, Laura Escobar, Leando Ibarra, Juan Lo Bianco, Lara Melamet, Alejandro Ros, Manuela López Anaya, Martino Estudio, Colectivo Onaire, Vanina Ogueta, Paula Mizraji, Coco Cerella, Patricio Oliver, Prensa La Libertad, Santi Pozzi y Yani&Guille, creadores de la identidad gráfica de la Feria Masticar.

En principio, Muggeri eligió el corte temporal por el “número redondo” de los veinte años. “Nunca imaginé que 2020 se convertiría en un año bisagra para el mundo -dice-. La pandemia nos ubicó en un lugar distinto al que estábamos y eso repotenció el año de cierre de la selección. Sin duda, los años siguientes al 2020 cambiaron y lo digital tomó centralidad. En los trabajos del período seleccionado también vemos como un cambio la utilización de muchas tipografías diseñadas localmente en los trabajos, la posibilidad de muchos diseñadores de ahondar en proyectos editoriales y el trabajo cooperativo”.

En el libro, varios profesionales dan su definición o acercan “claves” del diseño. “Construir con sentido y cooperar en una transformación cultural”, dice Laura Varsky, directora de arte de la Bienal de Arte Joven. “El buen diseño es el que interpreta un buen contenido con una forma”, sostiene Rubén Zerrizuela; “Lograr un equilibro entre la necesidad y el buen gusto”, aventura Andrés Sobrino. Para Santiago Guerrero, se debe buscar “el equilibrio entre la pertinencia y el riesgo”, y para Alejandro Ros, “comunicar una idea de forma simple, ordenada, clara y en lo posible linda”.

“Ante la pregunta de la ‘utilidad’ del diseño se me ocurre decir que está vinculado a la capacidad de producir significación; considero importante la noción de diseño como dispositivo retórico. Es decir, la idea de que el diseño es un arte del pensamiento y de la acción”, dice Muggeri, y recuerda que el diseñador no está involucrado en la producción de objetos sino en la “construcción” de argumentos. “El diseño es una ‘acción de diseño’. O sea, lo primero que comunica es su propia dimensión”.

“En la producción de objetos participan la tecnología, el mercado, una cantidad de dimensiones económicas, técnicas, materiales -remarca-. La idea es considerar al diseño como retórica, una retórica de lo contemporáneo. Hoy la tecnología ofrece muchos sitios con ‘diseños precocidos’ que tienen una resolución digna, pero no es una solución de diseño, son cosas para salir del apuro o ligadas a la precarización. Por otro lado, la tecnología y sus avances muestran que el diseño es ese know-how de lo artificial: el diseño trabaja en un espacio de deliberación y de opinión íntimamente ligado a la vida cotidiana, íntimamente unido al destino de los individuos y de las sociedades en sus relaciones cotidianas, que están medidas por la tecnología”.

El libro también cumple una función didáctica. “En algunos casos, me interesó contar procesos de diseño a lo largo de años con clientes, para que se pueda ver cómo van madurando los proyectos o cómo van ampliando los alcances del profesional ante tal o cual problema”, dice Muggeri, que estudió en la FADU. “El plantel de docentes de ese momento, hace más de treinta años ya, como el de hoy sigue manteniendo un nivel de excelencia que es difícil de encontrar en otro lugar -reconoce-. La enseñanza del diseño gráfico en universidades públicas y privadas del país está en un buen momento. Las otras fuentes de las que se nutren los diseñadores las tenemos al alcance de un monitor, o en un parque, un obra de teatro, una buena película, un buen concierto o un museo: estar atento a todo lo que nos rodea sigue siendo de vital importancia para quienes se están formando y para quienes seguimos trabajando de esto”.

Para Muggeri, el diseño gráfico tiene futuro en la Argentina. “En nuestro país se dan algunas características que considero valiosas, vinculadas a nuestra propia tradición de lo ‘proyectual’, la capacidad de prever - sostiene-. La formación afianzada en la idea de proyecto más que en la de producto o servicio incide en un perfil de diseñador más amplio, más permeable al cambio y más adaptativo a las distintas circunstancias sociales y económicas que nos tocan. Estamos atentos a las modas, pero tenemos algo que nos hace más interesantes que es ver cómo discutimos con ellas. Y también tenemos una sensibilidad visual especial y eso es una forma de conocimiento. De hecho nos convocan desde muchos países, aún más en la actualidad con la posibilidad de trabajo virtual tan desarrollada”.

El volumen contempla experiencias de diseño gráfico en instituciones culturales públicas y privadas del país, como la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, la Fundación Proa, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el Museo Castagnino + Macro y el Museo Nacional de Bellas Artes. Parte de la historia visual de las dos primeras décadas en la Argentina se condensan en Diseño gráfico argentino.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/los-ultimos-veinte-anos-del-diseno-grafico-argentino-en-un-libro-de-coleccion-nid28112023/

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