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Los Pumas revivieron el vínculo con los hinchas en un tarde marsellesa como para el recuerdo

MARSELLA, Francia.– Así como la hinchada argentina prácticamente no se había hecho escuchar en la primera noche en Marsella (10-27 vs. Inglaterra, un mes atrás), este sábado sucedió todo lo...

MARSELLA, Francia.– Así como la hinchada argentina prácticamente no se había hecho escuchar en la primera noche en Marsella (10-27 vs. Inglaterra, un mes atrás), este sábado sucedió todo lo contrario. En el partido de cuartos de final del Mundial de Francia en el Vélodrome volvió, como en las grandes épocas, esa comunión que se extiende como largos brazos entre los Pumas y la gente. El “es un sentimiento / no puedo parar” y “el que no salta es un inglés” retumbaron en largos momentos de la tarde y explotaron cuando faltando a pocos minutos del cierre Matías Moroni, uno de los hombres más importantes del día, agitó sus brazos pidiéndole a la gente que alentara aun más. Entonces el estadio explotó con camisetas celestes y blancas saltando, agitando y emocionándose. Fue un sábado argentino en el sur de Francia, con el Mediterráneo de fondo.

Lo que ocurrió en Marsella fue una extensión de lo que pasó en los últimos momentos del partido del domingo pasado en Nantes, frente a Japón, cuando los Pumas estaban cerca de sellar el pase a los cuartos de final. Aquella tarde fue Juan Cruz Mallía el que arengó a los miles de argentinos que habían llegado a esa ciudad del oeste de este país.

Pero la comunión entre el equipo y la gente alcanzó este sábado el punto máximo en el Mundial. Hasta ahora los Pumas no habían logrado que el público se contagiara con su juego. Pero en el Vélodrome, cuando los argentinos empezaron a volar y a tirarse de cabeza para frenar a los galeses, desde la tribuna empezó a bajar un fervor que, en ese ida y vuelta que siempre existe, agrandó aun más a los jugadores.

Cada vez que Marcos Kremer entraba con furia a un ruck o se tiraba para tacklear, cada vez que el equipo se lanzaba a jugar –atacó como nunca en el torneo– y ponía en peligro a la defensa galesa, el público se encendía. “Vamos, Pumas, vamos / pongan h... que ganamos”, fue otro de los himnos que sonaron durante los 80 minutos e incluso mientras la gente iba dejando el estadio.

Festejos con el público y la canción “Ji ji ji” para el pogo

También hubo aplausos y gritos cuando ingresaron los dos más ovacionados durante el anuncio de las formaciones: Agustín Creevy y Nicolás Sánchez, los dos centenarios del seleccionado argentino. En el caso del hooker, cuando comandaba un maul cerca del in-goal la gente se levantó ilusionada por la posible conquista. En cuanto al tucumano, el público hizo estallar el estadio cuando el apertura interceptó la pelota y corrió hacia los palos. La gente corría junto a él. Lo empujó en esos metros finales cuando parecía que no llegaba.

Pero, sin dudas, el momento top de la tarde fue aquél en que Matías Moroni evitó el try de Louis Rees-Zammit. Durante unos segundos la hinchada argentina se quedó en silencio porque no sabía si el galés había apoyado. Pero cuando en la pantalla gigante se observó que el centro argentino lo había sacado de la cancha a tiempo y que el wing ni siquiera había llegado a poner la pelota en la línea de fondo, la gente pasó a gritar y a saltar. La victoria (19-17 estaba el tanteador) se encontraba más cerca. Desde las plateas también llegaban el aliento y los saltos de los 10 jugadores que se habían quedado fuera más Pablo Matera, que con muletas no se separó ni un momento del plantel, equipo pese a haber quedado al margen del Mundial.

Cuando Sánchez anotó el último penal y terminó el partido, las imágenes de felicidad y emoción se repitieron en todos los sectores del Vélodrome. El llanto unió a los jugadores y a la gente. Y la vuelta olímpica final revivió escenas que no eran vistas desde Inglaterra 2015.

En el estadio hubo 62.576 personas. El Vélodrome mostró varios claros, especialmente en los sectores más altos. Frente a Inglaterra, por ejemplo, había estado repleto, con 63.118. Aquella noche quizá hubo más argentinos que este sábado, pero casi no se los escuchó, tapados por los miles de ingleses y, sobre todo, por el escaso contagio que generaban los Pumas en la cancha.

Pero esta vez todo fue distinto. Fue el día de los Pumas y de su gente. Julián Montoya, el capitán, lo subrayó en la conferencia de prensa. Lo agradeció y lo repitió cuando se le mencionó la alegría que generaba en la Argentina el triunfo. Pero a la vez fue cauto: “No fuimos los peores del mundo con Inglaterra y no somos hoy los mejores”, completó. Pero a los jugadores se les iluminaba la cara cuando se les hablaba de los festejos en el país y en las redes sociales, ámbito en que los Pumas fueron tantas veces castigados y burlados.

Muchos de los que llegaron a Marsella desde la Argentina y desde distintos puntos de Europa sumarán la escala de Saint-Denis para la semifinal y el séptimo partido del seleccionado, así que los Pumas seguirán teniendo su hinchada aquí, en Francia, cuando el viernes próximo se enfrenten con los All Blacks. Estos Pumas, que atravesaron momentos difíciles y que en los últimos tiempos parecían alejados de la gente –y la gente, de ellos–, sellaron este sábado en Marsella un pacto de fidelidad. Bien ganado.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/rugby/es-un-sentimiento-que-no-puedo-parar-cuando-el-publico-argentino-fue-fundamental-en-el-triunfo-de-nid14102023/

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