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Las tres razones por las que Israel enfrenta la mayor amenaza desde su creación hace 75 años

TEL AVIV.- La gente me advirtió antes de venir a Tel Aviv hace unos días que el Israel del 7 de octubre es un Israel en el que nunca había estado. Tenían razón. Es un lugar en el que los israe...

TEL AVIV.- La gente me advirtió antes de venir a Tel Aviv hace unos días que el Israel del 7 de octubre es un Israel en el que nunca había estado. Tenían razón. Es un lugar en el que los israelíes nunca han vivido antes, una nación que los generales nunca han tenido que proteger antes, un aliado que Estados Unidos nunca ha tenido que defender antes –desde luego, no con la urgencia y la determinación que llevarían a un presidente de Estados Unidos a volar hasta allá y animar a toda la nación.

Después de viajar por Israel y Cisjordania, ahora entiendo por qué han cambiado tantas cosas. Para mí está claro como el agua que Israel corre un peligro real, más peligro que en ningún otro momento desde su guerra de independencia en 1948. Y es por tres razones clave:

En primer lugar, Israel se enfrenta a amenazas de un conjunto de enemigos que combinan cosmovisiones teocráticas medievales con armamento del siglo XXI –y ya no están organizados como pequeñas bandas de milicianos, sino como ejércitos modernos con brigadas, batallones, capacidades cibernéticas, cohetes de largo alcance, aviones no tripulados y apoyo técnico. Me refiero a Hamas, Hezbollah, las milicias islámicas de Irak y los hutíes de Yemen, apoyados por Irán, y ahora incluso por Vladimir Putin, que abraza abiertamente a Hamas. Estos enemigos han estado ahí desde hace mucho tiempo, pero todos ellos parecieran aflorar juntos como dragones durante este conflicto, amenazando a Israel con una guerra de 360 grados a la vez.

¿Cómo vive una democracia moderna con semejante amenaza? Esta es exactamente la pregunta que estas fuerzas demoníacas querían inculcar en la mente de cada israelí. No buscan un compromiso territorial con el Estado judío. Su objetivo es derrumbar la confianza de los israelíes en que sus servicios de defensa e inteligencia pueden protegerlos de ataques sorpresa a través de sus fronteras, para que los israelíes, primero, se alejen de las regiones fronterizas y, después, se marchen completamente del país.

Estoy asombrado de cuántos israelíes sienten ahora este peligro personalmente, vivan donde vivan, empezando por una amiga que vive en Jerusalén y me cuenta que ella y su marido acaban de obtener licencias de armas para tener pistolas en casa. Nadie va a secuestrar a sus hijos y llevárselos a un túnel. Hamas, por desgracia, ha metido el miedo en muchísimas cabezas israelíes lejos de la frontera de Gaza.

El segundo peligro que veo es que la única forma concebible de que Israel pueda generar la legitimidad, los recursos, el tiempo y los aliados necesarios para librar una guerra tan difícil con tantos enemigos es si cuenta con socios inquebrantables en el exterior. El presidente Joe Biden, de forma bastante heroica, ha estado intentando ayudar a Israel con su objetivo inmediato y legítimo de desmantelar el régimen terrorista mesiánico de Hamas, que es una amenaza tanto para el futuro de Israel como para los palestinos que anhelan un Estado propio decente en la Franja de Gaza o Cisjordania.

Pero la guerra de Israel contra Hamas en Gaza conlleva combates urbanos, casa por casa, que causan miles de víctimas civiles —hombres, mujeres y niños inocentes– entre los que Hamas se incrustó deliberadamente para obligar a Israel a tener que matar a esos inocentes con el fin de matar a los dirigentes de Hamas y arrancar sus kilómetros de túneles de ataque.

Pero Biden sólo puede generar de forma sostenible el apoyo que Israel necesita si Israel está dispuesto a participar en algún tipo de iniciativa diplomática de guerra dirigida a los palestinos en Cisjordania –y con suerte en una Gaza post-Hamas– que indique que Israel discutirá algún tipo de solución de dos Estados si los funcionarios palestinos consiguen unificar y poner en orden su casa política.

Esto me lleva directamente a mi tercera y profunda preocupación. Israel tiene el peor dirigente de su historia, quizá de toda la historia judía, que no tiene voluntad ni capacidad para llevar a cabo una iniciativa de este tipo.

Peor aún, estoy atónito ante el grado en que ese líder, el primer ministro Benjamin Netanyahu, sigue anteponiendo los intereses de mantener el apoyo de su base de extrema derecha –y culpar preventivamente a los servicios de seguridad e inteligencia de Israel por la guerra– a mantener la solidaridad nacional o hacer algunas de las cosas básicas que Biden necesita para conseguir para Israel los recursos, aliados, tiempo y legitimidad que necesita para derrotar a Hamas.

Biden no puede ayudar a Israel a construir una coalición de socios estadounidenses, europeos y árabes moderados para derrotar a Hamas si el mensaje de Netanyahu al mundo sigue siendo, en efecto: “Ayúdennos a derrotar a Hamas en Gaza, mientras nosotros trabajamos para ampliar los asentamientos, anexionarnos Cisjordania y construir allí un Estado supremacista judío”.

Profundicemos en estos peligros.

El pasado sábado por la noche, un comandante retirado del ejército israelí pasó por mi hotel en Tel Aviv para compartir su perspectiva sobre la guerra. Le llevé a la sala ejecutiva del piso 18 para nuestra charla y cuando entramos en el ascensor para subir, nos encontramos con una familia de cuatro miembros: dos padres, un niño pequeño y un bebé en un cochecito. El general israelí les preguntó de dónde eran. “Kiryat Shmona”, respondió el padre.

Al salir, bromeé con el general diciéndole que podía prescindir de su sesión informativa. Bastaron 18 pisos y esas dos palabras –“Kiryat Shmona”– para describir el nuevo y perversamente complejo dilema estratégico de Israel creado por el ataque sorpresa de Hamas del 7 de octubre.

Kiryat Shmona es una de las ciudades israelíes más importantes de la frontera con Líbano. Ese padre explicó que su familia había huido de la línea de la valla norte con miles de otras familias israelíes después de que la milicia proiraní Hezbollah y las milicias palestinas del sur de Líbano empezaran a lanzar cohetes y artillería y a hacer incursiones en solidaridad con Hamas.

¿Cuándo podrían volver? No tienen ni idea. Como más de 200.000 israelíes, se han refugiado con amigos o en hoteles por todo este pequeño país de nueve millones de habitantes. Y sólo han hecho falta unas pocas semanas para que los israelíes empiecen a comprar inmuebles en ciudades del centro de Israel aparentemente más seguras. Para Hezbollah, eso ya es misión cumplida, sin siquiera invadir como Hamas.

El eufórico alboroto del 7 de octubre en el que murieron unos 1400 soldados y civiles no sólo ha endurecido los corazones israelíes hacia el sufrimiento de los civiles de Gaza. También ha infligido un profundo sentimiento de humillación y culpa al ejército israelí y al establishment de defensa, por haber fracasado en su misión más básica de proteger las fronteras del país.

Como resultado, en el ejército existe la convicción de que deben demostrar a todo el vecindario –a Hezbollah en Líbano, a los hutíes en Yemen, a las milicias islámicas en Irak, a Hamas y a otros combatientes en Cisjordania– que no se detendrán ante nada para restablecer la seguridad de sus fronteras. Aunque el ejército insiste en que se atiene a las leyes de la guerra, quiere demostrar que nadie puede ser más loco que Israel, aunque los militares israelíes tengan que desafiar a Estados Unidos y aunque no tengan ningún plan sólido para gobernar Gaza a la mañana siguiente de la guerra.

A primera hora de la mañana del 29 de octubre, cuando el ejército israelí acababa de entrar en Gaza, Netanyahu tuiteó y luego borró una publicación en las redes sociales en la que culpaba a la defensa y a los servicios de inteligencia israelíes de no haber previsto el ataque sorpresa de Hamas. (De algún modo, Netanyahu olvidó cuántas veces los líderes militares y de inteligencia israelíes le habían advertido de que su golpe totalmente innecesario contra el sistema judicial del país estaba fracturando al ejército y todos los enemigos de Israel se estaban dando cuenta de su vulnerabilidad).

Tras ser vapuleado por la opinión pública por apuñalar digitalmente por la espalda a sus jefes del ejército y de los servicios de inteligencia en plena guerra, Netanyahu publicó un nuevo tuit. “Me equivoqué”, escribió, añadiendo que “las cosas que dije tras la rueda de prensa no deberían haberse dicho, y pido disculpas por ello. Apoyo plenamente a los jefes de los servicios de seguridad ”.

עם הלוחמים שלנו בשטח. אנחנו לא מתכוונים להפסיק, אנחנו מתכוונים להמשיך עד לניצחון. אני סומך עליכם, מאמין בכם, ונותן לכם את כל הכח.

(צילום: חיים צח, לע״מ) pic.twitter.com/yTKu2WutLr

— Benjamin Netanyahu - בנימין נתניהו (@netanyahu) November 7, 2023

Pero el daño ya estaba hecho. ¿Cuánto supones que confían esos jefes militares en lo que dirá Netanyahu si la campaña de Gaza se estanca? ¿Qué líder de verdad se comportaría así al comienzo de una guerra de supervivencia?

No me andaré con rodeos, porque la hora es oscura e Israel, como ya he dicho, está en peligro real. Netanyahu y sus fanáticos ultraderechistas han llevado a Israel por múltiples derroteros en el último año: dividiendo al país y al ejército por la fraudulenta reforma judicial, llevando a la bancarrota su futuro con inversiones masivas en escuelas religiosas que no enseñan matemáticas y en asentamientos judíos de Cisjordania que no enseñan pluralismo –mientras fortalecen a Hamas, que nunca sería un socio para la paz, y derriban a la Autoridad Palestina, el único socio posible para la paz.

Cuanto antes sustituya Israel a Netanyahu y a sus aliados de extrema derecha por un verdadero gobierno de unidad nacional de centro-izquierda/centro-derecha, más posibilidades tendrá de mantenerse unido durante lo que va a ser una guerra infernal y sus secuelas. Y habrá más posibilidades de que Biden –que puede estar por debajo en las encuestas en Estados Unidos, pero que podría ser elegido aquí en una victoria aplastante por la empatía y la firmeza que mostró en el momento de necesidad de Israel– no haya ligado su credibilidad y la nuestra a un Israel de Netanyahu que nunca será capaz de ayudarnos plenamente a ayudarlo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/las-tres-razones-por-las-que-israel-enfrenta-la-mayor-amenaza-desde-su-creacion-hace-75-anos-nid09112023/

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