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La joven que enfrentó la discriminación para cumplir su sueño y se consagró campeona nacional de malambo.

Belén Medina tiene 27 años y es de Santiago del Estero. Su padre le fabrica los cinturones para los trajes y su mamá ayuda en cada detalle.

“Bailo desde que tengo uso de razón”, asegura Belén Medina, la flamante Campeona Nacional de Malambo Femenino. La competencia tuvo lugar en Tanti, provincia de Córdoba, y durante cinco días las 46 aspirantes superaron varias etapas hasta llegar a la instancia final. Por primera vez hubo un desempate entre tres finalistas, y la joven de 27 años, oriunda de Santiago del Esteroalcanzó el podio gracias a su desempeño, perseverancia y talento. Aunque su camino profesional comenzó cuando tenía 5, a los 14 subió sola a un escenario a zapatear por primera vez, y sucedió algo que nunca pudo olvidar. Lo transformó en aprendizaje, y se propuso cumplir su sueño más grande. Destinó cada sueldo de su trabajo como profesora de educación física a sus presentaciones, para comprar los zapatos de cuero, las telas para los trajes, y afrontó los gastos de traslado a cada festival.

“Para llegar al campeonato nacional se hace un preselectivo para determinar quiénes conforman la delegación de cada provincia, y se eligen dos aspirantes a campeones nacionales por distrito, que compiten los cuatro primeros días de clasificación, y el último día es la final”, explica la malambista. Los jurados eligieron a siete concursantes de Santa Fe, Corrientes, La Pampa, Santa Cruz, Buenos Aires, Tucumán y Santiago del Estero. Hasta ahora, en las cinco ediciones de la competencia nunca había pasado que hubiera un empate entre tres bailarinas, así que cada una de las jóvenes volvió a realizar su presentación para conocer la decisión definitiva.

Tras el desempate, Belén resultó ganadora, y le adjudica el triunfo a sus padres, sus hermanos y sus profesores de danza. “He ido cuatro veces al campeonato, he sido subcampeona y luego campeona provincial tres veces consecutivas, y siempre pasaba a la final, pero se consagraban otras chicas, y gracias a Dios después de todo este camino recorrido se me ha dado el logro para que el vengo trabajando toda mi vida”, dice con alegría y emoción. En cada detalle que cuenta se percibe el compromiso con el que se prepara para cada desafío.

Ella misma diseña los vestuarios, y su papá, dinamitero de profesión, fabrica de forma artesanal cada uno de los cinturones que adornan sus trajes. Los accesorios de alpaca y bronce los hace una emprendedora de Catamarca, y otra modista y herrera completa cada pieza para los atuendos. Su madre también aporta ideas, sus dos hermanos mayores forman parte del equipo de coreografía, por lo que el esfuerzo conjunto es el sello del proyecto.

El reconocimiento del malambo femenino

“Antes había más comentarios negativos sobre el malambo femenino, porque es una danza que antes practicaban sólo los varones, había una idea de que ‘no era para nosotras’, y ahora es muy lindo ver que hay muchas mujeres que lo están aprendiendo y disfrutando”, resalta Belén. Y agrega: “Yo siempre me sentí aceptada, porque comencé con mis hermanos, con mis profes, siempre ensayado entre los varones y nunca me hicieron sentir rechazada, a diferencia de lo que me cuentan otras chicas, que no les dan su lugar, o que les dicen que no pretendan ser como los hombres, y eso no tiene nada que ver con el amor por la danza”.

Cuando era chica siempre estaba atenta al Festival Nacional del Malambo, que se realiza en Laborde, Córdoba, y se preguntaba cuándo habría un certamen similar de malambo femenino. “La familia Baez, que son cordobeses, se plantearon eso mismo, que si había un festival que consagra a los varones, no podía ser que solo hubiera un rubro en donde las mujeres podían zapatear, sin distinguir edades ni categorías, y por eso crearon el campeonato nacional con el lema: ‘Nunca más un rubro’”, explica Belén, y cuenta que está orgullosa de cuánto creció el evento, que año tras año tiene más cantidad de participantes, estilos, y atuendos.

“Me gusta que se reivindique a las mujeres, porque la gran mayoría no está en esto hace cuatro años, sino que muchas se han formado en distintas disciplinas desde muy chicas, han hecho el profesorado como yo, y todo eso son herramientas que vamos incorporando”, indica. Dentro de los mensajes positivos que le llegaron a sus redes sociales -en Instagram @belenmeedina-, hubo uno que la conmovió por el significado que representa. Se trata de la opinión de un señor de la provincia de Misiones, que le compartió un pedido de disculpas.

“Me dijo que después de ver las presentaciones que hicimos en el campeonato, se dio cuenta de que estaba muy equivocado en pensar que el malambo es solo para varones, que antes pensaba que la mujer nunca iba a poder zapatear, porque iba a intentar parecerse al varón, y que ahora entiende que el malambo puede ser femenino, y que en nuestros bailes veía el malambo hecho mujer”, indica. Esas palabras y la gran cantidad de felicitaciones que recibió, la llenan de motivación. Otra de muestra de la difusión de alcance nacional fue la participación de Carla Leguizamón, la joven formoseña de 18 años que deslumbró en el concurso de televisión Got Talent Argentina, emitido por la pantalla de Telefe.

“Ella resultó ganadora en la categoría juvenil en este mismo campeonato, el año pasado fue campeona, y me parece maravilloso que siendo yo de Santiago del Estero, y ella de Formosa, con todos los kilómetros que hay entre nosotras, practiquemos la misma danza”, celebra. “Ha cambiado bastante, hoy el malambo femenino es más aceptado, pero falta llegar a más lugares, sobre todo en el interior, que a veces no tienen los recursos o están un poco olvidados, y una buena meta sería que esta danza se pueda practicar en todos lados”, proyecta la campeona.

El zapateo de la campeona

Hasta sus 14 años nunca había bailado sola frente a un público masivo. Tenía experiencias con conjuntos de danzas tradicionales y contemporáneas, pero siempre acompañada por otros bailarines. “Era un jueves cuando me propusieron participar de una competencia que era el sábado y para mí era un mundo nuevo, tenía que aprender cosas jamás había hecho, pero animé y fui a esa primera presentación; en medio del malambo me quede parada unos segundos, porque me olvidé lo que seguía y porque no había tenido tanto ensayo, y ahí me di cuenta de que el malambo no es cualquier danza, que es totalmente diferente a lo que yo conocía, porque me ponían una chacarera y yo me lanzaba sola enseguida a bailar, con esto no es igual”, confiesa.

Lejos de desalentarse por aquel momento donde se sintió expuesta frente a la multitud, lo habló con su familia y entendió que la preparación era lo más importante. “Me gusta tener que esforzarme para llegar a algo, aprendí que no siempre se puede hacer las cosas de la manera fácil, que hay que buscar la forma, aunque sea difícil, y creo que después el mérito es mucho más grande”, sentencia. Además, el espíritu competitivo nunca fue el eje de su entrenamiento, y cuenta que sus padres le decían que lo hiciera solamente si disfrutaba de la experiencia.

Ese mundo nuevo le atrajo muchísimo y fijó su principal objetivo: estar en continua formación para complementar sus habilidades. Para lograr la postura correcta y la disociación corporal que implica el tipo de danza, realizó entrenamientos físicos, además de las rutinas de baile, y viajó a Catamarca para tomar clases con el campeón nacional de malambo, Fernando Desanti, que se consagró ganador en 2016. “Hoy él es parte de mi equipo, vino desde allá a buscarnos en auto para llevarnos hasta Córdoba”, comenta.

También la acompañaron sus docentes, Nicolás Ávila, Mariano y Silvana Ibáñez de la Academia Martín Fierro, y sus dos hermanos, Marcos y Franco Medina. “Mi mamá también fue, mi padre por cuestiones laborales no pudo, pero he tenido a mis tíos, y mi primo, porque mi familia es así, así baile en la vereda de mi casa ellos van a verme”, dice entre la ternura y la alegría.

Los gastos de los días de estadía representan una inversión extra, y cada aspirante viaja con su equipo de profesores y con los músicos, por lo que requiere de una organización previa. “Trabajo todo el año dando clases como profe de educación física, para poder gastarlo en este momento, invierto mucho en los trajes, en los zapatos, y los cuido mucho porque realmente cada cosa sale muy cara”, comenta. Para poner un ejemplo, cada vez que ensaya con los zapatos con los que va a subir al escenario, les pone cinta de papel en las partes que van a estar en contacto con el piso, para que se gasten lo menos posible.

“Un par de zapatos de cuero ahora supera los 70.000 pesos, y tal vez me quedo corta, pero yo trato de que me duren un año cuidándolos lo más que pueda, y para practicar me pongo unos muy viejitos que tengo que ponerme cintas por todos lados porque ya no dan más”, señala. Siempre tuvo los pies sobre la tierra, y no porque zapatea, sino porque la pasión guía cada uno de sus pasos.

Actualmente no hay una confederación, agrupación, u organización que englobe a las malambistas de nuestro país, y Belén proyecta que alguna vez exista para que se tome como punto de referencia y a su vez, genera mayor apoyo económico para los eventos. “Hoy hay muchos niños que nos ven en el escenario y quieren hacer lo mismo, nos toman como ejemplo y eso conlleva una gran responsabilidad, porque somos las caras de nuestras provincias cuando vamos a competir, y por eso sería una linda forma de devolver todo el esfuerzo que hacemos, el contar con más apoyo a futuro”, destaca Belén.

Ya recibió invitaciones al Festival de la Tradición en la provincia de Mendoza, a la Fiesta de la Vendimia, y está contenta porque cada uno de los eventos será una oportunidad para mostrar el malambo femenino. “Esto me está dando más trabajo, tanto para presentaciones como para dar talleres, cursos, y ser jurado de certámenes, así que es como cuando estudiás y te preparás tanto tiempo y finalmente te dan el título, así me siento”, celebra.

Cuando le preguntan qué significa para ella el malambo, responde: “Es una gran escuela, porque desde que empecé aprendí muchas cosas, no solo de técnica, sino de cómo enfrentar un objetivo, un proceso, y eso es la vida misma, encontrar siempre algún modo de seguir, tener constancia y perseverancia para sostener nuestras metas”.

Fuente: infobae

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