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La difícil transición hacia el país viable

Nada parece tan descriptivo del escenario político de la Argentina como la reunión del martes entre Cristina Kirchner y Victoria Villarruel. Más que facilitar la transición, ese encuentro de un...

Nada parece tan descriptivo del escenario político de la Argentina como la reunión del martes entre Cristina Kirchner y Victoria Villarruel. Más que facilitar la transición, ese encuentro de una hora en el Senado expuso las dificultades que tendrá en adelante cualquier ensayo de entendimiento entre el oficialismo y la oposición: fue frío, cortante y no incluyó siquiera disposición para una foto simbólica.

“Pobre el candidato que gane”, venía repitiendo hasta el domingo el profesor Juan Carlos de Pablo. El desafío de Milei es descomunal. Debe aplicar un plan de estabilización en un país convertido en inviable, con el costo que eso significa en términos de popularidad, y frente a sectores del peronismo y la izquierda que esperan con impaciencia esas medidas para recobrar identidad ideológica y que no necesitan que las ponga en práctica para rechazarlas.

La fractura parece insalvable y se advierte antes de sentarse a conversar. Dicen que quedó claro que a ninguna de las dos vicepresidentas, ni a la entrante ni a la saliente, le provocaba el menor agrado estar el martes en el despacho del Senado. No había fotógrafo, nadie pidió imágenes y habría sido imposible tomarlas al menos para los invitados, Villarruel y quien la acompañaba, el diputado electo Guillermo Montenegro, porque antes de entrar se les pidió a ambos que dejaran sus teléfonos móviles. Por eso también los sorprendió ver que, cuando los recibía en la antesala, e incluso antes de saludarlos, la anfitriona sacaba el suyo y lo apoyaba sobre la mesa.

El diálogo empezó respetuoso pero tenso, y se fue aflojando ligeramente en la medida en que avanzaban los temas. Hubo, por ejemplo, una recorrida visual por los cuadros de caudillos que Cristina Kirchner tiene ahí colgados, e incluso algún chiste cuando pasaron por el de Juan Manuel de Rosas, tan cuestionado por Milei cada vez que habla de la Batalla de Caseros. Acompañada por María Luz Alonso, secretaria administrativa del Senado, la vicepresidenta los hizo entrar y les mostró el despacho, donde se explayó durante un buen tiempo sobre éxitos que se atribuye, como haber conseguido superávit en la obra social del Poder Legislativo o estar dejando la Cámara alta con una nómina de 400 empleados menos que la gestión anterior, a cargo de Gabriela Michetti.

“Fue una reunión cordial, no nos conocíamos”, concluyó al salir Villarruel. Es evidente que la había imaginado peor, más a tono con la atmósfera social que sabe le espera, sin dudas, al nuevo gobierno: Milei deberá resolver una crisis comparable a la de 1989 o 2002, con la inflación más alta de los últimos 30 años y los salarios en caída, una población hastiada en todo sentido y frente a sectores corporativos dispuestos a cascotear todas sus decisiones. Lo poco que tiene a favor parece más bien un acierto discursivo personal: ganó sin ocultar nada, prometiendo un ajuste “superior al que propone el FMI” y con una motosierra como ícono de campaña. Pablo Gerchunoff describió esa rareza con elegante ironía: “Milei es un Menem con una (entre otras) diferencia: si ocultaba lo que pensaba hacer no lo votaba nadie”, publicó en Twitter. Una pintura del hartazgo o de un nuevo paradigma.

Habrá que ver. Por ahora, el establishment político proyecta con la lógica que conoce. En el Instituto Patria, por ejemplo, suponen que el regreso de Macri a escena le dará a Cristina Kirchner una inmejorable oportunidad de liderazgo. Y el resto del peronismo espera que la crisis se agrave. “Alguien debería explicarle a Milei que repetir ciertas cosas puede servir en la campaña, pero ahora anticipa reacciones negativas”, dijeron en un municipio del conurbano.

Los gremios entraron en estado de alerta. Gerardo Martínez, líder de la Uocra, fue anteayer a la Cámara Argentina de la Construcción para quejarse de que algunas empresas aprovechan el anuncio de la restricción presupuestaria para enviar telegramas de despido. Dice que acaban de arreglar con Massa el adelanto de los certificados de diciembre y que, sin embargo, están paralizando obras con la excusa de que llega Milei.

Entre los empresarios hay preocupación, pero también cierta expectativa porque valoran la dosis de audacia que requiere cualquier proyecto que se proponga revertir lo imposible en 70 años: el déficit fiscal. Anteayer, en el hotel Four Seasons, durante un almuerzo de la Asociación Empresaria Argentina que tuvo a Sergio Berensztein como invitado, Paolo Rocca instó al resto de la mesa a contactarse con las embajadas para conseguir que a la asunción de Milei vaya la mayor cantidad de presidentes posible.

El libertario necesitará respaldos. A eso apunta su acercamiento a Randazzo y a Schiaretti, dos peronistas prestos a facilitar gobernabilidad, y su negativa a avalar el 100% de los pedidos de Macri en el gabinete. En La Libertad Avanza aclaran, por ejemplo, que fue Milei quien tomó la decisión de designar a Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad, y que lo hizo al notarla molesta porque Macri no la estaba incluyendo en las recomendaciones.

Esa alianza con el peronismo cordobés, que incluye designaciones como la de Osvaldo Giordano en la Anses o Franco Mogetta en el Ministerio de Transporte, se propone avanzar hacia otras provincias. Milei deberá negociar con gobernadores golpeados por una medida electoral de Massa que no dio resultado, la eliminación del impuesto a las ganancias, y sólo les restó ingresos. Aunque el presidente electo insiste en que no restablecería el tributo porque ya votó la ley que lo sacaba de los salarios, en el Pro lo anticipan como herramienta de negociación: llegado el caso, podrá ofrecerlo a cambio de respaldo legislativo.

Son construcciones que se hacen en el aire, sin saber todavía cuánto durará la paciencia social. El plazo que traza Milei para los primeros efectos del fin de la emisión monetaria, entre 18 y 24 meses, parece excesivo. Porque el viento político indica que la era Massa terminó el domingo: hasta los sabuesos de la Aduana y la AFIP parecen haber perdido el olfato para las cuevas. Llegaron aumentos de hasta 50% a los supermercados y tampoco hay Precios Justos: se atenuaron los tonos de voz y las recriminaciones de los funcionarios de la Secretaría de Comercio a las empresas. “Cumplo en informarte los aumentos que pretendemos”, empezó anteayer la conversación un colaborador de Tombolini, y concluyó: “En todo caso, arréglenlo ustedes con las cadenas de supermercados”, dijo. El acuerdo entre privados: cuánta nostalgia. Sorprendido, el ejecutivo le preguntó por su futuro laboral. “Noooo, soy planta permanente, entré con Moreno”, contestó el funcionario.

Pero no en todas las dependencias están tan tranquilos. Hay que darse una vuelta por Aeroparque para advertir las caras y hasta el llanto de algunos tripulantes de Aerolíneas Argentinas, donde acaba de esfumarse aquella creencia difundida por Pablo Ceriani, presidente de la compañía: que las cuentas estaban en equilibrio. Forzó el desengaño Valeria Campolongo, directora de Finanzas de la compañía, durante una conversación que tuvo en la terminal 4 con representantes de la Unión del Personal Superior Aeronáutico (UPSA). “El compañero que dice ‘Che, pará, la empresa está saneada…’ Mmm… Repítanlo, porque es real: ¡sin aporte del Estado no se sobrevive!”, contestó, según se advierte en el video tomado desde abajo y que alguien se encargó de difundir. Raro que la hayan grabado: como Cristina Kirchner, Ceriani recomienda ir a esos encuentros sin teléfono móvil. Como para pensar en motosierras.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-dificil-transicion-hacia-el-pais-viable-nid25112023/

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