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La dama y el aguatero

A veces, cuando camino por la ciudad de Buenos Aires, siempre con ojos de forastero, me intriga el nombre de una calle por la que paso y descubro que, detrás de eso, hay una historia interesante. ...

A veces, cuando camino por la ciudad de Buenos Aires, siempre con ojos de forastero, me intriga el nombre de una calle por la que paso y descubro que, detrás de eso, hay una historia interesante. Incluso, puede haber una historia de amor. Eso me ocurrió cuando, en alguna caminata por la avenida Directorio, me crucé con una calle cuya denominación es, simplemente, Thompson.

Voy a omitir la referencia inmediata a un capítulo de Los Simpson donde me lleva ese apellido –”Hola, señor Thompson”- para ir a su verdadero origen. La calle debe su nomenclatura a Martín Jacobo Thompson, coronel de la marina nacido en Buenos Aires en 1777, que combatió en las invasiones inglesas y participó del Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Fue, además, el primer capitán de puerto de Buenos Aires tras la Revolución de Mayo.

Pero el apellido de esta figura de los orígenes de la patria suena conocido también desde otro lado. Y tiene que ver con una porteña ilustre llamada María Josepha Petrona de Todos los Santos Sanchez de Velasco y Trillo, que se conoció más llanamente como Mariquita Sánchez y pasó a la historia como Mariquita Sánchez de Thompson.

Sí, la culta y bella mujer de la alta sociedad de Buenos Aires en cuya casa de la calle Florida –entonces llamada Del empedrado- se entonó el Himno Nacional por primera vez se había enamorado unos años antes del joven Martín Thompson. Y aunque el flechazo fue mutuo, su amor fue, por mucho tiempo, casi imposible.

Es que Mariquita era muy joven cuando un primo lejano, Diego del Arco, de 50 años, llegó de Europa y pidió su mano a su casi seguro futuro suegro, Cecilio Sánchez, que aceptó gustoso la propuesta. Sin embargo, María había puesto sus ojos y su corazón en Thompson, también primo lejano y recién llegado de Europa, pero bastante más joven, 23 años, y más atractivo que el pretendiente oficial.

Los papás de la joven se opusieron con fiereza a la relación de la muchacha con el marino, pero los enamorados nunca traicionaron sus sentimientos y se siguieron viendo a escondidas. Y atención, porque dice la leyenda que, para poder visitarla en su casa sin ser descubierto, él se disfrazaba de aguatero.

En la revista Caras y Caretas del 11 de julio de 1931 se transcribe un párrafo en que el escritor Santiago Calzadilla narra este romántico episodio: “El señor Thompson consiguió que el vendedor de agua de río le prestara su traje todas las mañanas. Además, se pintaba la cara de sucio para que la mamá no lo conociera y así entraba a la casa con los baldes repletos. Llenaba las tinas, las tinajas y hasta el baño de su Dulcinea A veces, solo conseguía verla a la distancia. Otras veces, lograba estrecharle las manos. Ella le decía: ‘No sea bobo, señor aguatero. Está volcando el agüita en el piso’”.

La cosa es que Mariquita se plantó y rompió el compromiso con del Arco. Después de muchas idas y vueltas, que incluyeron que a ella la recluyera su padre en un convento y a su amado lo enviaran a Europa, ambos enamorados lograron casarse, con el permiso del virrey Sobremonte, el 29 de junio de 1805.

Según cuenta Calzadilla, además de su amor, el ‘aguatero’ Thompson le entregó a su flamante esposa los títulos de propiedad de la manzana comprendida entre las calles que hoy son Florida, Sarmiento, San Martín y Perón.

El matrimonio, que tuvo cinco hijos, finalizó de modo trágico en 1819 cuando él, de regreso en barco de un viaje diplomático a los Estados Unidos, murió a bordo de la nave y su cuerpo fue arrojado al mar.

Mariquita volvió a casarse, volvió a enviudar y falleció en 1868, a los 82 años.

Como corolario de este relato de amor entre dos patriotas, puede decirse que María Sánchez y el marino Thompson transcurren su posteridad doblemente separados. Por un lado, los restos de ella reposan en Recoleta, mientras que él descansa en algún punto en el fondo del océano. En la cartografía porteña, en tanto, el nombre de él circula por Caballito mientras que ella tiene una callecita mínima en Puerto Madero.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-dama-y-el-aguatero-nid17072023/

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