Generales Escuchar artículo

Harto de la oficina, decidió dejar Argentina y cambiar su destino: “¿Por qué tengo que vivir y morir en el mismo país?”

Como en El día de la marmota, cada mañana parecía ser la misma. Jonathan Schanz ingresaba a su oficina en el Banco Indus...

Como en El día de la marmota, cada mañana parecía ser la misma. Jonathan Schanz ingresaba a su oficina en el Banco Industrial de Buenos Aires, se ubicaba en su puesto, miraba a su alrededor, y al igual que siempre, se preguntaba si quería convertirse en uno más de aquellos que lo rodeaban. Por supuesto, tenía buenos compañeros con quienes podía compartir charlas y agradables momentos, pero su mirada no se detenía en ellos, sino en los otros, los apáticos y los que parecían respirar amargura. ¿Se convertiría algún día en un ser apagado? No quería transformarse en un hombre grande atravesado por la queja constante, la manía de hablar mal de los jefes, y a sus espaldas, de los compañeros.

Siete años trabajó allí hasta el instante en que el impacto de aquella vida alienante se convirtió en una roca difícil de cargar. Corría el año 2013, cuando supo que era tiempo de hacer un cambio radical: “¿Por qué tengo que seguir viviendo en el lugar donde nací? ¿Por qué tengo que vivir y morir en el mismo país, en el mismo barrio? ¿Por qué no ver otras ciudades, tener otras experiencias, vivir en otros lugares?”, aquellas fueron las preguntas que lo impulsaron a hacer todo lo posible para conseguir una visa de trabajo que le permitiera ahorrar, conocer culturas y nuevos paisajes.

“Quería trabajar al aire libre, dejar de estar encerrado en la oficina frente a una computadora”, recuerda hoy, al contar su historia. “El entorno, mi madre más que nada -quien era la que realmente importaba-, me apoyó sin cuestionarme nada nunca, solo más tarde me confesó que se preguntaba: `¿Por qué quiere dejar este trabajo tan bueno, luego de haber conseguido tantas cosas?´ Me contó también que tuvo una sesión con una psicóloga para poder entender lo que yo estaba haciendo. Al venir de otro lugar y habiendo vivido otras cosas, se cuestionaba que yo no quisiera hacer `carrera´ en un lugar tan bueno como en el que me encontraba”.

El comienzo de entender el por qué: “A ellos no les importaba de qué trabajaba una persona, lo que importaba era si eras feliz”

Aunque recién supo articularla mucho tiempo después, la respuesta acerca de por qué dejaba su buen pasar económico y laboral atrás, comenzó a gestarse apenas traspasó los puestos de control de Ezeiza, en 2015. Jonathan saludó a las más de veinticinco personas que fueron a despedirlo, y al perderlos de vista, una sensación extraña de soledad se apoderó de él: sabía que allí, del otro lado del pasillo, nadie lo esperaba, nadie lo conocía.

Aterrizó al otro lado del mundo envuelto en otra sensación inédita. Su lugar de llegada, Nueva Zelanda, inesperadamente le obsequió alivio: los ruidos extraños en su cuerpo, sus molestias en el estómago, de pronto, se desvanecieron.

“Me había hecho unos estudios antes de irme porque sentía algo raro, podía escuchar todo el tiempo un ruido proveniente de mi estómago, sabía que no era común en mí, que antes no lo tenía, pero cuando llegué a Nueva Zelanda todo eso se fue, me liberé de una tensión que había crecido en mí”, revela. “Estaba viviendo lo que había planeado durante más de dos años. Feliz por conocer y estar en otro lado, otra cultura, otro idioma, otra forma de experimentar el trabajo”, continúa.

Y allí, de la mano del trabajo, fue que la respuesta del por qué apareció cada día más evidente. Tras emplearse en campos y fábricas, Jonathan comenzó a moverse por todo el territorio al pulso de las estaciones. Tras un año, consiguió un sponsor que le permitió quedarse durante un año más en un tambo, donde vivió una experiencia extraordinaria, atravesó un terremoto, se conectó con una superluna que emergió el día de su cumpleaños, y aprendió una gran lección de vida.

“Cuando hablaba con los kiwis (persona nacida ahí) me transmitían que a ellos no les importaba de qué trabajaba una persona, no les importaba si eras trabajador de campo, recolector de basura, jardinero, oficinista, u ordeñabas vacas, lo que importaba era si eras feliz o no. No había prejuicios acerca de qué estudiaste, de cómo te vestís; muchas personas tenían teñidos los pelos de colores, incluidos ancianos. Gente tatuada o con rastas trabajando en oficinas, bancos. Yo venía de un lugar totalmente diferente, donde te señalan por lo que hacés, si tenés o no tenés algo”.

De andar descalzo a vivir en Dinamarca: “Se puede crecer en un trabajo, más los latinos que somos unos grandes y buenos trabajadores”

A los pocos meses de su llegada a Nueva Zelanda, Jony -como le dicen en su entorno íntimo- adoptó una costumbre lugareña con la que se sintió identificado de inmediato: salir del auto o la casa sin sus zapatos (que dentro de los hogares tampoco se usan) y caminar por las calles, las tiendas y los supermercados, descalzo. Y los días de lluvia, cuando el uso de las botas era inevitable y el barro quedaba atrapado en ellas, incorporó el hábito de sacárselas y dejarlas en las entradas de negocios: “Andar descalzo es muy cómodo y los suelos muy limpios”, asegura.

“Obviamente nadie toca o se roba unas botas que están afuera de una tienda”, agrega “También, en la ruta, en casas de granjeros, hay puestos donde dejan bolsas con una determinada fruta o verdura con un cartel visible con el precio de la bolsa y en un costado una pequeña caja que se llamaba `Honesty Box´ (caja honesta) donde la gente deja el dinero luego de tomar la bolsa. Me impactó el nivel de confianza en la gente”.

Desde Nueva Zelanda, Jonathan viajó a diversos países, se embebió de sus culturas, y pronto supo que su camino laboral debía adoptar nuevas formas, trazó nuevos objetivos y metas , entre ellas, insertarse y trabajar en una nueva cultura: la danesa.

Llegó a Copenhague en el año 2018 y ante él surgió un paisaje y una cultura muy diferente a la que había dejado atrás, aunque con una característica muy similar en un aspecto central: las oportunidades laborales. En un comienzo trabajó en restaurantes, en construcción, en demolición, de carpintero, limpieza de casas y como delivery, un empleo que le dio el espacio para leer, estudiar, ir al gimnasio, seminarios, e irse de vacaciones. Finalmente, se capacitó como coach con PNL (Programación Neurolingüística).

“Está lleno de oportunidades para el que quiere y hace un esfuerzo por conseguirlo. Se puede crecer en un trabajo, más los latinos que somos unos grandes y buenos trabajadores, donde siempre queremos dar o hacer más, y todo esto más todavía si lo comparamos con los daneses, que en ciertos trabajos hacen lo mínimo o simplemente hacen lo que le pidieron y ya”, cuenta Jonathan.

“La calidad de vida es excelente, hay salud pública y de buena calidad, aunque a veces a los latinos nos es difícil acostumbrarnos a esta, ya que aquí no te dan un antibiótico a menos que estés muy mal y sea necesario. En Argentina usualmente nos automedicamos con, por ejemplo, amoxicilina”, continúa.

“Si querés estudiar hasta te pagan unos 800 euros por mes. Similar a Nueva Zelanda, noto que la gente se mueve mucho en confianza, uno puede dejar algo u olvidarse de algo en algún lado y vuelve y lo encuentra ahí o lo llevan a objetos perdidos en la comisaría. La gente confía en la gente, el gobierno confía en la gente, los impuestos los declara uno mismo y dice cuánto va a ganar o cuánto ganó”.

De no confundir el éxito con la felicidad: “No hay nada ni nadie que me impida poder hacer algo, más que yo mismo”

Entender por qué alguien se va si lo tiene “todo” no siempre es sencillo, aunque a veces, para comprenderlo, habría que cuestionarse qué significa “todo”. En el mundo ordinario en el que vivía Jonathan, allá por el 2013, la felicidad parecía estar ausente. El joven argentino se hallaba rodeado por personas que parecían haber perdido su vuelo propio, provocando que la crítica, la envidia y el resentimiento contaminen la atmósfera. Entonces, el temor a transformarse en uno de ellos se apoderó de él. Para evitarlo decidió extender sus propias alas, despedirse del universo conocido y salir a explorar otras formas de vida y felicidad.

Los hombres y mujeres que conoció en el camino le trajeron y siguen trayendo respuestas enriquecedoras. Entre líneas, comprendió que muchas veces solemos confundir “ser exitoso” con “ser feliz”.

Argentina, mientras tanto, fue mutando en su significado. Para Jonathan, solía ser aquel lugar que dejó en suspenso: “Las primeras veces que volvía era como si el tiempo se hubiese parado, todo seguía igual, había puesto stop cuando me fui y al volver ponía play, las mismas conversaciones, discusiones, charlas en la familia o entre amigos, todo era igual, nada había cambiado”.

“Pero ya las últimas veces sentía que el tiempo pasaba porque la gente grande estaba más grande y los bebés o niños de mi entorno cambiaban, crecían o se volvían adolescentes, en ese momento me empecé a plantear volver por unos meses o tal vez un año, pero, finalmente, decidí aprender vivir con ellos de manera online”, dice Jonathan, quien hoy tiene 37 años y pronto dejará Dinamarca para vivir en Australia.

“En esta nueva vida lejos del banco, he aprendido geografía e historia de los países en los que viví y visité. Aprendí que se puede vivir de una manera diferente a la que culturalmente estamos acostumbrados en Argentina. Comprendí que puedo aprender un nuevo oficio y que puedo trabajar de lo que quiera: no hay nada ni nadie que me impida poder hacer algo, más que yo mismo”, reflexiona.

“Entendí que si uno tiene un objetivo claro y definido de lo que quiere, encuentra la manera para poder llegar a él: no necesito un pasaporte, un título o ser el hijo de tal; si quiero vivir en tal lugar o hacer tal cosa voy a buscar los medios correspondientes para lograr lo que quiero. Todo es posible si creo que así lo es”, concluye.

*

Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/harto-de-la-oficina-decidio-dejar-argentina-y-cambiar-su-destino-por-que-tengo-que-vivir-y-morir-en-nid06092023/

Comentarios
Volver arriba