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El plan económico, subordinado a una ambición personal

Federico Achával, intendente de Pilar, no le dedicó al anuncio siquiera un tuit. Y eso que el acto de anteayer era en su territorio, el parque industrial de Fátima, que la empresa Whirlpool anun...

Federico Achával, intendente de Pilar, no le dedicó al anuncio siquiera un tuit. Y eso que el acto de anteayer era en su territorio, el parque industrial de Fátima, que la empresa Whirlpool anunciaba ahí una inversión de 52 millones de dólares para exportar electrodomésticos a Brasil y que todo era encabezado por el presidente de la Nación. Pero por una vez el jefe comunal, cultor del arte de la gigantografía propia hasta en la Panamericana, optó por el perfil bajo: dijo que tenía que hacerse estudios médicos y no fue. El mexicano Juan Carlos Puente, líder de Whirlpool y anfitrión, sabrá entender a la Argentina electoral: si hay algo que cuidan últimamente los dirigentes del Frente de Todos es no quedar del lado equivocado de la interna.

Desde que anunció que no buscaría la reelección, Alberto Fernández es el jefe de Estado más impopular en muchos años; cualquier peronista sabe que aparecer con él en las fotos equivaldría además a enfrentarse con Cristina Kirchner y Sergio Massa. Es lo que debe de haber pensado Achával. Y más cuando, como en Fátima, el Presidente usa el acto para apuntalar la candidatura de Daniel Scioli y, con ella, la obsesión de que el PJ compita en agosto en una primaria. “Vos seguí”, lo había alentado por teléfono horas antes, cuando el embajador le contó que, pese a la presión del Instituto Patria y el Frente Renovador, estaba dispuesto a presentarse.

Cuentan que, en privado, cuando le cuestionan la actitud, Alberto Fernández niega tener que ver con Scioli. Pero el trasfondo de todo es más abarcador: hay en esa batalla una pequeña reivindicación de índole personal. Primero frente a Cristina Kirchner, con quien no se habla desde hace mucho tiempo, pero también en su relación con Massa, al que le reprocha, por ejemplo, estar enterándose últimamente por los diarios de medidas a las que él debe ponerles formalmente una firma. Fue lo que lo hizo reaccionar mal hace dos fines de semana ante periodistas que le preguntaban por iniciativas que el Palacio de Hacienda acababa de difundir en un borrador. No opino sobre trascendidos, dijo entonces.

La discusión por una eventual primaria es también el desvelo de quienes pretenden combatirla. Quieren, al contrario, que el peronismo vaya con una sola lista de unidad. Cristina Kirchner y Massa trabajan para eso, lo que explica parte de los últimos movimientos y declaraciones de los funcionarios del Frente Renovador. Desde la advertencia de Cecilia Moreau sobre la continuidad del ministro en el Palacio de Hacienda –algo que él viene repitiendo desde hace varias semanas delante del Presidente– hasta los trascendidos de ayer: todas las renuncias massistas estarían ya a disposición del Poder Ejecutivo. Son temas que saldrán hoy en el Movistar Arena de Tortugas, donde el espacio hará su congreso nacional. Zona de gigantografías.

El argumento de Massa para oponerse a una primaria es que expondría al peronismo a quedar atomizado, muy rezagado en la votación si se mide por candidato y no por espacios. En el Frente Renovador todavía hablan del malhumor que su líder tenía el miércoles al salir de la reunión con Alberto Fernández. Dicen que ahora está abocado a conseguir que el peronismo entero reclame unidad. Ya lo hicieron varios gobernadores. Él se juega ahí su proyecto personal. ¿Candidato a presidente? ¿Senador? Tendrá que acordarlo con Cristina Kirchner. Pero parte de la estrategia depende de que la economía no se termine de descalabrar. Hasta tanto eso no ocurra, Massa podrá seguir atribuyéndose internamente haber sido quien evitó que el Gobierno terminara antes de tiempo. “El helicóptero”, lo definió Ferraresi.

Por eso el ministro está condicionado a los adelantos que le pueda dar en los próximos días el Fondo Monetario Internacional. Y a que la inflación no llegue a dos dígitos mensuales. Todo suma en ese objetivo, para el que una o dos décimas de IPC pueden resultar determinantes. Ya les pidió, a través de la Secretaría de Comercio, a las cadenas de supermercados que posterguen los aumentos de junio previstos en Precios Justos hasta el 15 de este mes. Ahora necesita mostrar que vela en serio por que lo cumplan. A diferencia de otros secretarios del área, Matías Tombolini tiene la precaución de avisarles a los empresarios algunas de sus puestas en escena. La última, la del lunes, cuando empapeló varias góndolas de carne denunciando faltantes. “Tras un operativo en 103 sucursales del AMBA se colocaron fajas en 51 locales por distintas infracciones al programa de 7 cortes”, publicó la Secretaría de Comercio en Twitter, y enumeró los locales en supuesta infracción: “Cencosud: 20, Carrefour: 14, Coto: 11, Changomás: 6″.

El problema es que ya no tiene mucho con qué presionarlos. Las autorizaciones para importar, la herramienta con que lo venía haciendo, solo salen en yuanes. En dólares es casi imposible. A los supermercados ya les reprogramó a un año muchos permisos que estaban concedidos. El cepo es más estricto, aunque el Gobierno se empeñe en negarlo comparando el volumen actual de importaciones con períodos previos. “En la discusión cuantitativa pueden tener razón, pero sectores que antes accedían ahora lo tienen vedado”, dicen en el sector farmacéutico.

En la Unión Industrial Argentina están bastante preocupados por el tema. Ya la semana pasada, una encuesta anónima interna había revelado que el 64% de las empresas notaba un empeoramiento en los tiempos de aprobación, y eso molestó en el Palacio de Hacienda, que envió el martes a tres funcionarios a reunirse con la central fabril: Tombolini; el secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, y Guillermo Michel, jefe de la Aduana. Fue un encuentro amable en las formas, pero franco: los industriales expusieron la urgencia por los dólares, principalmente para insumos, y los visitantes insistieron en el argumento de la especulación: hay, contaron, dos o tres navieras que acumulan stock a valores oficiales y obligan al Gobierno a restringir todavía más. Los motivos de siempre de ambos lados. Hasta volvió a oírse la queja de algunos fabricantes por el ingreso de productos terminados. Entre ellos, Matías Furió, de la Cámara del Juguete: llega el Día del niño, dijo, y las jugueterías están atestadas de productos chinos. Algo parecido planteó Jorge Sorabilla para los textiles.

Pero no son tiempos para “vivir con lo nuestro”. No tanto por convicción del Gobierno como por el escaso margen que tiene para devaluar. La inflación corroe el peso, aumenta la brecha entre el dólar blue y el oficial y, con ella, la expectativa de que en algún momento habrá una peor devaluación. Y así. A fines del año pasado, durante un congreso de pymes industriales y todavía con la ilusión intacta de que el Palacio de Hacienda tuviera éxito, le preguntaron sobre el tema al jefe de la Aduana, Michel, que contestó lo obvio: “Lo vamos a poder resolver cuando tengamos los tipos de cambio unificados”. Seis meses después, la frase tiene otro significado: la solución estará en todo caso en manos del próximo gobierno. ¿Qué podría hacer frente a eso el actual? Los propios funcionarios suponen que nada, y eso es tal vez lo que los lleva a malgastar energías en la interna. Era más simple cuando la candidatura de Massa dependía de atenuar la inflación.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-plan-economico-subordinado-a-una-ambicion-personal-nid10062023/

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