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El lado oscuro de los árboles

Aparte de ser el primer eslabón en la cadena de reacciones químicas que convierten la energía solar en carbohidratos y además de aportarnos el oxígeno que hacen que la atmósfera de este plane...

Aparte de ser el primer eslabón en la cadena de reacciones químicas que convierten la energía solar en carbohidratos y además de aportarnos el oxígeno que hacen que la atmósfera de este planeta sea apta para la mayoría de los seres vivos, las plantas nos dejan una lección de vida.

Miren ese árbol frondoso. ¿Qué ven? Bueno, qué pregunta impertinente. Vemos un árbol, por supuesto. Sin embargo, el tronco robusto, la rama de la que colgaba una hamaca cuando éramos niños, las hojas incontables que se enfurecen en el otoño, como si oyeran la exhortación de Dylan Thomas, la altura imponente con sus aves, sus flores y sus frutos son solo la mitad del árbol. Casi nadie ha visto un árbol completo. Advertimos solo lo que está por encima del suelo. Oculto, fundamental y, en general, igual de inmenso, subyace un sistema radicular lleno de secretos.

No solo se encarga de sostener al gigante, sino que por medio de un cosmos de capilares busca agua y nutrientes, casi siempre asistido por unos hongos llamados micorrizas, que contribuyen a la absorción del alimento inerte para el árbol, a cambio de lo que los hongos no pueden producir, a falta de clorofila. Toda la belleza de nuestros árboles se basa en una sociedad oculta, hundida en el barro, oscura y de lo menos elegante, ciega y persistente como una obsesión, implacable y, a la vez, sensible, delicada y frágil.

Pero no la vemos. Incluso los que sabemos que esto ocurre bajo nuestros pies tendemos a pasar por alto el hecho de que el árbol es semejante a un iceberg viviente. Preferimos lo que alza sus brazos al cielo a lo que se hunde inconsciente e instintivo; lo luminoso a lo oscuro y subterráneo; lo que usufructuamos (la hamaca, la fruta, las flores) a lo que ni siquiera podemos estar seguros de dónde está, hasta dónde llega, qué hace.

Este sesgo de nuestra percepción –tal vez de nuestra comprensión del mundo– no termina en los árboles. Nos cuesta mucho aceptar que la naturaleza humana tiene su subsuelo, sus sueños oscuros, sus pulsiones inconfesables, sus sociedades secretas, y que ese humus (para usar las palabras de J. R. R. Tolkien) constituye el sustrato donde germinan las ideas, el arte y nuestra capacidad de amar, de trascender, de sacrificarnos en nombre de aquello cuyo destino está más allá de nuestro alcance (nuestros hijos, nuestra obra), de ser curiosos, de no conformarnos y, de ese modo, con o sin éxito, intentar mejorar el mundo.

Pero en ocasiones, y esto es de lo más sintomático, ocurre lo contrario. El otro día, en mi huerta, una amiga que estaba de visita fue mencionando una por una todas las aromáticas que veía, un poco como un cumplido que, entre nosotros, los que nos llevamos bien con lo verde, es siempre bien recibido. Equivale a pasear por un museo con alguien que sabe que aquel es un Corot, este es un Gauguin, allá hay un Delacroix y enfrente se ve un Derain. Pero de pronto se quedó mirando, dubitativa, una plantita de hojas preciosas. Al final, no tuvo más remedio que preguntar qué era.

–Es una batata –le dije, con una suave afectación en la voz para denotar que entendía que no la hubiera reconocido. Le pareció hermosa, porque de verdad lo es. Pero el sesgo aquí nos inclina en el sentido contrario, y de esa planta de hojas notables y flores bellísimas solo conocemos su lado oscuro, sus tubérculos toscos. Que son ricos y nutritivos y todo lo demás. Pero es como juzgar a alguien solo por ese sueño extraño que tuvo anoche y que, suspicaces, tratamos de desentrañar. Cuidado. Somos un todo.

El pasto aquí, en casa, es el nativo de la zona. Soportó tres años de sequía con estoicismo. Ahora que volvieron las lluvias, reverdeció impertérrito. Me han dicho que parece un milagro. No. Son sus raíces, que se hunden profundas en la tierra y encuentran agua aun cuando allá arriba, donde están la luz y el aire, todo se agoste y se marchite.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-lado-oscuro-de-los-arboles-nid07062023/

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