Por decisión de Gerardo Martino, el DT de Inter Miami, Lionel Messi comenzó el partido contra el Cruz Azul de México en el banco de suplentes, al igual que Sergio Busquets, su excompañero en el Barcelona que también llegó como refuerzo. Con pocos días de entrenamientos con sus nuevos compañeros, La Pulga se sentó en uno de los asientos de los relevos y observó, con detenimiento, la actuación de su flamante equipo que se fue al entretiempo con una victoria de 1-0.

Con los flashes de la cámara siguiéndolo en cada reacción y momento, Messi se saludó en la previa del partido con el basquetbolista LeBron James. Una vez que comenzó el partido, siguió atentamente con su mirada el partido, aunque un detalle lo perturbó y uno de sus compañeros lo asistió para que se sienta como en su casa.

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Se trata de Josef Martínez, el futbolista venezolano de 30 años que, antes de la llegada de Messi, era uno de los mejores jugadores de un equipo que navega en las últimas posiciones de la Major League Soccer (MLS). Sentado al lado suyo, el delantero observó que el argentino tenía obstruida su visión por un asiento que se encontraba a una altura tal que no podía observar bien lo que sucedía dentro del terreno de juego.

En consecuencia, Martínez se percató de ese inconveniente, giró su cabeza para hablarle al rosarino y con un movimiento de manos, activó una palanca para que el asiento se recline y así Messi pudiera observar con un panorama más nítido el encuentro. Además, como una muestra de compañerismo, el astro argentino le sonrío al venezolano, en lo que parece ser el comienzo de una relación dentro y afuera de la cancha entre ambos.

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En el complemento, Messi y Martínez ingresaron al campo de juego para darle una impronta diferente a un equipo que comenzó a quedarse a pesar de estar arriba en el marcador. Tras el empate de los mexicanos, el argentino y el venezolano armaron una jugada en conjunto que Martínez no pudo definir luego de amagarse al arquero y quedarse sin ángulo.

Con cientos de cámaras enfocándolo, Lionel Messi tuvo en sus pies el mejor regalo para definir el partido: un tiro libre en las inmediaciones del área. Al tomar la pelota y colocarla en el espacio donde fue el foul, el rosarino empezó a observar todo el entorno que lo rodeaba.

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En primer lugar, observó la pelota y luego la barrera humana del Cruz Azul que lo miraban atentamente. Por último, el delantero se acomodó el cuello de su camiseta color rosa, dio unos pasos atrás para tomar carrera y el resto es historia conocida.

Una vez que la pelota ingresó, Messi corrió de manera desaforada para festejarlo con el público presente y sus compañeros no quisieron perderse una celebración que quedó para la historia en una carrera plagada de éxitos y de historias que seguirán renovándose, esta vez en los Estados Unidos.