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El futuro de Italo Calvino es hoy

En mi biblioteca tengo una carta manuscrita que me regalaron hace años. El autor, el que firma, es Italo Calvino y su destinatario, un crítico y editor al que conocí. Poco importa el contenido, ...

En mi biblioteca tengo una carta manuscrita que me regalaron hace años. El autor, el que firma, es Italo Calvino y su destinatario, un crítico y editor al que conocí. Poco importa el contenido, breve y circunstancial. Lo que me atrae es la claridad meridiana de la letra y que viene escrita en un castellano impecable (la mujer de Calvino, Esther, era argentina). La data: marzo de 1982. Me gusta pensar que, mientras el escritor italiano trazaba esas líneas, lo esperaban al lado las páginas de Palomar, la rara novela que publicaría al año siguiente.

Los años redujeron a Calvino a ese limbo equívoco en el que algunos colocan también a Cortázar: el de las lecturas de iniciación

Después de su inesperada muerte en 1985, Calvino siguió siendo reeditado sin pausa hasta que los años lo redujeron a ese limbo equívoco en el que algunos colocan también a Cortázar: el de las lecturas de iniciación. Vale decir, esos libros que son considerados una puerta de acceso a la literatura y a los que después nunca se vuelve. La parábola de Calvino como narrador y ensayista, sin embargo, muestra que detrás de su obra hay mucho más que un interés por lo lúdico. Empezó a publicar en la posguerra, siguiendo el neorrealismo de rigor por entonces. “El deber de representar nuestro tiempo era el imperativo categórico de todo joven escritor”, diría al final de su vida. Pronto descubrió un malestar: el mundo, con su opacidad, lo había llevado a olvidarse del gusto por lo picaresco, su inclinación natural cuando decidió ponerse a escribir.

Fascinado por los cuentos folklóricos italianos, comenzó a experimentar con otra clase de relatos. El resultado se fue desglosando en una trilogía fabulatoria y fantástica (la que empezó con El vizconde demediado), los cuentos de Las Cosmicómicas o las invenciones de Las ciudades invisibles. Delineó historias guiándose según el azar que le proponían las cartas del tarot (El castillo de los destinos cruzados) y también la que tal vez sea la novela posmoderna por excelencia, que comienza así: “Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Concéntrate”. No sé si son de iniciación. Lo único seguro es que ningún libro del italiano se parece al otro.

Lo que inspiró las conferencias de Calvino fue la certeza de que la literatura no estaba condenada, obsesión de aquellos años ochenta, al anacronismo

Hace unos días, cuando se cumplió su centenario (nació el 15 de octubre de 1923, en Cuba, adonde se habían trasladado sus padres por trabajo), me prometí releer Seis propuestas para el próximo Milenio, las conferencias que preparó para dictar en Harvard (y no llegó a dar). Elegí ese volumen y no otro porque le guardaba alguna antipatía. Allá lejos y hace tiempo, era común encontrarse con lectores (y aspirantes a escritores) que repetían como un mantra la ligereza que Calvino -supuestamente- promovía para la literatura del futuro en esos ensayos.

Leído en ese futuro, que es nuestro presente, el libro funciona, sin embargo, de manera muy distinta. Calvino no tenía vocación de profeta, pero bastante de lo que aventuraba parece cumplirse, para bien o para mal, en mucho de lo que se escribe hoy. Incluso cuando habla de una informática todavía prehistórica parece dar en el clavo.

Seis propuestas para el próximo milenio no es –mea culpa: lo tenía por un libro menor– una serie de consejos sobre las bondades de la levedad, la rapidez, la exactitud y otros ítems más o menos contemporáneos. Lo que inspiró las conferencias fue la certeza de que la literatura no estaba condenada, obsesión de aquellos años ochenta, al anacronismo. Para ver hacia adelante, Calvino mira hacia atrás. ¿Qué detecta? Que la literatura se tensa desde siempre entre una que busca reflejar el peso concreto de las cosas, lo real, y otra en que el lenguaje flota como una nube o incluso “un campo de impulsos magnéticos”. El arco de Calvino, para lanzar su flecha al futuro, se estira hasta llegar a Ovidio, Guido Cavalcanti o Galileo para volver a pasar raudo por Montale, Ponge, Musil o Borges. La levedad era, en su caso, una apuesta por una nueva profundidad. Me gustaría escribirle una carta para seguir conversando. Sé que no habría respuesta. Me limito entonces a este mensaje en la botella para los que vendrán en lo que resta del milenio que recién comienza.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-futuro-de-italo-calvino-es-hoy-nid02112023/

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