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El blue del blue: cuevas de un día en medio de la campaña

El barrio y la hora no harían sospechar ni a la AFIP ni al Banco Central: periferia del microcentro, operaciones hasta las 21. Pero la larga fila humana sobre la vereda, los autos blindados, el ta...

El barrio y la hora no harían sospechar ni a la AFIP ni al Banco Central: periferia del microcentro, operaciones hasta las 21. Pero la larga fila humana sobre la vereda, los autos blindados, el tamaño de las Samsonite en mano y la voz que corría desde la mañana en los WhatsApp hacían sospechar lo obvio: una cueva. Y la oferta en cuestión, también: blue a 850 pesos, cien menos que a lo que se vendía en ese momento en el mercado, y a un mínimo de 50.000 dólares por operación. “Por ficha”, dicen en la jerga. Un tope para evitar minoristas. El Gobierno inspeccionaba mientras tanto en otros rincones de la ciudad para cumplir la promesa de Massa, que “esos 4 o 5 vivos que juegan al arbitraje vayan en cana”. Los malpensados no dudan: hubo esta semana manos amigas oficialistas para bajar el precio de referencia del billete. El blue del blue.

Massa lo consiguió a medias. Necesitaba tranquilizar una cotización que amenazaba con desmadrarse. “Había tanta gente adentro que no dejaban subir”, dijo anteayer uno de los clientes de la oficina en cuestión. Agregó que en 25 de Mayo al 500 también se había vendido bastante ese día, pero durante menos tiempo. “Ficha de 30.000 dólares”.

Este negocio clandestino no es para cualquiera. Requiere algo de coraje porque, dicen, un precio excesivamente atractivo puede ser solo una trampa destinada a cazar, diría Massa, a 4 o 5 vivos. Conviene además ir bien equipado: el mínimo de 50.000 dólares son casi 50 millones de pesos y no caben en cualquier bolso. Solo en una valija de las más grandes, las que se despachan en bodega. Problemas de esta nominalidad que Antonini Wilson no llegó a sufrir. Las carry-on, por ejemplo, sirven apenas para cargar 20 o 30 millones de pesos. Y en una mochila grande no entran más de 10 millones. “Nunca vi algo así; a estos tipos no los conoce nadie y es probable que mañana no estén”, confesó un operador con años de experiencia. Todo a la luz del día y con altísima renta: en una sola operación se pueden ganar 7000 u 8000 dólares.

Es la foto de la Argentina de los últimos días. Ineficaz ya con la tasa de interés y acorralado por la inflación, el Gobierno optó por atacar la incertidumbre cambiaria con métodos múltiples y hasta extravagantes. Siempre hay colaboradores dispuestos. No solo del sector financiero. Es una conclusión que sacaron, por ejemplo, en la CGT no bien se enteraron el miércoles de que La Bancaria convocaba a un paro en los bancos Supervielle, Santander y Galicia. En el tope de las razones de la medida, decían los volantes, estaba el adelanto del medio aguinaldo que habían dispuesto esos tres bancos y que el gremio que conduce Sergio Palazzo consideró “autoritario y discriminatorio” en materia salarial. Un argumento extraño si lo que viene es una devaluación, pero bien en línea con las pretensiones del Gobierno, donde temen que este tipo de adelantos en pesos terminen yendo al dólar. Un día antes, después del acto por el Día de la Lealtad en Arsenal, Massa y Palazzo se habían quedado conversando en un aparte. Por eso en la CGT sospecharon.

Finalmente, la conciliación obligatoria frustró el paro. ¿Alguien se lo había pedido al Ministerio de Trabajo? En algunos bancos suponen que sí. Todo es tan frágil, razonan, que un virtual feriado cambiario pegado a un fin de semana electoral y con el dólar en alza habría acrecentado el pánico. Quién sabe.

Lo constatable es que la CGT ha decidido abroquelarse en derredor de Massa. Eso se terminó de acordar hace dos martes en un asado en la sede de la Uocra, en el que se habló de todo: de la campaña, del momento económico y de lo solo que, según los presentes, el PJ dejó al candidato. Estaban Gerardo Martínez, Héctor Daer, Carlos Acuña, Hugo Benítez, Cristian Jerónimo, Guillermo Mangone. Concluyeron en que había que transmitir esas mismas convicciones a los ausentes y en la necesidad de alertar, cada uno desde su gremio, a las bases sobre los peligros de una derrota electoral. Docencia peronista.

Algunos cumplieron sin demoras. El miércoles, los aeronáuticos difundieron entre los empleados de Aerolíneas Argentinas un spot que también enviaban los gerentes de la compañía: si no gana Massa, sugiere el video, vuelve la privatización. Una advertencia a tono con la de los ferroviarios sobre el precio de los pasajes con Milei o Patricia Bullrich, respaldadas a su vez por una disposición de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT).

Los empresarios observan la escena completa al borde del espanto. Necesitan que la pesadilla pase. En primer lugar, por lo que ya es un flagelo cotidiano: no hay dólares para casi nadie.

Hace más de diez días que la planta que General Motors tiene en Alvear, Rosario, está parada por falta de insumos. “Seguimos igual”, dijeron en la compañía a la nacion. Hasta el tono de algunas reuniones corporativas deja traslucir impaciencia. Pero ningún economista les proyecta algo alentador en el corto plazo. Ni siquiera los que, como Melconian, están en campaña.

El miércoles, el eventual ministro de Patricia Bullrich visitó la Unión Industrial Argentina y advirtió que, si ganaba Juntos por el Cambio, estaría seguramente en condiciones de garantizar el flujo mensual de importaciones, pero que el stock acumulado de deuda comercial debería resolverse en el tiempo.

Los banqueros que almorzaron anteayer en el Sheraton con Domingo Cavallo tampoco salieron optimistas. El exministro les anticipó que la inflación iría en los próximos meses carcomiendo el circulante y que ellos tendrían que “poner el hombro”, colocar préstamos y absorber el 20% de las Leliq como encaje.

El Gobierno supone que podrá aguantar con el adicional del swap que acaba de conseguir de China. Pero necesita atenuar al menos estéticamente la sensación de fracaso económico. Esta semana, Matías Tombolini, secretario de Comercio, y Gustavo Faskowicz, subsecretario de Políticas para el Mercado Interno, les exigieron a los supermercados que no hubiera góndolas vacías. “Hasta el sábado”, especificaron.

Las instrucciones del Gobierno ya tienen la impronta del Decálogo de la Serenidad de Juan XXIII: solo por hoy. La obsesión de Tombolini es últimamente la Coca-Cola: hay productos que no pueden faltar. Difícil, porque las ventas en los supermercados subieron 20% solo esta semana; el electorado ha decidido acumular stock. Tombolini mandó el miércoles inspectores a depósitos de supermercados. Tampoco es cuestión de ir y contar botellas: los encargados pidieron 48 horas para entregar un informe detallado de lo disponible.

¿Será suficiente con todo? Dependerá en parte de la votación de mañana. Un escenario de segunda vuelta, con Massa todavía con posibilidades, no es lo mismo que cualquier otro resultado. “Si lo ven competitivo, los fabricantes se van a cuadrar más”, dijeron en un supermercado.

Son cuestiones que ya no están al alcance del ministro. La urna es más impredecible que una cueva.ß

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-blue-del-blue-cuevas-de-un-dia-en-medio-de-la-campana-nid21102023/

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