Generales Escuchar artículo

Cuando jugamos a ser dioses

La crisis argentina se expresa en numerosos terrenos. A diferencia de lo que acontece en otros países con distintas medidas preventivas, la ONG Luchemos por la Vida reporta que entre nosotros el n...

La crisis argentina se expresa en numerosos terrenos. A diferencia de lo que acontece en otros países con distintas medidas preventivas, la ONG Luchemos por la Vida reporta que entre nosotros el número de muertes anuales en accidentes de tránsito lleva años sin registrar mermas. Las medidas de seguridad vial han demostrado ser muy efectivas para preservar las vidas de conductores y peatones, razón por la cual deberíamos cuestionarnos más profundamente respecto de nuestra peligrosa desaprensión y vocación por incumplirlas.

Las estadísticas siguen también confirmando aumentos en muertes de motociclistas y siniestros univehiculares, que ya alcanzan casi a un tercio del total. Los motociclistas, intrépidos bólidos urbanos, son ya casi la mitad de las víctimas mortales.

Los fines de semana concentran el 44% de los muertos. La relación entre consumo de alcohol y drogas con accidentes es dramática. Ambos perturban siempre la conducción, afectando la atención, la coordinación y la percepción, y parece mentira que haya que seguir alertando sobre sus efectos. Una pseudo voluntad individual de sostener un consumo dañino colisiona dramática y literalmente con la realidad colectiva cuando conduce a segar vidas inocentes.

Cabe señalar que más del 50% de los decesos se concentran en el grupo más joven: en 2022, a nivel nacional, el 54% de las víctimas fueron menores de 35 años. Los accidentes de tránsito son, pues, la principal causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años, etapa de la vida en la que muchos se creen inmortales.

Educar y crear conciencia es prevenir. Seguramente casi todos conocemos de memoria cuáles son las normas que deberíamos respetar. Sin embargo, la realidad nos confronta con las terribles secuelas de ignorarlas y las disfraza de “accidentes”. Como peatones o como conductores. Familias destruidas, hijos sin padres y padres sin hijos son dolorosas y costosas secuelas en una larga ristra de trágicas situaciones. ¿Por qué valoramos tan poco la vida? ¿Por qué podemos respetar las normas cuando viajamos a otros países? ¿Será una alternativa incrementar aquí controles y penas? Los hombres jugamos a ser dioses y creemos que nunca nada podrá pasarnos. Ese es el triste límite que la realidad nos impone. Redoblemos el compromiso con la seguridad vial y la prevención. No esperemos que las estadísticas hablen de nosotros.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/editoriales/cuando-jugamos-a-ser-dioses-nid11122023/

Comentarios
Volver arriba