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Crisis: “Sin medidas urgentes, el escenario sanitario será peor en los próximos años”, dice un referente médico argentino

A los 86 años recién cumplidos y con más de 60 de experiencia acumulada en la práctica médica, Marcelo Elizari no duda en referirse a la profundidad que alcanzó la crisis del sistema de salud...

A los 86 años recién cumplidos y con más de 60 de experiencia acumulada en la práctica médica, Marcelo Elizari no duda en referirse a la profundidad que alcanzó la crisis del sistema de salud argentino como una “tragedia sanitaria” frente a la que no percibe que haya propuestas de solución. “Confluyen la falta de compromiso y la ausencia de las autoridades que están y las que vendrán porque no está en las agendas el problema de la salud y cómo lo van a resolver”, dice Elizari, referente mundial en electrofisiología y arritmias cardíacas y miembro de número y expresidente de la Academia Nacional de Medicina (ANM).

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Aun cuando señala que se está dando un fenómeno mundial de falta de recursos humanos en salud, el diagnóstico local se agrava con la crisis económica, la fragmentación del sistema con más de 200 obras sociales, sistemas prepagos y hospitales, junto con la mala remuneración de los médicos con respecto a países de la región.

“El esfuerzo que hace un médico para ejercer la profesión no se tiene en cuenta –observa–: son más de 20 años de formación y toda la vida dedicada a la actualización. La recertificación médica demanda todavía más tiempo personal y costos en dólares. Todo esto hace que trabajen con enorme desaliento, que es lo que lleva a la caída de la matrícula de los médicos argentinos y su ida al exterior. Y los países están demandando profesionales. Sin medidas urgentes, todo hace pensar que el escenario sanitario será peor en los próximos años.”

Cita un ejemplo de los últimos días: si a un paciente le indican hacer un estudio ambulatorio de 24 o más horas (Holter), que registra la actividad cardíaca mientras la persona realiza sus tareas habituales, debe esperar 30 días para recibir el informe con el resultado. “¡Un mes para la lectura de un Holter! Esto es algo inconcebible. ¿Cómo puede ocurrir? ¿No hay médicos que puedan informar sobre ese estudio?”, cuestiona.

Sus comienzos

Hijo de un matrimonio de maestros rurales del Paraje las Horquetas, empezó a interesarle la medicina ya durante su adolescencia en Colonia Centenario, en Neuquén. Su tío, que era cirujano y especialista en tocoginecología, le permitía acompañarlo y hasta presenciar algunos procedimientos. En 1955, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con la idea de seguir la misma especialidad. Ya recibido, en el servicio de Guardia del Hospital Álvarez, del barrio porteño de Flores, un médico que trabajaba en el Pabellón de Cardiología Inchauspe del Hospital Ramos Mejía le propuso conocer a Mauricio Rosenbaum, con quien empezó en 1961 su formación en esa especialidad.

“Me presenté y me dijo: ‘tenés que estudiar la anatomía del sistema de conducción eléctrico del corazón’ –recuerda–. Así lo hice en mamíferos y el corazón humano y, al final, llegamos a la conclusión de que en el ventrículo izquierdo había dos terminales o fascículos de conducción de los impulsos eléctricos, en lugar de una como se pensaba hasta ese momento, y que, cuando se bloquean, cada una tiene en el electrocardiograma una imagen perfectamente definida. Lo más importante es que cualquiera de esos bloqueos, sobre todo en el sistema de la rama izquierda, puede disimular o simular agrandamientos cardíacos o un infarto.”

Esto modificó el diagnóstico electrocardiográfico los trastornos de la conducción y los bloqueos cardíacos en las arritmias y enfermedades del corazón: en lugar de un sistema de conducción de dos ramas (bifascicular), se empezó a hablar de uno de tres ramas (trifascicular) con sus propios trastornos. “Durante casi 50 años –repasa Elizari–, los diagnósticos de los bloqueos cardíacos eran erróneos porque había un concepto equivocado de la anatomía, la fisiología y la fisiopatología del sistema de conducción cardíaco.”

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En el consultorio en el barrio porteño de Almagro, donde sigue atendiendo, recibe a LA NACIÓN. En la biblioteca, junto a su escritorio, hay un ejemplar del libro Los hemibloqueos (1968), al lado de sus versiones en inglés e italiano. Ese texto, que demandó casi ocho años de trabajo, detalla todos los conceptos de la electrocardiografía que fueron modificados. “Quien no conoce esto –afirma el académico–, no puede diagnosticar correctamente un electrocardiograma.” Entre los libros, aparece enmarcado el electrocardiograma con el que hace seis décadas se hizo el primero de esos diagnósticos en el Ramos Mejía. Ese descubrimiento coincidió con la aparición de los marcapasos y la nueva información complementó las indicaciones de uso de esos dispositivos cardíacos.

“El Pabellón Inchauspe era, probablemente, el mejor servicio de cardiología en la Argentina –opina Elizari–. Ahí funcionó la primera residencia de cardiología del país y los becarios vivíamos en las instalaciones. Era una maravilla desde el punto de vista del entrenamiento en la atención, la formación y la investigación, con figuras como Blas Moia, René Malinow, Rosembaum y otros maestros de la cardiología.”

El semillero

Crónicas de los años 40 –el pabellón, que fue donación de los padres de Luis Inchauspe, cardiólogo de 24 años que falleció súbitamente en 1942– dan cuenta de que cuando se crearon los servicios de cardiología en los hospitales de la entonces Municipalidad de Buenos Aires, los jefes eran especialistas formados en el Ramos Mejía. “Siempre lo llamamos el semillero de cardiólogos”, recuerda Elizari, que en 1987 asumió por concurso la jefatura de la División de Cardiología del hospital.

Ahí, en la década del 70, había armado el Laboratorio de Electrocardiografía y Electrofisiología Celular, del que surgió la noción de que el corazón tiene memoria: recupera su función ventricular normal después de una alteración pasajera de los impulsos eléctricos. En un electrocardiograma, ese efecto se puede confundir con una isquemia cardíaca, entre otros diagnósticos, con la indicación de exámenes o tratamientos innecesarios.

Otro descubrimiento en esos años, publicado en la revista American Journal of Cardiology, tuvo que ver con una droga que se acababa de presentar para tratar la angina de pecho: la amiodarona, uno de los cinco antiarrítmicos que recomiendan hoy las guías clínicas internacionales.

“En los 70, publicamos los resultados en el control de las arritmias malignas en pacientes con una afección congénita (síndrome de Wolff-Parkinson White) con resultados desconocidos hasta ese momento. Y, después, lo probamos en todo el espectro de las arritmias cardíacas, también con resultados sorprendentes –cuenta Elizari–. En ese momento, solo había fármacos para controlarlas, a diferencia de ahora que contamos con la ablación, que puede curarlas definitivamente. Hoy, es la droga patrón en los ensayos clínicos para comparar cualquier otra terapia.”

En una de las paredes de su consultorio está enmarcado el artículo de The New York Times de 1972 sobre su trabajo en el laboratorio como profesor visitante en el Hospital de Salud Pública de Nueva York. Elizari tiene más de 180 publicaciones sobre sus investigaciones en el país y el exterior. Recibió más de 30 premios y, hasta su jubilación, en 2012, fue también presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y director del Curso Superior Universitario de Cardiología (UBA-SAC). Es profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador.

Desde ese lugar es que señala que, si bien siempre los médicos repartieron su trabajo entre el hospital, o más tarde un centro privado, y el consultorio, nunca estuvieron tan obligados al poliempleo como en los últimos años. “Con un solo trabajo, en general nadie puede vivir hoy –sostiene–. La mayoría de los médicos tiene mucho más que dos, lo que implica demasiado esfuerzo, desgaste y cansancio para la atención adecuada de los pacientes. Y, esto, es también la gran dificultad para sostener la formación. En cardiología, los profesionales muestran gran interés en mantenerse informados y la SAC organiza actividades científicas presenciales y virtuales para facilitar el acceso. Pero esto, con el empleo múltiple, demanda horas que deberían dedicarse al descanso y tiempo familiar. Hay médicos que están trabajando todo el día sin parar y esto está provocando el agotamiento físico y mental que conocemos como burnout.”

–¿Qué consejo tendría hoy para los médicos más jóvenes?

–Que lo más importante sigue siendo la vocación y el deseo de usarla y, también, de aprender. La medicina no es un curso de unos pocos años con profesores de la facultad. Es estudiar toda la vida, aprender siempre y enseñar. A los médicos jóvenes, en este contexto de crisis, les seguiría diciendo que todo eso lo hagan con amor y pasión. Junto con la formación académica, siempre le insistía a mi equipo en resguardar la atención, el cuidado y el respeto por el paciente. Eso es algo que les dará una enorme satisfacción. Es ese reconocimiento que todavía lo sigo viviendo acá, en mi consultorio. Por eso, ante todo, les diría que hagan lo que les gusta con vocación. Si no, va a ser imposible que lo hagan bien.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/crisis-sin-medidas-urgentes-el-escenario-sanitario-sera-peor-en-los-proximos-anos-dice-un-referente-nid26072023/

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