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Cosas de chicos, arte a lo grande

Silvia Katz dice que la frase siempre era la misma: “Cosas de chicos”. En las distribuidoras, en las editoriales, con tono compasivo o con apuro impaciente, le respondían con la misma sentenci...

Silvia Katz dice que la frase siempre era la misma: “Cosas de chicos”. En las distribuidoras, en las editoriales, con tono compasivo o con apuro impaciente, le respondían con la misma sentencia. “Cosas de chicos”.

Pero precisamente por eso, porque eran cosas de chicos, ella las quería publicar. Hacía rato que venía trabajando con alumnos de entre cinco y trece años en su Taller Azul, en Salta, y veía en los dibujos y pinturas de esos pibes una fuerza y una calidad que merecían algo más que terminar arrumbadas en el armario de alguna casa. Tanto se empeñó, que lo logró. En 1995, a una década de iniciado el taller, fundó la editorial Larazul y publicó el primer libro. A partir de ese momento, cada año el Taller Azul cierra con una publicación donde palabra e imagen, juego y creación, se funden y transmiten un no sé qué de alegría, belleza, caricias al corazón. Cosas de chicos.

“El taller ha sido mi eje”, me cuenta Silvia, mientras nos pedimos un café en un bar de Palermo. Tras una breve visita a Buenos Aires, ella ya está por regresar a Salta, pero antes despliega en la mesa algunas de las joyas del Taller Azul/ Larazul: Aquicito, El pequeño ilustrado, Libro de preguntas posibles e imposibles. Son ediciones cuidadas, obras en sí mismas. Una de ellas, Caos, cosas, cosos, se publicó el año pasado y cuenta con un participante muy particular: un niño que dice tener “8+9 años” y asegura que el caos es algo así como su elemento. Se hace llamar Yuyo Noé y, recuerda Silvia, se sumó a la tarea “como un chico más”.

A partir de ese momento, cada año el Taller Azul cierra con una publicación donde palabra e imagen, juego y creación, se funden y transmiten un no sé qué de alegría, belleza, caricias al corazón.

Luis Felipe Noé fue uno de los maestros de Katz, con quien se perfeccionó luego de estudiar Bellas Artes en Salta. En 1990 Silvia obtuvo el premio/beca anual de la Elizabeth Greenshields Foundation de Canadá para estudios en el exterior. Eso le permitió realizar una intensa experiencia europea: cursó en la Ecóle des Beaux-Arts de Toulouse, Francia, y vivió durante un año en Finlandia. Otra vez en casa, en 2012 obtuvo el primer Premio en el Salón Provincial de Artes Visuales, en la especialidad Fotografía.

Entre otras cosas, dirigió y editó Picante de Tinta, revista salteña de humor, realizó videos e instalaciones, integró el colectivo de artistas visuales Allá Ellas y aportó sus ilustraciones a diversas publicaciones gráficas. En 2021 su obra inédita Cuando juegan las palabras obtuvo el premio de poesía infantil Luna de Aire convocado por el Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil (Cepli) de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Junto a todas estas actividades y logros, manteniendo el latido de un segundo corazón, estuvieron el Taller Azul y sus libros anuales.

Silvia es mujer de gestión; una experta en armar redes. Es notable el elenco de artistas “invitados” que participaron en los libros sumando prólogos, diversos textos. O, como el mismísimo Yuyo Noé, poniendo manos a la pintura e intercambiando experiencias mano a mano con los jóvenes talleristas. Según el tema que organiza cada libro, el listado va de Juan Carlos Baglietto a Adela Basch; de Yolanda Reyes a María Teresa Andruetto o Ruth Kaufman.

“La palabra ‘juego’ abre puertas”, explica Katz, al tiempo que rememora el día en que conoció a Francesco Tonucci y cómo le hizo llegar un ejemplar de El pequeño ilustrado (suerte de diccionario donde los chicos enlazan imágenes y desopilantes definiciones propias).

Este año el Taller Azul celebra su 35° aniversario, y el plan es festejar a lo grande. Katz está armando un “diálogo artístico” entre niños, artistas visuales y escritores que redundará en un nuevo libro y en una muestra a exhibirse en noviembre, en el Museo de la Ciudad de Salta.

Silvia ya vio pasar dos generaciones por las salas de un taller que, como tantas cosas, empezó de a poco, en un garaje pintado de azul. “Venir acá es como venir a un cumpleaños”, le dijo una vez un joven tallerista. No podría haberle dedicado un piropo mejor.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/cosas-de-chicos-arte-a-lo-grande-nid06062023/

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