Generales Escuchar artículo

Cortinas de humo que ocultan fantasmas de la crisis

Cuando faltan apenas ocho días para las elecciones, la incertidumbre es tan extrema que se asemeja a una ruleta rusa. No hay certezas de un triunfo en la primera vuelta que, de todos modos, servir...

Cuando faltan apenas ocho días para las elecciones, la incertidumbre es tan extrema que se asemeja a una ruleta rusa. No hay certezas de un triunfo en la primera vuelta que, de todos modos, servirá para determinar la futura relación de fuerzas políticas en el Congreso. Ni tampoco qué combinación de binomios llegará al posible ballotage del 19 de noviembre, que hasta entonces seguirá alterando la marcha de la economía real y los mercados.

Los candidatos con mayores chances se resisten a mencionar siquiera la perspectiva más evidente para el próximo gobierno: gane quien gane, a partir del 10 de diciembre no sólo enfrentará un campo económico minado, sino que sus primeras medidas deberán tener tal grado de credibilidad y apoyo político que eviten transformarlo en explosivo con el correr de 2024.

El Banco Central estableció nuevas restricciones para contener la demanda del dólar

Para colmo, el fantasma de otra hiperinflación acaba de colarse en la campaña electoral como si fuera una catástrofe inevitable y la política no pudiera hacer nada. Algo así como el golpe militar de 1976, que fue justificado por parte de la sociedad como producto del vacío de poder y la debacle inflacionaria provocada en 1975 durante la dogmática y efímera gestión ministerial de Celestino Rodrigo.

La diferencia es que fue agitado esta semana por Javier Milei tras la ruptura de su tácito pacto de no agresión recíproca con Sergio Massa, destinado a ejercer bullying para ningunear a Patricia Bullrich como si no hubiera sido la segunda candidata más votada en las PASO. Ni la única en haber presentado un equipo y los lineamientos de un programa para cambiar de raíz el régimen económico populista que condujo a la decadencia argentina.

Fiel a su estilo, Milei rompió el molde para despegarse a través de una serie de alarmas lanzadas antes y después del segundo debate televisivo, donde se mostró más moderado pero errático. Sus mensajes se entienden mejor si se invierte la secuencia cronológica: el actual modelo es hiperinflacionario; hay que huir del peso, no renovar plazos fijos y refugiarse en el dólar; y cuanto más alto cotice será más fácil aplicar su proyectada dolarización de la economía. O sea que otra hiper sería funcional a su controvertido proyecto basado en las experiencias de Ecuador y El Salvador, que incluye además el cierre del Banco Central.

No deja de ser una imprudencia por tratarse de un candidato que aspira a la presidencia. Sonó como quien grita “¡fuego!” arriba del escenario de un recinto cerrado colmado de gente cuando aparece una incipiente humareda. De ahí que, con esta profecía autocumplida, el dólar blue cruzó la barrera psicológica de los $1000 antes de la difusión del 12,7% de septiembre, que ya elevó la inflación a casi 140% interanual, apunta cerca de 200% para diciembre y deja corta la nueva suba de tasas de interés que el BCRA evitó aplicar en septiembre. Pero hace más de dos años que los argentinos se desprenden cada vez más rápido de sus pesos devaluados para comprar dólares o productos antes de que sigan aumentando.

Si Milei habló de los efectos visibles, la réplica de Massa agregó más cortinas de humo a la crisis que lo tiene ahora como principal protagonista de sus causas.

Tanto su insólita propuesta de someter a los candidatos presidenciales a un psicodiagnóstico, como sus amenazas de meter presos a los “cuatro vivos” que especulan y los consabidos operativos policiales con perros en busca de “arbolitos” para frenar la corrida hacia el dólar –que llevó la brecha cambiaria a casi 200%–, resultan anacrónicas formas políticas de desviar la atención con efectos efímeros. En su libro “El dólar. Historia de una moneda argentina 1930-2019)”, los sociólogos Mariana Luzzi y Ariel Kilkis documentan cómo estas acciones cosméticas se aplican sin éxito desde hace más de 70 años.

En cambio, sólo la oposición pone de relieve que las medidas electoralistas del ministro-candidato, como el plan platita; el jubileo impositivo; el revoleo de créditos y de subsidios a granel, aumentan el déficit fiscal primario (a 3,2% del PBI), la emisión de pesos y el déficit cuasifiscal. Aún así, resulta contradictorio que Milei haya votado a favor de las leyes de suba del mínimo no imponible de Ganancias y devolución del IVA en compras con tarjeta, pero luego criticara que no se haya bajado el gasto público para compensar su efecto fiscal.

A esto se suma la proliferación de tipos de cambio diferenciales (transitorios) y un mayor endurecimiento del cepo cambiario, sin que se frene la alarmante sangría de reservas del BCRA, que además acumula una deuda por importaciones impagas de US$20.000 millones. Paradójicamente, “el uso del tipo de cambio oficial quedó limitado a unos pocos bienes esenciales como alimentos, bebidas y perfumes del duty free”, según señaló irónicamente en un tuit (X) el economista Eduardo Levy Yeyati.

Como la historia se repite recurrentemente, la actual crisis económica mezcla reminiscencias del Rodrigazo (por los fenomenales atrasos previos del dólar, tarifas, combustibles y salarios) y del fracaso del Plan Primavera, que condujo a la hiperinflación de 1989 tras el triunfo electoral de Carlos Menem. Al igual que en estos casos, también ahora hay un notorio vacío de poder: Alberto Fernández pasó a ser una figura decorativa y Cristina Kirchner retomó su hábito de borrarse de la escena pública cuando estallan los problemas que contribuyó a provocar, para concentrarse en la designación de jueces militantes. Por su lado, Massa enfrenta una aceleración inflacionaria similar a la etapa previa del Plan Austral (1985), pero sin otro plan que un conjunto de expresiones de deseos, un presupuesto para 2024 con proyecciones totalmente alejadas de la realidad y obras públicas de discutible prioridad.

Sin embargo, lo más preocupante es que, desde la política, Milei haya vuelto a agitar el fantasma de otra hiperinflación, como si fuera imposible de evitar y no existiera la experiencia de que cada crisis macroeconómica del pasado (como la de 2001/2002) dejó un tendal de millones de pobres.

Más aún cuando su alternativa de dolarización como única salida para bajar la inflación a un dígito anual está basada en supuestos teóricos, deberá contar con un apoyo legislativo todavía incierto y congelaría el actual cuadro de fuerte deterioro de salarios y jubilaciones en dólares, que tardarán años en recuperarse. Un cálculo publicado el miércoles último en LA NACION por el economista Martín Rapetti, revela que reducir el financiamiento externo de la dolarización a US$20.000 millones para rescatar la base monetaria ($7 billones) y el stock de Leliq ($21 billones) requeriría un tipo de cambio oficial de $1600 por dólar.

En las actuales condiciones socioeconómicas, con un piso de pobreza de 40,1% (56,2% en la población más joven) en los 31 principales aglomerados urbanos del país, que abarca a 19 millones de pobres y 3,8 millones de indigentes, una hiperinflación no sólo aumentará dramáticamente esas cifras. También implicaría un posible aumento de la delincuencia y el narcomenudeo como salida laboral para muchos jóvenes de bajos ingresos y nivel educativo, como viene ocurriendo hasta ahora con un gobierno que hace la vista gorda y se convierte en cómplice de muchos delitos; entre ellos la corrupción en el manejo de fondos públicos, también envuelta en cortinas de humo judiciales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/cortinas-de-humo-que-ocultan-fantasmas-de-la-crisis-nid14102023/

Comentarios
Volver arriba