Generales Escuchar artículo

Buen ojo

A los murales urbanos, por lo general, me los quedo mirando agradecido. Son ventanas a lo onírico que alivian un toque la alienación urbana. Es como si la ciudad se tatuara coloridas imágenes...

A los murales urbanos, por lo general, me los quedo mirando agradecido. Son ventanas a lo onírico que alivian un toque la alienación urbana. Es como si la ciudad se tatuara coloridas imágenes de la vida cotidiana y de personajes célebres que nos despiertan variadas sensaciones.

Pero no soy de sacarles fotos para subirlas a Instagram. Prefiero el registro de la memoria, que suavemente los diluye hasta que uno se los vuelve a topar.

No fue lo que me pasó hace pocas semanas en San Nicolás de los Arroyos. Caminando por una calle céntrica de pronto apareció frente a mí, en el lateral de un edificio, la figura monumental de un chico reflejándose en el agua. No me pregunten por qué, pero saqué mi celular e hice clic. A metros, frente a la plaza Mitre, en otra pared, había una niña gigante y su correspondiente reflejo. Al pie de ambas obras simplemente se leía “Ron”. Googleé un poco y me enteré de que Martín Ron es un muralista de fama mundial que deja sus inspiradas pinceladas por varias ciudades argentinas y del extranjero.

Más sorpresa fue enterarme de que la plataforma Street Art Cities seleccionó en algún momento la obra sobre la que hice clic como el mejor mural del mundo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/buen-ojo-nid01062023/

Comentarios
Volver arriba