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Al país normal le falta una épica

En el corazón del desconcierto que produjo el resultado de las PASO hay una nota de injusticia. Es un sentimiento difícil de articular, porque supone una crítica implícita al modo en que se exp...

En el corazón del desconcierto que produjo el resultado de las PASO hay una nota de injusticia. Es un sentimiento difícil de articular, porque supone una crítica implícita al modo en que se expresó el voto en agosto. Cuestionar el veredicto de las urnas es una necedad. Más útil resulta tratar de entender las razones, siempre complejas, que se esconden detrás de la forma en que la ciudadanía votó. Se trata por eso de una injusticia entre comillas, que no habilita reclamo o reparación alguna por parte de los que la han padecido. En parte, también, porque ha sido un golpe autoinfligido. Trataré de explicarme.

Todo indica que el kirchnerismo, tras marcar la política argentina de los últimos veinte años, está en retirada. Cada semana se suman nuevas evidencias. Hace días, la Cámara de Casación ordenó reabrir las causa Hotesur-Los Sauces y la del pacto con Irán, decisiones que se inscriben en una reacción de la Justicia en el sentido de avanzar en el esclarecimiento y la condena de la corrupción kirchnerista. Saldar esa deuda con la verdad es indispensable para la suerte de nuestra democracia. Por otro lado, la derrota que sufrió el domingo el gobernador Jorge Capitanich en Chaco es una nueva prueba de que la estructura de poder del peronismo feudal, que ha retenido al país en el atraso, se está resquebrajando. La crisis casi terminal que ha provocado el kirchnerismo, que fue por todo y se va dejando nada, abre la oportunidad de un cambio.

Esta oportunidad no llueve del cielo. Es resultado de una resistencia sostenida desde distintos ámbitos contra la pretensión hegemónica de un kirchnerismo que, en los años difíciles, se lanzó a colonizar las instituciones para eternizarse en el poder. En esa defensa, muchos miembros de Juntos por el Cambio tuvieron un papel protagónico. Resistieron en el Congreso y denunciaron en la Justicia las tropelías y delitos del gobierno K. Si los santacruceños no lograron imponer en el país el esquema autocrático que montaron en su provincia fue en gran medida por el compromiso republicano de personas como Elisa Carrió, Paula Oliveto, Mariana Zuvic, Margarita Stolbizer, Fernando Iglesias, Javier Iguacel, María Eugenia Talerico y otros que no bajaron los brazos aun en momentos de gran adversidad.

He aquí la “injusticia”. La fuerza política que resistió el asedio K a la república durante todos estos años de pronto advierte que, con el peligro más o menos conjurado y el adversario en retirada, el premio a tanto esfuerzo se lo estaría llevando un recién llegado que ni siquiera transpiró la camiseta. Un exaltado que teje el ensueño de una Tierra Prometida mientras, paradójicamente, se acerca a aquellos que perpetraron el daño.

¿Por qué Javier Milei se sienta ahora en la mesa, confiado en exceso, dispuesto a disfrutar del plato que pacientemente preparó Juntos por el Cambio? Porque le robó la identidad a la coalición opositora. En un campo de batalla devastado, donde el dolor se tiñe de frustración y de bronca, el cambio pasó a identificarse con la idea de destruir lo poco que queda. En paralelo, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta se encargaron de ir arriando esa bandera en una larga y mezquina interna que, a los ojos de la sociedad, evocaba más la idea de una insoportable continuidad que de una ansiada transformación.

La desorientación que Patricia mostró tras las PASO habla de esa pérdida de identidad. Acaso no haya sido otra cosa que la pérdida de una espontaneidad que hoy parece estar recuperando. Como candidata, quedó atrapada por la tiranía de los números y los focus groups a los que son tan afectos los gurúes del marketing. Hay gente capaz de impostar una identidad. Ella no parece ser de ese tipo. Dos atributos suyos que pueden ser una garantía del cambio que propone, el coraje y la determinación, lucen genuinos a cara lavada.

Acaso la recuperación plena de su identidad esté en la confrontación con Milei, algo que, según entiendo, sus estrategas desaconsejan. Los argentinos que quieren dejar atrás el país prebendario (las dos terceras partes del electorado) van a optar por uno de los dos. La cuestión, entonces, es poner en contraste la consistencia del cambio que cada cual propone. Eso sin olvidar que la política es en esencia una cuestión de formas, y que las de Milei acercan al libertario al populismo kirchnerista que ella siempre ha combatido. La oposición al kirchnerismo y al país de la transa que encarna Sergio Massa va de suyo.

Eso sí, Bullrich necesita una épica para el país normal y ordenado que propone. Y aquí vale lo que Edmund Husserl dijo sobre la disyuntiva que Europa enfrentaba en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, palabras que Javier Cercas citó en una columna suya. Según el filósofo alemán, los europeos se debatían entonces entre “el hundimiento en la hostilidad del espíritu y la barbarie, o el renacimiento por el espíritu de la filosofía mediante el heroísmo de la razón”. La razón y la barbarie están siempre en pugna, incluso en cada uno de nosotros. En octubre volverán a medir fuerzas. Por eso una épica de la razón resulta ahora imprescindible.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/al-pais-normal-le-falta-una-epica-nid23092023/

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