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40 años de democracia. Cuatro décadas para celebrar, pero con un balance amargo

Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes, escribió Sandor Marai, ese gran escritor húngaro que respondió con el destierro al régimen comunista que rechazaba. Se ...

Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes, escribió Sandor Marai, ese gran escritor húngaro que respondió con el destierro al régimen comunista que rechazaba. Se había prometido regresar a su país natal solo cuando cayera el régimen. Murió en los Estados Unidos sin ver el desmoronamiento de la Unión Sovietica.

Mi vida personal se confunde con el tiempo que conmemoramos y he tratado de responder con mi vida a las preguntas para mí importantes, las que me siguen interpelando desde que debí poner mi entendimiento en la mayor tragedia contemporánea de la Argentina, la violencia como sustitución de la política. Desde el inicio de esta etapa democrática, la promesa de un futuro de libertad quedó encadenada a ese pasado que se impuso como terror y, paradójicamente, nos dio a los argentinos una idea de democracia ajena a nuestra tradición política de golpes de Estado y una concepción de poder autoritaria, personalista.

Ya quisiéramos los argentinos que en la apertura del año legislativo un presidente, como lo hizo Franklin Delano Roosevelt en enero de 1941, en lugar de hablar de finanzas y ajustes nos asegure un futuro de libertad

Poco se repara en que el 10 de diciembre, cuando celebramos el inicio de los gobiernos, se conmemora el día internacional de los derechos humanos, esa filosofía jurídica que late en el corazón de nuestra Constitución reformada y nació de los horrores del nazismo para proteger al ciudadano de la prepotencia de los Estados. Una concepción liberal, nacida en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, bajo la inspiración de las “cuatro libertades de Roosevelt”, libertad para decir, libertad para rezar, libertad para vivir sin miedo y sin necesidades”.

Ya quisiéramos los argentinos que en la apertura del año legislativo un presidente, como lo hizo Franklin Delano Roosevelt en enero de 1941, en lugar de hablar de finanzas y ajustes nos asegure un futuro de libertad. No como grito de guerra, sino como prenda de igualdad, por el irrestricto cumplimiento de las leyes que garantizan esa libertad para expresarnos sin patrullaje ideológico, rezar al santo que queramos sin la imposición ni la supremacía de ninguna iglesia, libertad para vivir sin hambre, sin carencias y sin miedo.

El Juicio a las Juntas, al sentar en el banco de los acusados a los jerarcas de la muerte, hizo nacer la democracia de la manera mas auspiciosa

Debemos celebrar las cuatro décadas de continuidad electoral, un triunfo sobre nuestra historia de golpes de Estado con escasísimos períodos democráticos. Pero, a la luz de las cifras actuales de pobreza y el desprestigio de la política, el balance es amargo y las preguntas incómodas. ¿Qué hicimos mal para que, cuatro décadas después, la misma idea de igualdad democrática quede invalidada ante las cifras de la pobreza? ¿Qué nos sucedió para que se haya malversado la misma idea democrática, definida por la pluralidad y la alternancia en el poder, y sobreviva una cultura autocrática, personalista, que confunde al gobierno con el Estado y ha devaluado peligrosamente a la política, sin la cual mal podemos hablar de democracia?

La primera década fue la de la primavera democrática. El Juicio a las Juntas, al sentar en el banco de los acusados a los jerarcas de la muerte, hizo nacer la democracia de la manera mas auspiciosa. Era el fin de la impunidad, el “Nunca mas” a la violencia política, el mayor consenso al que llegó la conciencia colectiva de nuestro país. En la amedrentada sociedad del inicio de la democracia, pocos querían escuchar los relatos de sufrimiento de los sobrevivientes, que fueron más una constatación de lo que se temía que una luz para iluminar los recovecos mas oscuros a fin de entender lo que sucedió. Así, lo que había nacido luminoso entró en la oscuridad de los chantajes militares, que le arrancaron a la democracia las leyes de obediencia debida y punto final.

La segunda década fue la del regreso del peronismo en su versión liberal, que privatizó hasta el suspiro, nos dio la ilusión de un peso-un dólar y el respiro frente a la inflación. Tambien la década del indulto a Videla y Firmenich. El fin de la Convertibilidad instaló el primer experimento de una coalición de gobierno que, tras su fracaso y la furia del que se “vayan todos”, trajo de nuevo al peronismo ya en su versión kirchnerista y con el eufemismo del progresismo. Sobre los escombros, en lugar de reconstruir al país, los Kirchner fueron eficaces en elaborar una narrativa ideológica para aumentar el poder personal. Los últimos veinte años permiten entender la Argentina de hoy. Los “pibes de la liberación” del adoctrinamiento kirchnerista fueron reemplazados por los libertarios del mercado. Es de desear que respeten la pluralidad y el disenso.

Como de lo que se trata es de dar cuenta con nuestras vidas a las preguntas de nuestro tiempo, tras la crisis de 2001 vencí mis prejuicios y acepté participar en política. Cambie la pluma de la periodista por la tribuna de la política .¿Por qué seguir negándome, si yo misma había sido atropellada por la ausencia de la política? Mi vida legislativa como diputada y senadora coincidió con los gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner. Una casualidad perturbadora: mis dos hermanos presos desaparecidos en la ESMA, arrojados al agua en los vuelos de la muerte, se llamaban Néstor y Cristina. Nunca había imaginado para mí el lugar de opositora a la profanación de la memoria, a la utilización política de los derechos humanos, con una narrativa parcial, ideológica, doctrinaria, que glorificó el pasado violento y postergó la reconciliación de lo que la dictadura había violado, la convivencia democrática. Ningún curso de ciencias políticas ni mi paso por las redacciones me pudieron dar la visión directa , práctica de la vida política escenificada en el Congreso en la tercera década democrática, la mas dramática, porque retrotrajo el lenguaje de odio y cabó zanjas entre los argentinos.

La apropiación y utilización política de los derechos humanos por parte del kirchnerismo le sustrajo a la sociedad la posibilidad del debate público tendiente a entender lo que nos sucedió, asumir las responsabilidades sobre lo ocurrido y decidir entre todos lo que debemos hacer con la tragedia pasada para allanar el camino del aprendizaje democrático.

Estos veinte años de tentación autoritaria buscaron sacar a los medios del medio para remplazar la información con propaganda de gobierno

Padecí un Parlamento manejado a control remoto desde el Poder Ejecutivo, que impuso la mayoria y canceló la deliberación. La democracia puede recaer en la tiranía de las mayorías, pero el republicanismo, con la división de poderes, pone límites a la tentación mayoritaria. Sin embargo, en la casa política de la democracia se modificaron hasta los rituales que perpetúan las instituciones republicanas. El “Sí, juro” del compromiso a la Constitución fue remplazado por fórmulas personales que advierten sobre la naturalización de actitudes antirepublicanas, como por ejemplo que Cristina Kirchner haya recibido los atributos del poder de mano de su hija Florencia o se haya negado a traspasarlas a un presidente democrático.

Para mí, la verdadera enseñanza fue reconocer lo que ignoraba, la complejidad del Estado y el requisito de idoneidad de sus funcionarios, en lugar de la militancia y el “nombrame a la piba” de las dinastías políticas que han copado el Estado con el gobierno de los parientes.

Estos veinte años de tentación autoritaria buscaron sacar a los medios del medio para remplazar la información con propaganda de gobierno. Esto distorsionó al periodismo y nos obliga también a salir del lugar de “correveidiles” y chismosos de los despachos, para elevar el debate público a fin de que ayude a mejorar la calidad de la democracia que da fundamento a la prensa.

Paradojicamente, mi participación como legisladora me devolvió la confianza en la política, porque fui testigo del daño que hacen los malos políticos, aquellos que anteponen sus intereses personales a los intereses colectivos. Entendí cuán necesarios e importantes son para un país los buenos políticos, personas capaces de reunir en un mismo lugar a ciudadanos que quieren cosas diferentes pero deben acordar y hacerlas juntos. La política, al final, actúa sobre las discrepancias para evitar las divisiones y los enfrentamientos. Es mi augurio democrático.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/40-anos-de-democracia-cuatro-decadas-para-celebrar-pero-con-un-balance-amargo-nid09122023/

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