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“Podemos entrenar al cerebro para ser más optimistas”. Es neurocientífico, asesora deportistas y explica cómo crear una versión propia de la felicidad

Mikel Alonso lo deja claro desde un principio: “A tu cerebro no le importa que seas feliz. La evolución lo ha diseñado para mantenerte vivo y asegurar la continuidad de la especie”, escribe e...

Mikel Alonso lo deja claro desde un principio: “A tu cerebro no le importa que seas feliz. La evolución lo ha diseñado para mantenerte vivo y asegurar la continuidad de la especie”, escribe en la contratapa de su libro El cerebro optimista (Urano, 2023). En las siguientes líneas, va por más: no solo el cerebro no tiene interés en nuestro bienestar, sino que muchas veces conspira en su contra.

Pero a las malas noticias, el investigador y académico español especializado en neurociencia las contrarresta con una buena: el cerebro tiene un “kit de herramientas” que pueden facilitar nuestro camino hacia una vida más plena. “Podemos entrenar a nuestro cerebro para ser más optimistas –afirma Alonso, con su entusiasmo característico–. Tú puedes elegir cambiar”.

Él mismo, de hecho, modificó el rumbo de su vida dos veces. Primero, cuando teniendo éxito como ingeniero informático en una multinacional, decidió volver a la facultad para seguir su verdadera pasión: especializarse en neurociencias y volcarse a la academia y la investigación. Y segundo, cuando hace cinco años, siendo padre de tres hijos, decidió redirigir su carrera dedicada al neuromarketing para centrarse en la felicidad, el optimismo y el desarrollo personal y profesional. Actualmente, además de ser docente universitario y CEO de Brain Data Company (empresa orientada a la previsión, modelización y modificación del comportamiento humano) trabaja con deportistas de alto nivel (tenistas y futbolistas españoles) como coach de entrenamiento mental. También da conferencias y cursos.

– En tu libro planteás como premisa que a nuestro cerebro no le importa nuestra felicidad. ¿De dónde surge esa idea?

–Es su funcionamiento. Nuestro cerebro es un órgano que procura que tomemos las mejores decisiones para seguir vivos. Hace unos pocos miles de años vivíamos en un entorno muy hostil, en el cual venía un depredador y te comía. Es decir, teníamos mucha agresividad en el entorno y no estábamos como ahora, en la cima de la pirámide, estábamos más abajo. Podíamos cazar a alguno, pero teníamos que hacerlo con mucha inteligencia, porque con la fuerza bruta y la agresividad no íbamos a ningún lado. Entonces, nuestro cerebro fue desarrollando algunos sistemas y mecanismos, como el sistema default y los pensamientos automáticos negativos. Estos sistemas son muy buenos para que sobrevivamos, pero muy malos para que seamos felices.

—¿Qué son los pensamientos automáticos negativos?

—Son el resultado de un proceso evolutivo que hemos tenido los seres humanos, para quienes durante miles y decenas de miles de años ser muy precavidos y muy cautos ha sido muy bueno. El que era valiente y salía a la sabana, venía un león y “miam”. El otro valiente probaba tirarse de una altura de 600 metros y chau, adiós. Y el que tenía miedo, el que estaba ahí, pensando: “¿Para qué voy a salir? Mejor me quedo acá así nadie me come”, ese se mantenía vivo y se reproducía. Tenemos el mismo cerebro que antepasados nuestros que vivían en cuevas, porque han pasado unos pocos miles de años, que en términos evolutivos no es nada. Entonces, tenemos que vivir al día de hoy con los pensamientos automáticos negativos, pero en un entorno que no es ni mucho menos tan hostil. Hoy tú te quedas así, quieto, en modo ocioso, y te vienen estos pensamientos: tu cerebro se pone a imaginar lo peor, a mirar para atrás, para adelante. Piensa, por ejemplo: “Ay, Dios mío, ¡mi carrera está acabada! ¿Qué va a ocurrir ahora con mi vida?”.

–¿Hay otras trampas que nos pone el cerebro y van en contra de nuestra felicidad?

–Sí, nuestro cerebro nos pone muchas trampas. Por ejemplo, le encanta hacer lo de siempre. Esto es porque su prioridad es que gastes poca energía, y pensar gasta mucha. Por eso, básicamente funcionamos de forma automática casi todo el rato. Actualmente, se calcula con inteligencia artificial que el 99,74% de todas nuestras decisiones se toman de manera inconsciente. Tomamos unas 35.000 decisiones al día, pero somos conscientes de unas 100. ¿Por qué? Porque pensar gasta mucha energía y funcionar de manera automática, no. Así se explican los hábitos. Por otro lado, nuestro cerebro no está programado para que cambiemos fácilmente, porque cambiar es gastar energía. Los cambios son conscientes, entonces tú dices: “Voy a hacer esto nuevo”, y tu cerebro te dice: “No, haz lo de siempre”.

–Por un lado, nuestro cerebro nos pone trampas, pero, por el otro, decís en tu libro que también nos ofrece un kit de herramientas que nos servirían para ser felices.

–Sí, exactamente. Tenemos noticias buenas y noticias malas respecto al cambio. Las malas: esto al principio va a ser rechazado por tu cerebro. Pero si tu rompes esa barrera y utilizas las herramientas que tienes, entonces cambiar es posible. Esto es gracias a la neuroplasticidad, una herramienta que tenemos todos pero que tenemos que entrenar. Voy a poner el símil del camino y la autopista. Tú empiezas a pensar de manera distinta y creas un caminito pequeño de tierra. Eso es gasto. Tu cerebro va a decirte: “No, ¿para qué vienes por aquí? Usa la autopista”. Entonces, ¿qué tienes que hacer? Utilizar el camino conscientemente: este se vuelve cada vez más ancho y la autopista va perdiendo carriles y llega un momento en que mágicamente el camino nuevo es el que utilizas. La magia sucede cuando ese nuevo camino empieza a funcionar de manera automática. Ya no eres, por ejemplo, una fumadora, eres una exfumadora.

–En tu libro mencionás mucho la felicidad. ¿Cómo la definirías?

–Lo que voy a decir es muy español. Yo siempre digo en mis conferencias que la felicidad es como una paella. Y a la paella, en España, hay gente que la hace con mariscos, otros que le echan conejo, pollo. Otros mezclan conejo y pollo con mariscos. Lo importante es con qué te gusta a ti. Pero la ciencia ha demostrado que hay algunos ingredientes que son muy buenos en general para la felicidad.

–Por ejemplo...

–El amor, la amistad, el aprendizaje. La introspección, por ejemplo, la relajación, el mindfulness. Cantar, bailar, la música. Es decir, hay una serie de aspectos que generan felicidad de forma intrínseca. Por sobre todos, el amor. Hay un estudio longitudinal, increíble, fascinante, que se hizo durante un siglo en Estados Unidos y que al final llega a la conclusión de que John Lennon tenía razón: todo lo que necesitas es amar. Cuanto más amas, más feliz eres. Hay muchos papers que hablan sobre esto.

–Hablás también de la importancia de planificar.

–Planificar es todo. Tu cerebro, cuando se cree lo que vas a hacer, se pone a trabajar para ello. Entonces, tener un plan y decir: “Voy a hacer, esto, esto y esto”, es importante. Tu cerebro tiene que creerse lo que vas a hacer. Se llama aprendizaje por error de previsión. Mariano Sigman hizo un experimento buenísimo sobre esto. Juntó a un grupo de neurocientíficos y todos aprendieron, algunos en días y otros en semanas, a subir la temperatura de uno de sus dedos de la mano. Pensaban en ese dedo, y su temperatura subía a 39°, mientras que el resto de su mano se mantenía en la temperatura normal. Es un experimento sencillo, pero increíble. Nuestro cerebro, cuando le decimos que algo es importante para nosotros, se pone a trabajar en eso. Ahí tenemos la explicación del efecto placebo.

–Esto también, me imagino, es un arma de doble filo...

–Sin duda. Si tu decides, por ejemplo, que vas a enfermar, que no eres capaz de cumplir una meta, que no sirves para nada, tu cerebro trabajará para ello. Eso no significa que pueda hacerlo. Hay cosas que puedes hacer y otras que no. A veces la gente me pregunta: “Si yo quiero saltar desde la calle al octavo piso de un edificio, ¿le digo a mi cerebro y va a saltar?”. Le respondo: “No va a saltar, pero va a trabajar para saltar. Es decir, se va a poner a funcionar a tope para saltar al octavo piso. Lo que pasa es que por las leyes de la física, por tu musculatura, tu elasticidad, tú puedes saltar como mucho 95cm, quizás un metro. Pero que tu cerebro se va a poner a trabajar a tope para eso, no tengas duda.

–Pero, por ejemplo: uno visualiza que va a entrar a un nuevo trabajo. Se pone optimista, su cerebro empieza a trabajar para eso pero, de repente, se entera de que no lo logró. El impacto emocional debe ser fuerte.

–Esa es la historia de mi vida . ¡A gestionar el fracaso y a seguir adelante! Woody Allen dijo una vez: “Triunfar de la noche a la mañana me ha llevado 25 años de mi vida”. Es así. Se ve el éxito de repente, pero todo lo que hubo detrás de ese éxito rara vez se ve. Yo hablo con muchas personas que tienen logros increíbles, y todos ellos tienen una larga historia detrás del éxito que conocemos. Lo cual es muy importante en esta vida y en esta sociedad, en la que la palabra “fracaso” es fortísima. Hace poco un jugador de la NBA, Giannis Antetokounmpo, perdió. Y dijo: “No hay fracaso, esto es aprendizaje”. La vida es eso.

– ¿Qué rol cumple el optimismo dentro de la felicidad?

–Es importantísimo, porque al final la percepción es selectiva. El mundo, nuestras vidas, son según cómo las miramos. Literalmente, científicamente, creer es ver. Dependiendo de los niveles de optimismo y pesimismo que tengas en tu cerebro, te fijas en lo bueno o en lo malo de una situación. Tu cerebro recibe 10 megas de información en un segundo, pero solo es capaz de gestionar 50 bits por segundo, a nivel cognitivo. Entonces, solo toma lo que le interesa y lo demás no lo ve. La realidad es totalmente subjetiva. Dos personas ven lo mismo y a una le parece que es totalmente de día y a la otra, que es totalmente de noche. Y ninguna está mintiendo. Sus cerebros ven dos realidades diferentes.

–En tu libro hablás de los pensamientos mata ANTs (pensamientos automáticos negativos). ¿Cuáles serían algunos?

–Siempre tiene que ser a medida de cada una de las situaciones. Yo les recomiendo a los deportistas con los que trabajo que vean el documental de Michael Jordan. Vuelve el tío a jugar al básquet. Le toca contra los Pistons, que eran físicamente unos bestias. Llegan a playoffs y los echan. ¿Qué pasó? Al día siguiente, Jordan dijo: “Todos a entrenar”, y ese día empezó a preparar el partido que iba a tener lugar un año después. Y ganaron. Ahí está la diferencia. La clave está en disfrutar el camino, porque si no, estás perdido, tienes que hacer otra cosa. Hay que decir: “Qué divertido, tengo un reto increíble por delante. A por ello”. Al fin y al cabo, esta es la vida.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sabado/podemos-entrenar-a-nuestro-cerebro-para-ser-mas-optimistas-es-neurocientifico-asesora-deportistas-y-nid22072023/

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