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“Los 5 de cada mes ya no me queda un peso y tengo que pedir prestado”: cómo es la realidad de las miles de argentinas que viven endeudadas

Muchas noches Gabriela las pasa sin poder pegar un ojo. De día, esa ansiedad se manifiesta a veces con un nudo en el estómago que le hace devolver todo lo que come: “Son los nervios”, le dijo...

Muchas noches Gabriela las pasa sin poder pegar un ojo. De día, esa ansiedad se manifiesta a veces con un nudo en el estómago que le hace devolver todo lo que come: “Son los nervios”, le dijo una médica. Lo que la acecha, es un pensamiento constante: “¿Cómo voy a pagar lo que debo?”.

Tiene 30 años y vive en la villa 21-24 de Barracas con sus dos hijos, Aaron (9) y Ariana (3). Hace un año se separó del padre de los chicos. “Yo solita soy el sostén de la casa. Él no me pasa nada de plata ni se preocupa por ellos”, cuenta. Entre lo que gana trabajando en la limpieza de un comedor y la Asignación Universal por Hijo (AUH) que le corresponde a los pequeños, Gabriela suma 80.000 mil pesos por mes, de los cuales 70.000 se le van en un pestañeo en el pago de la casita que está comprando en cuotas: “Alquilé durante muchos años y cuando la dueña me ofreció comprar le dije que sí, porque tenía miedo de quedarme sin un techo para mis hijos”.

Con esos 10.000 pesos que le quedan, la tiene que “remar”. Y siempre, pero siempre, necesita pedir prestado: en general, unos 30.000 por mes. “Hoy le pedí a mi hermana 10.000, pero no tenía. A veces le pido prestado a ella cada 15 días, y muchas otras a un amigo, que suele darme 3000 por semana. Además, tengo una kiosquera que me fía leche o pañales: como mucho, 4000 pesos, porque si es más tengo miedo de no poder pagarle”, detalla Gabriela. Y, con la voz cruzada por la angustia, resume: “Nunca estoy al día”.

Su historia refleja la dura realidad que deben afrontar miles de mujeres en nuestro país. Según datos del Primer Informe sobre Endeudamientos, Géneros y Cuidados en la Argentina 2023, publicado recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Ministerio de Economía de la Nación, el 60% de los hogares sostenidos por mujeres recurre a fuentes de financiamiento formales e informales (como el fiado en comercios, préstamos de familiares, amigos, empleadores o prestamistas, entre otras) para llegar a fin de mes, frente a un 50% de los sostenidos por varones.

Si además se pone el foco en aquellas mujeres que tienen a su cargo a niñas, niños y adolescentes (más de 1,5 millones de hogares en todo el país), el porcentaje de las que se endeudan trepa al 65%, contra un 59% en el caso de los hombres. ¿En qué gastan ese dinero? El 72,6% lo destina a lo más elemental: la compra de comida y medicamentos. Por otro lado, 7 de cada 10 arrastran atrasos en los pagos de deudas o de servicios y casi la mitad destina todos sus ingresos para hacer frente a sus deudas o sostiene que sus ingresos le resultan insuficientes para afrontarlas.

El informe pone sobre la mesa una de las principales dimensiones en que se manifiesta la desigualdad de género en la actualidad: la feminización de los endeudamientos. “Esta disparidad se explica, en gran medida, por la elevada incidencia de la informalidad laboral en los hogares sostenidos por mujeres, ya que las mayores necesidades de financiamiento se presentan, precisamente, entre las personas que carecen de un trabajo registrado, como se refleja en el hecho que el 69,2% de las trabajadoras informales solicitó algún tipo de financiamiento en el período de realización de la encuesta, frente a un 49,4% de sus pares con inserciones laborales formales”, enfatiza el estudio.

Volviendo a Gabriela, como Aaron tiene asma, por mes destina 7400 pesos a la medicación que le suministra cada mañana y cada noche. A eso se le suman unos 3000 pesos en pañales para su hijita. Y, por más que durante la semana recurre a los comedores del barrio, la mayor parte de lo que pide prestado se le va en comprar algo de pollo y verduras para reforzar la nutrición de los chicos y en los alimentos para el fin de semana, cuando los comedores cierran sus puertas. A veces, también participa de “rondas” que se organizan entre vecinos: se juntan entre cinco, ponen 10.000 pesos cada uno, y se sortea quién es el que se lleva los 50.000 ese mes. De esa forma, pudo comprar la heladera y la cocina para su casa, por ejemplo.

Las tareas de cuidado son parte de un universo invisible y no reconocido; y, cuando se les suma la pobreza, las desigualdades se multiplican. La rutina de Gabriela es un engranaje que no se detiene nunca: levantarse temprano, ir a trabajar, llevar a Aaron a la escuela, revisar cuentas, buscar los mejores precios en la feria de verduras que suele hacerse cerca del barrio, pedir un préstamo, ver cómo pagarlo, llevarlos a los niños al médico, pedir otro préstamo, y así.

La mujer se ríe cuando se le pregunta si tiene tiempo para ella, o si alguna vez usa el dinero para darse un gustito. Es una risa apretada, sin alegría. “Para terminar de pagar la casa me falta un año y medio. Estoy cansada. A veces tengo ganas de renunciar a todo, pero tengo dos hijos y me tengo que levantar todos los días y seguir luchando por ellos. El papá no me ayuda con nada, ni siquiera pregunta por ellos”, dice Gabriela.

El trabajo de la CEPAL y el Ministerio de Economía se basó en una encuesta realizada entre octubre y noviembre del año pasado, con más de 3500 casos y representatividad en las principales regiones del país. En ese período, el 50,9% de los hogares con responsabilidades de cuidados que se encontraban sostenidos por mujeres pidió préstamos a familiares o amigos: “Al mantener un vínculo frecuente y cercano con quienes les prestan, la deuda no solo tiene efectos sobre la esfera meramente financiera sino también sobre las relaciones interpersonales”, señala la investigación.

El endeudamiento de las mujeres no es un fenómeno nuevo, pero sí que se viene agudizando en los últimos años y se potencia en épocas de inflación y crisis socioeconómica, como la actual. Lejos de ser una realidad exclusiva de quienes viven en situación de pobreza, en el último tiempo se fue extendiendo a otros sectores.

Luci Cavallero es licenciada en sociología, investigadora de la Universidad de Buenos Aires y coautora del libro Una lectura feminista de la deuda. En 2018 empezó a poner el foco en el sobreendeudamiento de las mujeres, “concentrado en aquellas de sectores populares que se empezaron a endeudar para acceder a bienes y servicios básicos, pero que también durante la pandemia se extendió a porciones de la clase media”, explica.

La característica principal de estos hogares, según Cavallero, es que hay altas cargas de trabajo de cuidado no remunerado, altos índices de informalidad laboral y además muchos son monomarentales, es decir, las jefas de hogar no conviven con sus cónyuges y en general no perciben la cuota alimentaria. “Es ahí donde se concentra la mayor desigualdad. En un contexto de alta inflación y de caída de poder adquisitivo de salarios y subsidios, para ellas se vuelve casi un mandato endeudarse para vivir”, resume la especialista.

Gabriela perdió por completo las esperanzas de que su expareja se haga cargo de aportar lo que le corresponde para el cuidado de sus hijos: “Está todo con abogados, pero no se logra nada”, se lamenta. En ese sentido, Cavallero reflexiona: “El incumplimiento de la cuota alimentaria hace pasar a las mujeres de su condición de acreedoras, porque a ellas se les debe el aporte para solventar la crianza de los niños, a ser deudoras de los bancos, las financieras o los prestamistas informales. Es una imagen muy fuerte”.

“Es un espiral del cual es difícil salir”

La Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de Guido Lorenzino, recibe muchos casos de mujeres endeudadas. María Soledad Polito, abogada y coordinadora del área de Usuarios y Consumidores, cuenta que si se compara el período de enero a junio de este año con el mismo de 2022, los reclamos de este tipo se duplicaron, “y se estima que en los meses venideros la curva de crecimiento aumentará exponencialmente”. En ese sentido, profundiza: “Estamos dando curso a un promedio de cinco o seis expedientes por mes”.

Con respecto a las formas de endeudamiento, explica que las mujeres sobreendeudadas que se encuentran bancarizadas, “generalmente acuden a préstamos personales con altas tasas de interés que las mismas entidades pagadoras les ofrecen, siendo una práctica habitual de varios bancos otorgar nuevos créditos para cancelar los anteriores sin consultarlo previamente con la usuaria”. Por otro lado, también es frecuente que den “tarjetas de crédito cuyo límite de compra, que debe establecerse de acuerdo a las posibilidades crediticias de la usuaria, es ampliamente superior a las mismas, por lo cual las deudoras suelen abonar solo el ‘mínimo’ y entran en un espiral del cual es muy difícil salir”.

Las mujeres que no cuentan con un empleo registrado, en cambio, deben acudir a préstamos informales otorgados por financieras o prestamistas privados, “con tasas más gravosas que las registradas en el mercado crediticio regulado”.

María Alejandra López, abogada y directora general de Políticas de Igualdad de la Defensoría, y Melina Capucho, socióloga y coordinadora de esa misma área, agregan que “se trata no solo de mujeres que se endeudan sino también de familias enteras que ven afectados sus derechos más elementales. La feminización de la pobreza repercute directamente sobre niñas y niños, personas adultas mayores y personas con discapacidad que se encuentran en los hechos a su cargo, aún cuando no se trate de hogares monomarentales”.

Por eso, desde la Defensoría consideran fundamental avanzar “hacia una sociedad que interpele a los varones como corresponsables de los cuidados, ya que la redistribución de estas tareas es fundamental para favorecer la inserción de las mujeres en el mundo del trabajo remunerado”. En ese sentido, la semana pasada presentaron el informe “Los cuidados en el ámbito laboral”, para conocer las características de las licencias y las prestaciones destinadas a los cuidados que poseen los empleados en relación de dependencia.

Con respecto a las medidas del Estado que apuntan a los hogares más vulnerados, Sol Prieto, a cargo de la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía de la Nación, explica que desde el punto de vista del fortalecimiento de los ingresos, existen medidas como la política de reintegros previstos en la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, que consiste en la devolución automática de un 15% del monto total de los consumos con tarjetas de débito y pagos electrónicos de jubilados y pensionados que perciben haberes mínimos (casi el 70% son mujeres) y beneficiarios de AUH (95% mujeres). “Es un mecanismo que cuenta con un universo potencial de más de 6 millones de personas, la gran mayoría de ellas mujeres”, detalla la funcionaria.

“Hoy pagué todo y me quedé en cero”

Entre el 5 y el 6 de cada mes, Celeste se suele quedar sin efectivo. Tiene 24 años, es mamá de Ámbar (8) y Ema (4) y vive en el Barrio Loyola de San Martín junto a las niñas y el papá de la más chica, Alexis (23). Al igual que Gabriela, Celeste también trabaja en la limpieza de un comedor y merendero: se llama “Por los chicos” y asiste a unas 40 familias del barrio. Pero es mucho más que un lugar donde se entrega un plato de comida: desde que Luis Ángel Gómez, su fundador, lo creó hace una década, se convirtió en un centro de referencia que brinda contención de todas las formas posibles.

Entre lo que gana en la limpieza del comedor y lo que cobra por la AUH de las niñas, Celeste suma 85.000 pesos al mes. Ese dinero tiene dos destinos: pagar el alquiler (30.000 pesos) y comprar alimentos (más allá de que también se apoyan en el comedor): “Cuando uno tiene algo de plata, se va en las deudas y muchas veces no llegás ni a cubrir la mitad, ya sea en el almacén donde compramos la leche, el yogurt y otras cosas para las nenas, o cuando le pido prestado a mi mamá o a mi tía. Ni hablar cuando hay que comprar remedios”, asegura la mamá.

Alexis trabaja en una fábrica textil donde gana entre 70.000 y 80.000 dependiendo de si hace horas extra, si trabaja de día o de noche. “Casi todo lo que gana va para pagar un crédito que sacó hace unos dos años en el banco para comprar unos celulares: en un momento se quedó sin trabajo y no pudo seguir pagando, así que se acumuló. Lo que no va para el crédito, va para pagar la tarjeta con la que compramos algo de carne y productos de higiene”, detalla Celeste.

Aunque su mamá no la “corre” para que cumpla con su deudas, ella hace lo imposible por estar siempre al día con los préstamos. “Mi mamá es jubilada y mi tía trabaja vendiendo comida. A ella, más de 5.000 no le pido. A mi mamá el mes pasado le pedí 20.000: junio se hizo largo y tuve que pedir más que de costumbre”, dice. “Hoy pagué todo y quedé en cero, incluyendo el almacén donde saco fiado hasta 10.000 pesos: le digo a la señora que me deje hasta ese límite por el miedo a no poder pagarle después”.

Cuando era chiquita, Celeste comía en el comedor donde hoy trabaja. Ver a tantos chicos y chicas que van a buscar un plato de comida, la conmueve. Su sueño, es hacer un cine en ese espacio para los más pequeños del barrio: “Siempre estamos con proyectos”, cuenta sobre ese lugar que la mantiene a flote.

Cómo colaborarFundación Temas: trabaja en la promoción y el ejercicio de derechos de la comunidad de Villa 21-24 a través de programas orientados a la educación, deporte, salud, vivienda y hábitat, desde espacios comunitarios donde se promuevan la participación y organización colectiva. Varios de sus programas apuntan específicamente al trabajo con mujeres. Para más información se puede escribir a temas@fundaciontemas.org.arComedor y merendero Por los chicos: asiste a unas 40 familias del Barrio Loyola de San Martín y siempre necesita donaciones de todo tipo para seguir acompañándolas. Para colaborar, se puede visitar su Facebook o llamar al 011 15-5577-5264.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/los-5-de-cada-mes-ya-no-me-queda-un-peso-y-tengo-que-pedir-prestado-como-es-la-realidad-de-las-miles-nid11072023/

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